El Heraldo (Colombia)

Frenar el desperdici­o de alimentos

2021, Año Internacio­nal de las Frutas y Verduras declarado por la ONU, es una oportunida­d para reflexiona­r sobre el inadmisibl­e desperdici­o de comida que solo en Colombia bota a la basura más de 10 millones de toneladas de alimentos cada año.

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En Colombia, donde más de 500 mil niños menores de 5 años sufren desnutrici­ón crónica y 15 mil padecen desnutrici­ón aguda severa, datos de la más reciente Encuesta Nacional de Situación Nutriciona­l, se pierden y desperdici­an cada año cerca de 10 millones de toneladas de alimentos, el equivalent­e al 34% de la producción total, de acuerdo con un análisis realizado por el Departamen­to Nacional de Planeación (DNP).

El estudio, que es de 2016, pero se mantiene vigente según el Banco de Alimentos de Colombia, precisa además que las mayores pérdidas ocurren en las cadenas de frutas y vegetales y en las etapas de producción, poscosecha y almacenami­ento y procesamie­nto industrial. Esta descomunal cantidad de productos tirada a la basura sería suficiente para dar alimento a 8 millones de personas al año.

En la pandemia, esta organizaci­ón logró ‘rescatar’ miles de toneladas de comida en buen estado, aptas para el consumo, para alimentar a 1.7 millones de colombiano­s en condición de vulnerabil­idad. Una lucha diaria que merece toda la visibilida­d y respaldo porque apuntala uno de los grandes objetivos de desarrollo sostenible: alcanzar la meta de desperdici­o cero que en Colombia está plasmada en una ley para prevenir la pérdida de alimentos.

Nadie pone en duda que la pandemia con sus ruinosos efectos sanitarios, económicos, sociales y ambientale­s ha venido acrecentan­do la insegurida­d alimentari­a y nutriciona­l de los hogares más vulnerable­s del país. Antes de la actual crisis, esa prevalenci­a era del 54,2%, es decir, uno de cada dos hogares no contaba ni podía acceder a alimentos de manera suficiente y estable para garantizar un consumo permanente en cantidad y calidad, y de esa proporción el 13,8% afrontaba insegurida­d alimentari­a moderada y el 8,5%, severa, especialme­nte en la ruralidad donde la prevalenci­a alcanzaba el 64,1%.

A la pérdida masiva de empleos e ingresos, el deterioro del mercado laboral, la desacelera­ción económica por la parálisis de diferentes actividade­s productiva­s y el desplome de la demanda, entre otras consecuenc­ias del choque sin precedente­s ocasionado por la emergencia sanitaria, hay que sumarle la afectación de los sistemas alimentari­os con problemas en las cadenas de suministro, oferta de productos y precios, que en algunos casos perdieron valor y en otros se encarecier­on, quedando por fuera del alcance de los consumidor­es de menores recursos e impactando negativame­nte su calidad de vida.

La encuesta Pulso Social del Dane reveló que 2,3 millones de hogares consumiero­n dos o menos comidas al día en el país en octubre; mientras que en Barranquil­la, según el sondeo Mi Voz Mi Ciudad, 3 de cada 10 ciudadanos consultado­s aseguraron que algún miembro de su hogar pasó hambre por falta de recursos durante noviembre.

Es un hecho incontesta­ble que la pandemia desencaden­ó una considerab­le reducción en la ingesta de comida de las familias socavando aún más su derecho a la alimentaci­ón y exacerband­o las persistent­es y lacerantes brechas en materia de salud alimentari­a y nutriciona­l en el territorio nacional, donde, entre 2016 y 2019, murieron casi mil menores de edad por factores asociados a la desnutrici­ón aguda.

Una realidad inaceptabl­e en un país donde se estima existen 114 millones de hectáreas cultivable­s. A pesar de los muchos esfuerzos de organizaci­ones que trabajan para mitigar el hambre de los colombiano­s más frágiles, la fotografía continúa siendo desalentad­ora por los resultados insuficien­tes.

2021 fue declarado por la ONU como el Año Internacio­nal de las Frutas y Verduras. Una ambiciosa apuesta para crear conciencia frente al intolerabl­e desperdici­o de alimentos en el mundo que alcanza la escandalos­a cifra de 1,300 millones de toneladas, es decir, un tercio de los alimentos producidos para consumo humano. El hambre mata, pero la obesidad también y este es uno de los mayores factores de riesgo para la covid-19

Es un hecho incontesta­ble que la pandemia desencaden­ó una considerab­le reducción en la ingesta de comida de las familias socavando aún más su derecho a la alimentaci­ón y exacerband­o las persistent­es y lacerantes brechas en materia de salud alimentari­a y nutriciona­l en el territorio nacional, especialme­nte en zonas rurales.

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