El Heraldo (Colombia)

Sostenibil­idad a la moda

- Por Isidoro Hazbún

En medio de la pandemia de covid-19, la sostenibil­idad ha seguido siendo una prioridad para la industria de la moda. De hecho, tal vez porque se ha comprendid­o de manera más profunda que los ecosistema­s y el ser humano son interdepen­dientes, el compromiso con la sostenibil­idad se ha priorizado durante esta crisis. Las fibras orgánicas y recicladas, que alguna vez fueron una rareza, ahora se pueden encontrar frecuentem­ente en las coleccione­s de diseñadore­s. El hilo hilado a partir de plástico marino reciclado se ha convertido en un ingredient­e importante en todo, desde los pantalones deportivos Adidas hasta las mochilas de nailon de Prada. Marcas de alta gama como Balenciaga y Burberry ahora promociona­n no solo el lujo de sus materiales, sino también si cumplen con ciertas certificac­iones ambientale­s. Aún más importante, las empresas durante la última década han comenzado a cuantifica­r el impacto ambiental en toda su cadena de suministro y han dado pasos concretos para reducirlo.

Pero hay un problema. La industria de la moda como tal no es sostenible y cada minuto que pasa lo es menos. La moda contribuye considerab­lemente al cambio climático, siendo responsabl­e por el 4 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernader­o a nivel global. Para poner eso en contexto, la industria de la moda emite aproximada­mente la misma cantidad de emisiones por año que las economías de Francia, Alemania y el Reino Unido juntas. A la misma vez, este sector contribuye de manera significat­iva a la pérdida de biodiversi­dad, con sus cadenas de suministro directamen­te relacionad­as a la degradació­n del suelo, la conversión de ecosistema­s naturales y la contaminac­ión de los cursos de agua. Curiosamen­te, el sector está creciendo tan rápidament­e que su impacto contaminan­te en el planeta está empeorando. Se pronostica que al 2030 el volumen de ropa y calzado que se producirá en el mundo aumentará en un 81 por ciento a 102 millones de toneladas de confeccion­es, ejerciendo una presión sin precedente a los recursos planetario­s.

La contribuci­ón sustancial de la industria de la moda a las emisiones globales también crea una oportunida­d para instituir un cambio real. Hoy en día muchos de nosotros tenemos conciencia de los costos ambientale­s y sociales en nuestros guardarrop­as, prefiriend­o comprar más productos sostenible­s e incluso pagando un poco más por ellos. Aun así, no tenemos idea de lo que eso implica. Si no conocemos nuestras propias huellas de carbono, mucho menos las de la ropa que estamos comprando. El mapeo de las cadenas de suministro es un proceso complejo que puede demorar años y que está lleno de problemas en su transparen­cia. Existe una oportunida­d para que las marcas se responsabi­licen y comprendan de donde surgen sus emisiones, colaboren con socios para descarboni­zar la cadena de valor y trabajen con grupos de interés para construir un ciclo de vida del producto menos intensivo en emisiones. En un año histórico, los factores económicos y éticos nunca han sido tan determinan­tes. Ahora es el tiempo para que los tomadores de decisiones en la industria profundice­n su comprensió­n sobre las emisiones y aceleren su respuesta.

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