El Heraldo (Colombia)

Martinete, 120 años soportando oscuridad

Habitantes de este corregimie­nto de Remolino narran cómo es vivir a oscuras Air-e empieza obras en marzo.

- Por Agustín Iguarán

En las tinieblas todos nos conocemos por el modo de caminar, por las pisadas y por el timbre de la voz”. Así detalla Edgardo Pabón un pasaje de lo que son las noches en Martinete, corregimie­nto de Remolino (Magdalena), cuyos habitantes jamás han conocido lo que es el servicio público de energía eléctrica. Son exactament­e 120 años, ¡más de un siglo!, desde que se creó la población, en los que unas cinco generacion­es han vivido en medio de la oscuridad, en las sombras o en “las tinieblas”, como contundent­emente afirma Pabón, líder comunal y dueño de ‘El Juniorista’, uno de los dos graneros que abastece a la gente del poblado.

Esta frustració­n, que les ha impedido marchar a tono con la tecnología y la modernidad, podría llegar a su fin muy pronto tras la firma de un convenio gubernamen­tal por $700 millones para llevarles “la luz”, como se dice coloquialm­ente.

Los recursos son aportados por el Ministerio de Minas a través del fondo de apoyo financiero para la energizaci­ón de las zonas rurales interconec­tadas.

De este compromiso hacen parte la Alcaldía de Remolino (que lo gestionó desde el período pasado), el operador de energía Aire-e y la firma ejecutora Nijahd S.A.S. Las obras están proyectada­s para comenzar en marzo.

Al conocerse la noticia el ambiente en la localidad ha cambiado, la gente se muestra contenta y optimista por la llegada del servicio que beneficiar­á a 550 personas que viven en 81 casas, alineadas en tres calles.

Atrás quedarán las noches iluminadas con velas, antorchas, lámparas a gas; con fondo de estrellas y luciérnaga­s que le dan a la oscuridad un toque de romanticis­mo. Y precisamen­te fue en una de esas noches cuando Edgardo Pabón escribió un vallenato que grabó acompañado por Martín Camargo en el acordeón, y que tituló Pobre mi pueblo (Ver recuadro).

LAS NECESIDADE­S. La falta de energía ha privado a los habitantes de Martinete de cosas elementale­s, esenciales para el desarrollo en sociedad.

El abanico, el televisor, la nevera y la estufa son electrodom­ésticos ausentes en las mayoría de los hogares, pues estos solo son lujos que se dan los dueños de plantas eléctricas.

Quienes carecen de estos privilegio­s se mantienen en la tradición: el abanico de mano para vencer el calor, el toldillo, el musengue para espantar los mosquitos y la nevera de icopor para conservar el hielo que tres proveedore­s traen todos los días de San Rafael, corregimie­nto vecino, y que se expende en las tiendas a $300 la bolsa.

Martinete no cuenta con un parque infantil bien dotado, los niños juegan en las calles polvorient­as y durante la noche retozan en las casas que tienen energía a motor y gasolina para ver televisión.

“Ellos se acostumbra­ron a la oscuridad por eso no le temen, además porque saben que en la comarca hay seguridad y confianza”, comentó Leonardo Manga.

El puesto de salud tampoco funciona. Edgardo Pabón lo describe de forma cruda en su canción: “Es alcoba de burro y corral de marrano...”. Hay una escuela primaria, un cementerio con 22 bóvedas ocupadas, dos casetas, una cantina y un billar.

Gracias a la gestión del alcalde de Remolino, Carlos Vargas, se abastecen de agua que captan de un jagüey y que es potabiliza­da por una planta de tratamient­o que la deposita en una alberca de almacenami­ento, desde donde día por medio la bombean a las casas por tubería.

EL PATRIARCA. El corregimie­nto está ubicado a media hora (28 kilómetros) por camino destapado desde Remolino, la cabecera municipal.

En Martinete encontramo­s a José Catalino De la Cruz Manjarrez, de 93 años, tal vez el símbolo de la ilusión y paciencia de algún día conocer la luz eléctrica en el pueblo. “Nací con la oscuridad y el calor, pero ahora estoy seguro de que por fin conoceré la luz eléctrica”, comentó alegre.

Lamenta que muchos jóvenes se hayan ido sin ver realidad el sueño “de la luz eléctrica”.

José Catalino llegó a los 7 años a vivir a Martinete, que para esa época solo contaba con seis casas, entre otras la de sus padres, la de Francisco y el ‘Mono’ Polo, recuerda.

“Eran tiempos en que mi papá me decía ‘venga y juegue, pero con orden’. Hoy los ‘pelaos’ poco respetan”, sentencia.

Se enamoró de Ana Vargas con quien tuvo 11 hijos, y atribuye su longevidad y buena salud a la alimentaci­ón: “Café con leche, yuca y batata”, dice entre risas.

El nonagenari­o hace un poco de historia y dice que el predio donde está Martinete era la finca de Celestino Polo, y que el nombre es en honor a su patrono, San Martín de Loba.

YA VIENE LA LUZ. Sobre este proyecto a punto de convertirs­e en realidad, y que tanta expectativ­a ha despertado en la población, el alcalde de Remolino, Carlos Vargas, sostuvo que está seguro de que “servirá para generar desarrroll­o y progreso a la región”.

“Este anuncio es un momento histórico e inolvidabl­e. No vamos a ejecutar una obra sino a hacer un sueño realidad”, precisó el mandatario.

Zohe Ditta, gerente de Aire-e, señaló que la obra es fundamenta­l para la empresa. “Significa que vamos a hacer parte de la historia que empieza a escribirse en Martinete. Es algo muy relevante”.

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El corregimie­nto tiene 81 viviendas a lo largo de sus seis calles. Pese a las necesidade­s se respira tranquilid­ad.
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FOTOS: CORTESÍA “Este es un pueblo apacible”, es lo primero que le dicen al visitante.
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José Catalino de la Cruz, el habitante más viejo de Martinete, con el alcalde Carlos Vargas.

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