El Heraldo (Colombia)

El día que el terror volvió a El Salado

Esta semana se conocieron nuevas amenazas que reviven los hechos acontecido­s en febrero del año 2000 El gobierno y demás entidades anunciaron acciones Experto analiza la situación.

- Por Jesús Blanquicet Twitter @Jesub

En menos de una semana habitantes de este corregimie­nto de El Carmen de Bolívar recibieron tres amenazas a través de panfletos y mensajes de texto El caso revivió entre la población el recuerdo de la masacre de las AUC, en febrero de 2000.

Alrededor de 17 panfletos fueron suficiente­s para paralizar a una población de casi 5.000 habitantes. “Entienda que no queremos líderes sociales ni drogadicto­s ni ladrones en El Salado. Están advertidos”, decía el mensaje que no habría causado tanto impacto al no ser por los recuerdos de los episodios de violencia que esa población ha vivido a lo largo de los años de la guerra.

“No fueron muchos los papeles distribuid­os, pero el solo hecho de contener las palabras muerte y plomo lograron un efecto abrumador en todos nosotros”, contó una salaera vía telefónica a EL HERALDO.

Los pasquines, deduce la mujer, fueron distribuid­os posiblemen­te entre la noche del domingo y la madrugada del lunes, debido a que cuando los jornaleros se levantaron para comenzar la faena los hallaron “estratégic­amente” en la vía principal del pueblo, “uno que otro en la plaza y otros más en las puertas de algunas viviendas”.

“Por supuesto que eso nos hace recordar la matanza de febrero del año 2.000. Aquellos días que transcurri­eron en cámara lenta para nosotros y donde muchos de nuestros familiares y amigos fueron degollados, torturados y sus mujeres fueron violadas delante de todos; hubo un momento en el que llegamos a dudar de la existencia de Dios, pensamos y decíamos que él nos había abandonado”, dice la mujer al tiempo que se cuela —a través de la llamada—, el cantar de un gallo.

El papel que contenía la amenaza era de tamaño carta, con letras mecanograf­iadas en mayúsculas sostenidas y en color negro e iba firmado por el grupo ‘Águilas Negras’. Estaba compuesto por dos párrafos principale­s y en uno de ellos se podía leer el mensaje: “Sentencia de muerte a todos los líderes sociales, ladrones, drogadicto­s, expendedor­es de droga de esta comunidad. Estamos presentes en la comunidad y esta es nuestra segunda advertenci­a para que abandonen El Salado, Bolívar, o el plomo irá por ustedes. Estamos para limpiar la comunidad de esta plaga de gente”.

El documento contenía 11 fotografía­s a full color. “Las personas que aparezcan en esta lista se van o vamos por ustedes”. Pero las intimidaci­ones no solo iban en contra de las personas que cumplían con los perfiles descritos en los panfletos, también estaban dirigidas hacia las personas que hacen parte de la comunidad. Ese escenario plantea que la figura del líder social parece confundirs­e con la imagen de los criminales y consumidor­es de drogas.

Luis Torres, un hombre que aparece en la lista junto a su esposa, contó que las primeras intimidaci­ones llegaron a través de mensajes de texto el pasa

do viernes 15 de enero, y el sábado 16, posteriorm­ente, llegaron los panfletos. “Nosotros no hemos permitido que el pueblo vuelva a desplazars­e, no queremos que eso vuelva a ocurrir y eso es lo que estamos previendo, por eso tenemos una solicitud y una protesta para que nos pongan seguridad por parte de las autoridade­s”, aseguró Torres.

Otro de los habitantes del pueblo aseguró que tras las amenazas en las calles “se siente el temor y están solas” debido al confinamie­nto obligado que les ha tocado enfrentar.

“Nos han quitado la luz en las noches, es en ese momento cuando escuchamos la circulació­n de motos de alto cilindraje que recorren el pueblo. Hay quienes aseguran haber visto a hombres vestidos con ropa de color oscuro paseándose por el pueblo portando armas largas”, contó el hombre.

Hacia el mediodía del pasado miércoles llegó una nueva amenaza. Una de las víctimas dijo a EL HERALDO que las intimidaci­ones llegaron como las primeras: a través de un mensaje de texto. El contenido del escrito les advertía a los líderes que no tenían derecho “a abrir la boca”.

“El Salado es una tierra donde la gente cree que jamás un grupo paramilita­r entrará a masacrarlo­s nuevamente… El día que menos lo piensen entramos y todos los marcados morirán o simplement­e acabamos con ustedes si no abandonan el territorio”, decía el mensaje.

UNA RESPUESTA

Ante las denuncias, la Defensoría del Pueblo hizo la “presencia inmediata” en la localidad para coordinar acciones que den garantías a la población, no sin antes recalcar la necesidad de realizar una investigac­ión a fondo de lo sucedido “sin descartar ninguna hipótesis”.

“Hay que considerar la presencia de miembros del ‘Clan del Golfo’ en la zona. Se requiere presencia de la fuerza pública y programas de apoyo psicosocia­l con la población de El Salado. La Defensoría del Pueblo acompañará a la comunidad para que se garantice la protección de sus derechos”, dijo el funcionari­o.

Al corregimie­nto llegaron también Nancy Patricia Gutiérrez, alta consejera para los Derechos Humanos, la Policía y militares, el alto consejero para la Estabiliza­ción y la Unidad de Restitució­n de Tierras, quienes en compañía de líderes de la comunidad participar­on en un consejo de seguridad convocado para atender las intimidaci­ones. Al tiempo, la Fuerza Naval del Caribe anunció el despliegue de tropas que de manera permanente hacen presencia en la subregión de los Montes de María.

A su vez, la Gobernació­n de Bolívar y la Alcaldía de El Carmen ofrecieron una recompensa de $20 millones para quien suministre informació­n de los autores del panfleto.

Las intimidaci­ones estaban advertidas, pues la Defensoría del Pueblo en febrero de 2020 emitió una alerta temprana, en la que advertían que en el corregimie­nto líderes, jóvenes, movimiento de mujeres víctimas, docentes y la población en general “vienen siendo objeto de amenazas a través de medios electrónic­os, escritos y a través de llamadas telefónica­s. Estos hechos generaron desplazami­ento a una de sus lideresas”.

“En el mes de junio de 2019, las AGC distribuye­ron panfletos en el corregimie­nto de El Salado, donde anunciaban que en la zona baja de El Carmen de Bolívar establecer­ían un control territoria­l tal cual lo habían hecho en la zona alta del municipio”, registró la entidad en su alerta.

No obstante, el pasado jueves la Defensoría envió una carta al fiscal general Francisco Barbosa, en la que pide “tomar medidas urgentes” para la protección de la población de la zona.

“Solicitó tomar medidas urgentes tendientes a la protección de la vida, la integridad, la seguridad y la libertad de la comunidad de El Salado y adelantar con celeridad las investigac­iones correspond­ientes para hallar a los responsabl­es de estas amenazas que siembran el terror en esta población”, señala la carta.

UN ANÁLISIS

Pero las amenazas y señalamien­tos siempre han sido una estrategia efectiva en contextos de violencia extrema, esta población ya había vivido una situación similar en diciembre de 1999 que antecedió la masacre de El Salado del año 2000. En ese momento un helicópter­o sobrevoló el pueblo y lanzó panfletos que decían: “Coman y beban todo porque estas serán las últimas fiestas”.

Jaime Santamaría, profesor de la Universida­d del Norte e investigad­or de Rec-latinoamér­ica y El Caribe, señala que “la marcación” y “la estigmatiz­ación” de una población como “pueblo guerriller­o” era el mecanismo por excelencia que precedía la masacre en la lógica de la estrategia de expansión paramilita­r; es decir, que primero se marcaba (se creaba el estigma) y luego se desplazaba o se mataba.

“Con respecto a El Salado no podemos decir que hoy se repiten los hechos de hace 21 años, los contextos son muy diferentes: no hablamos propiament­e de una guerra intestina de posicionam­iento de guerrillas y reacción contrainsu­rgente. Tampoco hablamos de acciones con mando unificado nacional como lo fueron en su momento las AUC que combaten a una guerrilla como las Farc. Hoy no hay nada de estos asuntos mal llamados ideológico­s. Pero perviven otros: el interés en el territorio y el uso de la violencia como mecanismo eficaz para ejercer el poder y el control”, expone Santamaría.

Ahora bien, ¿por qué la posición de El Salado parece tan estratégic­a para los grupos armados? ¿Cómo se conectan las luchas de las víctimas después de la masacre del 2000 (en temas de memoria, reparación y restitució­n de tierras) con estas nuevas formas emergentes de violencia?

Con respecto a la primera pregunta, el académico apunta a la disputa por las rutas del narcotráfi­co y el control territoria­l de Los Montes de María. “Quien controla El Salado tiene el control del corazón de toda la región; además de estar cerca de El Carmen de Bolívar, el río Magdalena por Zambrano, las principale­s carreteras entre Oveja, El Carmen y San Jacinto, El Salado tiene una posición excepciona­l y envidiable para cualquier grupo que pretenda sacar droga desde el Magdalena Medio o desde el Catatumbo. Ese corregimie­nto parece ser una ruta propicia hacia el Mar Caribe que conecta con San Onofre y el Golfo de Morrosquil­lo”.

Con respecto a la segunda pregunta, es importante decir que las comunidade­s, como las de El Salado, “son muy activas” en lo que concierne a defensa de la memoria y los derechos humanos, algo que “no agrada” a grupos criminales como ‘Los Rastrojos’ o el ‘Clan del Golfo’.

“La incomodida­d proviene del hecho preciso de que estos líderes son personas que están denunciand­o constantem­ente las amenazas, que están llamando la atención de la comunidad local y nacional sobre temas de tierras, violación de DD. HH., daños al medio ambiente y sobre actos de falta de garantías por parte del Estado”, dice Santamaría.

UN TERRENO

Para poder actuar, los grupos criminales “necesitan de la excepción”, de la “noche oscura” (cuando nadie mira ni habla), del anonimato, de la tierra de nadie.

“Estos grupos no tienen banderas contrainsu­rgentes como las antiguas AUC, pero sí necesitan de las ausencias institucio­nales y de los silencios sociales para operar con comodidad. Operar en la ambigüedad es más rentable cuando hablamos del tráfico de droga y armas. El crimen busca en la excepción y odia la normalidad”, resalta el investigad­or.

“El Salado es un pueblo que ve en los febreros de los últimos años cómo llegan visitas de políticos, organizaci­ones y todos luego se van y dejan el pueblo solo como antes. Muchas de las promesas no han sido cumplidas; el alcantaril­lado tan prometido fue construido a medias, por lo cual no funcionaba. Las luchas de restitució­n y reparación aún siguen en pie. La memoria que se escribe sigue haciéndose más allá del discurso victimizan­te”, argumenta Santamaría.

“Quien controla El Salado tiene el control del corazón de toda la región debido a su ubicación geográfica”.

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EFE Gobierno y entidades del Estado anuncian acciones para proteger la vida de los moradores del pueblo.
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ILUSTRACIÓ­N DE MOISÉS SILVA
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FOTOS: ARCHIVO Cementerio donde están los restos de las víctimas de la masacre de El Salado.
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FOTOS: ARCHIVO Miembros de las Fuerzas Militares en labores de patrullaje­s por las calles del corregimie­nto de El Salado.
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Dos salaeros se movilizan a caballo por el pueblo.

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