Salud mental
El pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental. Año tras año en esa fecha se ratifica el compromiso global de crear conciencia acerca del papel que esta cumple como componente integral y esencial de nuestra salud.
La salud mental es el estado de bienestar en el que logramos un equilibrio entre nosotros y nuestro entorno sociocultural, permitiéndonos desarrollar toda nuestra capacidad individual y colectiva de pensar, manifestar sentimientos, interrelacionarnos y gozar de la vida. Si disfrutamos de ella podemos hacerle frente al estrés normal de la existencia y trabajar de forma productiva, contribuyendo al desarrollo de la sociedad.
Muchos factores sociales, psicológicos y biológicos determinan la salud mental. Cambios sociales rápidos, enfermedades orgánicas, condiciones de trabajo inadecuadas, discriminación de cualquier tipo, entorno familiar o comunitario violento y violaciones de los derechos humanos, entre otros, la afectan de diferentes maneras a nivel personal y colectivo, por lo que el concepto de saludable mentalmente termina siendo subjetivo y culturalmente determinado.
Los seres humanos debemos cuidar nuestra salud mental todos los días. Su atención no la podemos diferir hasta que aparezcan trastornos clínicos evidentes. Debemos esforzarnos por comprender y valorar lo amplio de su concepto, ocupándonos de promoverla, protegerla y recuperarla con acciones al interior de nuestro entorno familiar, especialmente si en él tenemos miembros en edades en las cuales el desarrollo psicológico nos hace más vulnerables ante épocas tan extremadamente angustiantes como la que vivimos.
En consonancia con lo anterior, recientemente varias organizaciones de profesionales estadounidenses han llamado la atención acerca del impacto negativo que se ha generado en la salud mental de sus niños y adolescentes durante el transcurso de la pandemia por covid-19. Para ellos, el drama que vivieron en 2018, cuando el suicidio fue la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes de 10 a 24 años, puede empeorar en los siguientes años. La crisis pandémica ha afectado la seguridad y estabilidad de muchas familias. Algunas cifras muestran que más de 140.000 niños norteamericanos perdieron un cuidador primario y/o secundario y que el grupo más pobre de la sociedad se ha visto afectado de manera desproporcionada.
En Colombia algunos datos preliminares muestran que la magnitud del impacto negativo de la pandemia en la salud mental de nuestros niños y adolescentes no difiere mucho de la descrita en el país del norte. Por lo anterior necesitamos de manera urgente implementar medidas en nuestro sistema de salud similares a las sugeridas por los expertos de EE. UU. para mitigar los daños.