El derecho a la pensión
Ese día noté a la mulata cariñosa y pensativa. Décadas con nosotros como asistente en salas de cirugía y esa mañana sus pupilas juguetonas estaban tristes. Pasados los 56 años conservaba aún el firme alineamiento sagital de su columna vertebral. Recordaba con nostalgia la época del colegio en el Urabá antioqueño, en Reinado Escolar y en representación del Cauca ganó la corona. No tengo dudas: debió ser una morena exuberante, torcaza bronceada por el volcán de lodo. Decidió venirse para Bogotá, estudió con sacrificios, alcanzó a pulmón el título de auxiliar de enfermería. Se nos olvidaba su nombre y todos en las salas de cirugía la conocíamos como Miss Cauca.
Estos talentos, el recurso humano, son fundamentales en el cuidado y bienestar de los pacientes. Desempeñan funciones que la enfermera profesional no alcanza y su competencia suple muchas de las necesidades en los pisos de hospitalización.
Las escalas salariales de este grupo son bajas y haciendo cálculo, respetando su privacidad, no creo que alcance 1,5 salarios mínimos vigentes a su jubilación. Miss Cauca miraba lejos y con preocupación había escuchado propuestas alarmantes, populistas, de modificar la pensión. Oía en el transporte hablar de los dos sistemas: el de prima media o el de ahorro individual y más confundida quedaba. Ajeno a esto tenía la certeza que el ahorro de toda su vida, guardado en un fondo de pensiones, si lo modificaban no alcanzaría para su supervivencia. Hemos olvidado a este profesional sanitario que es parte integral de nuestro equipo y el estado tiene la obligación de protegerla.
Entiendo las pensiones como el ahorro que hacemos toda la vida para apaciguar las vicisitudes que se presentan en la vejez. Miss Cauca recordaba las madrugadas frías para cumplir en el trabajo y gozar, en los años grises, del merecido descanso y tranquilidad cuando llegara el momento de retirarse. El estado tiene la obligación de proteger las pensiones y en ese orden de ideas la Constitución (artículo 48) y sus múltiples sentencias la han defendido. Pero hemos caído en un estado con gerontofobia en donde la protección de los viejos es un eufemismo social que ha suavizado el descuido en que se encuentra este grupo etario.
El bombillo pensional se está apagando y nosotros no hemos tomado la decisión de hacer las reformas que necesita el sistema de seguridad social para que siga alumbrando con justicia nacional.
Negar el aumento en la expectativa de vida es ignorar la realidad de la jubilación y los adelantos del sistema de salud: somos más viejos. Corregir la pensión sin tener en cuenta estos elementos es tratar la fiebre con aspirina sin drenar el absceso, tomar el cultivo y dar el antibiótico matemático Hemos recorrido el trayecto pensional por un camino largo, como las procesiones en Tolú: tres pasos adelante y dos pasos y medio hacia atrás. Así, la marcha es interminable y las propuestas siguen disfrazadas de innovadoras.
En forma similar, irresponsables las propuestas populistas y amenazantes que solo llevan a aumentar los subsidios estatales perversos con la consecuente quiebra fiscal de una nación agonizante.
Diptongo: Seriedad, madurez y responsabilidad pedimos en el tema de las pensiones. No son bocados preelectorales o vías férreas en el aire sin rieles económicos que los sostengan.