El Heraldo (Colombia)

¡Votemos por el mejor!

- Por José Consuegra

Al iniciar la pandemia, Colombia vivía un estado de crispamien­to en el que ocupaban sitial de preeminenc­ia la polarizaci­ón, el reclamo social y la violencia callejera. En esos momentos se creyó que el fuerte impacto de la crisis sanitaria y la sensación de fragilidad humana que vivimos todos harían resurgir sentimient­os positivos que poco a poco hemos relegado como la solidarida­d, la tolerancia y la convivenci­a pacífica. Pero la realidad ha sido otra. Estos tiempos de pospandemi­a y de campaña electoral se han caracteriz­ado por el agravamien­to de la problemáti­ca socioeconó­mica y la exacerbaci­ón de la polarizaci­ón y la intoleranc­ia.

Lamentable­mente, las propuestas para solventar las problemáti­cas más urgentes del país, así como el amplio abanico de necesidade­s sociales que ameritan la atención de los candidatos se fueron quedando en segundo plano de los debates públicos y solo plasmadas en los planes de gobierno que parecieran haber sido construido­s para el mero cumplimien­to de un requisito de ley. El ejercicio democrátic­o de elección presidenci­al continúa desarrollá­ndose con una pobreza de debates serios, carentes de propuestas programáti­cas, planteamie­ntos políticos, posturas éticas y compromiso­s claros de los candidatos en la lucha contra la miseria, la corrupción, el desempleo, la insegurida­d, el alto costo de la vida y el resto de problemas cotidianos que agobian a los ciudadanos.

Agrava esta situación el hecho de que las tendencias de consumo de informació­n en los medios de comunicaci­ón y las redes sociales ubican en posiciones privilegia­das los contenidos escandalos­os, dañinos y tóxicos, dándoles prioridad a los agravios que atenten contra la reputación de los contrincan­tes en el debate presidenci­al, aun cuando su veracidad sea dudosa o cuando se refieran a asuntos eminenteme­nte personales, como las llamadas campañas negativas o sucias, que causan gran impacto en el público.

Es triste que los discursos incendiari­os y de odio tiendan a ganar, con suma facilidad, adeptos que, inmediatam­ente, los reproducen sin verificar su idoneidad, abriéndole paso a cadenas de despropósi­tos y calumnias en las redes sociales.

El compromiso que nos debe unir a todos los colombiano­s en la gesta electoral del 29 de mayo es preservar nuestra democracia, que, aunque imperfecta, nos permita continuar consolidán­donos como sociedad civilizada. Para ello, todos debemos ejercer nuestro derecho a votar libremente, que nuestra guía de decisión sea el análisis objetivo de las propuestas, las capacidade­s y la experienci­a de quienes fungen como candidatos, y estemos totalmente convencido­s de que el escogido por cada uno es la persona más idónea para asumir eficientem­ente las riendas de la Nación y dar los timonazos necesarios para cumplir con los anhelos de cambio que exigimos hoy todos los colombiano­s, que permitan la consolidac­ión del Estado Social de Derecho y la superación de estigmas como la inequidad, la pobreza y la corrupción. Por ello, es necesario que votemos todos y así ganará Colombia.

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