To sir, with love
Ojalá la educación por estos lares tuviera ribetes de aquello que se muestra en la película de finales de los sesenta protagonizada por Sidney Poitier, que conocimos como Al maestro, con cariño, y se refiere a las relaciones sociales e interraciales entre un profesor afroamericano y adolescentes conflictivos de un barrio de clase baja del East End de Londres.
Mejor escenario no se podía plantear para ejemplarizar lo que es el proceso, propósito y finalidad de la educación por encima de cualquier circunstancia: la creatividad del maestro para abandonar los métodos tradicionales y desarrollar nuevas estrategias, versus la rudeza de la grosería y la rebeldía de los jóvenes que, sin embargo, no significan malos sentimientos.
Ya quisiera yo que ese romanticismo basado en la empatía que facilita el proceso enseñanza aprendizaje, que disfruté junto con las personas de mi generación, regresara a las aulas; pues, lo que encuentro en un alto porcentaje en los adolescentes que atiendo por variadas razones, es que tienen un tremendo vacío conceptual y carencia de pensamiento crítico. Peor aún, un bajísimo porcentaje lee y la gran mayoría tiene problemas con la comprensión lectora. Preocupante.
A todos les advierto que no tienen entrenamiento como lectores para la universidad y que pueden perder el primer semestre, como ha sucedido en más de una ocasión, si no se pellizcan el cerebro. Por tal razón, les recomiendo ejercicios neuróbicos antes de entrar a la universidad con, al menos, 10 libros, así sean de Anime. A los pocos que leen se les nota.
Desde hace algún tiempo viene desapareciendo de manera gradual hasta la eliminación total un letrero que ostentaban algunas paredes de la ciudad y decía “Barranquilla, ciudad educadora”. Es una paradoja que debe llamarnos a revisar lo que está sucediendo con la educación en nuestro medio, como el mejor homenaje que podemos hacer a los educadores.
Es indudable que se trata de un proceso muy complejo que demandaría de las autoridades locales y nacionales un esfuerzo enorme para devolver al sitial de honor que le corresponde a esa educación por la que antes sacábamos pecho y hoy preferimos mirar para otro lado para no aceptar su deterioro y seguir chapaleando en el charco de la ignorancia conceptual y autocrítica. Eso es doloroso.
Por eso este reconocimiento tardío al día del maestro, pues son muchas las tareas pendientes y poca la iniciativa de las autoridades educativas para corregir la enorme cantidad de defectos de nuestra educación actual atiborrada de irregularidades que arrojan bachilleres con un mínimo de preparación con la que aspiran a una carrera universitaria y, posteriormente, ocupar cargos de dirigencia en nuestra sociedad.
Como complemento, la pandemia nos deja dos años de clases virtuales que fueron desastrosas para una mayoría de hogares en los que ni siquiera tenían forma de recibir esas clases por carencia de medios tecnológicos para atenderlas y aprender.
Al maestro con cariño se convierte en una utopía que puede devenir en distopía.