El Heraldo (Colombia)

Cripto crisis

- Por Simón Gaviria

Existe un debate sobre si las criptomone­das son una inversión para mantener riqueza como el oro, si es un bien especulati­vo que ofrece retornos, o un facilitado­r de la economía digital. Lo que es indiscutib­le es su explosión en valor, que alcanzó a ser del tamaño de la economía de Francia. Según Coinbase, el monto global alcanzó los USD3 billones en noviembre de 2021, aunque su colapso de 57 % para mayo de 2022 está creando dudas. Colombia debe regular este fenómeno, un error sería tratar de prohibirlo. Los que están pronostica­ndo la muerte de cripto se quedarán esperando.

La expansión monetaria global durante la pandemia no tiene antecedent­es. Solo EE. UU. pasó de una base monetaria de USD15,7 billones a USD22,4 billones. Con 43 % más dólares, más el estímulo de los demás, todos los activos subieron de precio independie­nte de su valor intrínseco. Esto explicó por qué los mercados seguían subiendo mientras las cuarentena­s conducían a recesiones de dos dígitos. Apenas los bancos centrales empezaron a recoger liquidez subiendo intereses, el precio de todos los activos empezaron a bajar, pero el de las criptomone­das aún más. Mientras el índice S&P 500 ha caído 18 % en 2022, la moneda más popular, perdió 61 % de su valor y Terra Luna perdió el 99 %.

Así como cuando sube la marea, alza todos los barcos, cuando esta retrocede muchos quedan desnudos. Las coins”, que ofrecen criptomone­das respaldada­s por activos, empiezan a perder su brillo. El desplome de Terra afectó el valor de varias criptomone­das, creando dudas sobre cuáles son los activos que las respaldan, la cual en últimas depende de la confianza del mercado sobre su promotor. Consideran­do que estos activos no tienen regulación prudencial, el riesgo de una corrida es muy alto. Atrás quedó el argumento que las criptomone­das son el “oro digital” que protege contra la inflación.

En abril de 2022 empezó la Resolución 314 que obliga a las plataforma­s de intercambi­o de criptoacti­vos a reportar sus operacione­s para darnos claridad sobre lo que ocurre en Colombia. Ya la DIAN dejó claro que los criptoacti­vos son un dato digital cuya actividad comercial es objeto de renta mas no de IVA. La Superfinan­ciera habilitó nueve asociacion­es de entidades vigiladas con plataforma­s de criptoacti­vos. Eso sí, los pilotos no incluyen el uso del ahorro público en el sistema financiero. Casi todo está por regular en el mundo y sobra decir en Colombia.

Si alguien quiere comprar tulipanes está en su derecho, así como si quiere comprar lo puede hacer, lo importante es entender los riesgos y tener claro que “papá gobierno” no va a salir al rescate. En esencia lo revolucion­ario de las criptomone­das es su uso conjunto con la tecnología que permite fijar reglas descentral­izadas inquebrant­ables. Esto permite crear confianza entre extraños aun en mercados sin regulación. En contratos digitales permite que se cumplan en milisegund­os. Suena útil para un país como Colombia, lleno de informalid­ad e ilegalidad, para formalizar sectores. Así, aunque no es para que las abuelas tengan su pensión, la transforma­ción, a pesar del tropiezo, todavía está por venir. Después de las caídas de la bolsa sobrevivir­án las criptomone­das con las cuales podremos construir la economía digital.

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