No es hora de aventuras populistas
Por cuenta de los vientos de cambio que soplan en América Latina, que han producido modelos fracasados, como el de Venezuela, Colombia no se puede embarcar en aventuras populistas, nacionalistas y abiertamente antidemocráticas. Empezar a transitar este camino se traducirá –sin duda alguna– en pérdidas de libertades individuales y colectivas –entre ellas la libertad de expresión y de empresas– que a la postre solo traerán más caos, corrupción y represión a quienes piensen distinto. El cambio prometido y recibido con ovación por parte de un buen número de electores no puede significar un salto al vacío. Punto. No de otra forma puede interpretarse el hecho de ofrecer programas, planes y proyectos que carecen de viabilidad fiscal. Es decir: son irrealizables. Por bonito que suene, no hay forma de construir trenes elevados entre Buenaventura y Barranquilla. El candidato que así obra lo hace de mala fe porque sabe perfectamente que no podrá cumplir nada de lo que ofrece. Pero también el elector debe saber que respaldar con su voto este tipo de iniciativas es un comportamiento irresponsable, cuyas consecuencias serán nefastas para todo el país, incluyendo ricos y pobres. El votante de hoy debe saber, por ejemplo, cuáles son las consecuencias que tendría para el país la oferta del candidato Gustavo Petro de paralizar la exploración de hidrocarburos en el país. Ilustrarse sobre esa materia –más allá de la rabia contra los ricos o del legítimo deseo de que haya cambios– es su responsabilidad, pues debe saber que su ejercicio democrático de votar tiene consecuencias.