Votar con sensatez
En uno de los videos históricos que se conservan de Hitler antes de subir al poder se le ve vociferando –que era lo normal en él- ante una multitud enardecida con sus palabras que lo aclama con furor. El Führer, como quedó su nombre para la historia, sabía cómo hablarle a una población que estaba desesperada con la situación política y con la pesada carga de compensaciones e indemnizaciones, llamadas reparaciones, que las potencias vencedoras, ¡cuánto triunfalismo!, le habían impuesto a Alemania derrotada en la Primera Guerra Mundial.
A la población alemana la habían predispuesto para volver a incendiarse como pasó en efecto cuando Hitler ya era canciller del Reich y empezó el siguiente acto de la tragedia que fue la Segunda Guerra Mundial. Con la capacidad teatral que tenía el Führer para movilizar multitudes se mantuvo en el poder bastante tiempo para hacer el daño que hizo. Y aunque parece a primera vista que él era quien sabía utilizar el discurso político para arrastrar masas, si uno lo ve con más detenimiento fue la masa la que a su vez quería oír lo que el Führer le decía y gritaba desde el podio. Desde el púlpito vale decir, porque lo que se formó fue una nueva religión, la fascista, que escuchaba a su guía con el fervor propio de las sectas religiosas.
La opereta del fascismo se reprodujo en Italia con Mussolini, aunque en circunstancias políticas y culturales diferentes. Y ha proseguido con cambios de libreto y partituras en muchos regímenes que después ha habido con actores distintos hasta nuestros días como pasa en diversos países inclusive europeos donde la lección no se ha aprendido. El fascismo no es solo ideología de extrema derecha, como han propagado, también lo es del radicalismo de izquierda. Ambas corrientes de extremos engendran el autoritarismo, una de sus características más agudas y destructoras.
Volviendo a las motivaciones que hay detrás, el autoritarismo de las religiones políticas se alimenta del hambre de los pueblos que son atraídos por las ilusiones que se les prometen, no importando que sean mentiras, falacias, ficciones que sus partidarios no van a desenmascarar. Se les promete con discursos a los pueblos los que estos quieren oír. Las muchedumbres no razonan porque son eso, muchedumbres, y solo la agitación colectiva es la que las mueve. Como en el cuento del flautista de Hamelín, los ratones corren detrás arrastrados por el encanto de la música que les pongan así esta los lleve al abismo, a la muerte misma. Son las notas musicales a las que están habituados sus oídos.
La filósofa Hannah Arendt pensaba que la esperanza y el temor desbocados están más inclinados a engendrar autoritarismos salvadores. Parece contradictorio: las raíces del autoritarismo se hallan en el individuo que se siente desamparado de un padre que lo saque de su condición y está dispuesto a ser dominado sin percibir que es él mismo quien alimenta una posición irracional y emocional que estimulan los líderes. Muy pertinente lo que dice Arendt para votar con sensatez en las elecciones de este domingo.