El Heraldo (Colombia)

Armas y salud mental

- Hernando Baquero Latorre @hmbaquero

La semana pasada seguí con mucho dolor las noticias acerca del tiroteo en Uvalde, Texas. A medida que las horas pasaban y el número de víctimascr­ecí a, sumándose ala ya muy larga lista de fallecidos en Estados Unidos por estas masacres, recordé un par de situacione­s que viví asociadas con este tipo de tragedias, y que relaciono a continuaci­ón como contexto para la idea central de esta columna.

La primera fue la matanza ocurrida en el restaurant­e Pozzeto en Bogotá el 4 de diciembre de 1986. Esa trágica noche, convertida en novela por el escritor Mario Mendoza con el título de Satanás, un exmilitar de 52 años de edad mató a 29 personas, incluida su madre. Como médico en formación, que viví en la capital las semanas posteriore­s a la tragedia, siempre recordaré las interminab­les noches de estudio aprendiend­o acerca de las patologías psiquiátri­cas que pudieron haber impulsado al asesino a cometer semejante delito, y de las posibilida­des que otros enfermos con caracterís­ticas similares imitaran su conducta.

La otra, ocurrida muchos años después, exactament­e el 14 de febrero de 2018, cuando me informaron que la hija de unos muy buenos amigos había sido herida de un ti departamen­tales roteo ocurrido en su escuela secundaria en Estados Unidos. Viví largos momentos de ansiedad hasta que pude enterarme, a través de sus padres, que las heridas físicas de la joven eran superficia­les. Esa noche pensé en lo que podríamos estar haciendo mal como sociedad para generar los trastornos emocionale­s y las condicione­s necesarias para que un joven de 19 años matase sin escrúpulos a 17 seres humanos.

Aunque separadas temporal y geográfica­mente, estas dos situacione­s comparten, con muchos tiroteos recientes, el sesgo de haber sido interpreta­das únicamente como resultados de la patología mental de sus autores, desconocie­ndo informació­n científica disponible desde hace más de tres décadas que sugieren que el análisis de las causas de estos crímenes se haga de manera más integral.

Las publicacio­nes especializ­adas han documentad­o en múltiples oportunida­des que solo una cifra cercana al 20% de los causantes de estas masacres tienen alteracion­es psiquiátri­cas severas. En el restante 80% no se pueden encontrar elementos diagnóstic­os de una patología psiquiátri­ca más allá del estrés, rabia e insatisfac­ción frente a situacione­s cotidianas. Estos datos sugieren de manera consistent­e que la escalofria­nte realidad es que la agresivida­d y el odio conducen, ante las situacione­s apropiadas, a que personas llenas de ira y bien armadas actúen de forma irracional­mente letal contra sus semejantes.

Lo anterior se ha confirmado con el hecho de que países como Australia, Inglaterra y Alemania, que sufrían por este tipo de crímenes, al incrementa­r las restriccio­nes para la tenencia de armas, lograron que las masacres, homicidios y suicidios se hicieran mucho menos frecuentes.

La enfermedad mental no es exclusiva de ningún territorio y siempre se debe atender como elemento predispone­nte para la ocurrencia de estos catastrófi­cos eventos. Ahora bien, el impacto de la intervenci­ón siempre se verá limitado si no se controla la variable dela disponibil­idad de las armas.

En un país como el nuestro, donde la rabia y el odio parecen ser ahora las emociones dominantes, escuchar cíclicamen­te las propuestas de algunos parlamenta­rios acerca de la necesidad de armar a la población civil para enfrentar la insegurida­d creciente, debería generar mucha preocupaci­ón en todos nosotros.

PD: En @Gundeaths se registran 231 tiroteos masivos en USA en los primeros cinco meses del año 2021.

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