Esta es Colombia, Pablo
Así inicia un poema de Jorge Rojas en el que describe a Pablo Neruda nuestra bella patria; expresión vulgarizada para denotar la indolencia frente a los sinsentidos y contradicciones de la realidad colombiana –es que somos así–, alborotados en el tramo final de la campaña electoral.
Los saltimbanquis que antier vitoreaban a Uribe y defendían la Seguridad Democrática que golpeó al narcoterrorismo, ayer vitoreaban a Santos y defendían el Acuerdo con las Farc, que les garantizó impunidad y desató al narcotráfico, y hoy vitorean a Petro y defienden el progresismo comunista que siempre rechazaron.
Con Santos a la sombra, llegaron Roy, Benedetti, Prada como jefe de campaña, Murillo, traicionando a Fajardo; Rivera y Griselda Restrepo, y mientras escribo, Alejandro Gaviria proclama a Petro como “la opción de cambio más responsable, institucional y liberal” ¡Háganme el favor!, y aunque se declara preocupado por su posición sobre salud y economía, y su peligrosa ineficacia, al final, como buen tránsfuga, se declara ¡coherente!
Todo un coro de veleidad política arropada en la frase prestada de Santos de que “solo los estúpidos no cambian de opinión”, muy cierta, pero de lo que no puede cambiar un político decente es de principios y valores, de ideología, pues quien no la tiene busca agradar a todos al vaivén de sus oscuros intereses, la esencia del populista.
Santos fue el maestro, elegido con los votos de un programa que traicionó, luego se declara enemigo de la reelección, pero después de la suya, pues él era indispensable para esa paz que solo está en el papel de un Acuerdo que nos dejó, además, el sinsentido de instituciones espurias.
La comisión que escarba cementerios buscando a unas víctimas sí y a otras no; la que busca la verdad de unos y se traga la mentira de otros, y la justicia acuciosa con los militares e indolente con las Farc. La audiencia sobre secuestro, suspendida a pedido de los criminales-senadores por falsas amenazas, dejó ver la intención de no hacerle ruido a un Petro desesperado.
Ayer lleva a Piedad al Senado y hoy la proscribe. Ayer le hace venia a Gaviria para ganarse a los liberales, pero hoy lo devuelve a neoliberal y enemigo. Los que lo siguen son patriotas, quienes lo rechazan son “uribistas” enemigos de la paz. Se declara defensor de la mujer, pero sus seguidores no ahorran procacidad para agraviarla. Recibe el apoyo de las Farc, el ELN y las mafias, que obligan a votar por él, pero las rechaza en público, y lo peor, como Chávez hace veinte años, jura que no es comunista. ¡Pa’ creerle!
Esta es Colombia, Pablo. ¡Qué Dios la proteja!, y Dios lo hará con nuestros votos.