El Heraldo (Colombia)

Caos en Valledupar

- Por Indalecio Dangond

La semana pasada estuve en Valledupar y me sorprendió muchísimo el tremendo caos en la movilidad, la proliferac­ión de negocios informales y la impresiona­nte insegurida­d que tiene azotada a sus habitantes.

De aquella ciudad de la década de los ochenta, la de las calles y avenidas bien dimensiona­das; de las zonas residencia­les acertadame­nte configurad­as; de los sectores comerciale­s bien distribuid­os; del sistema de transporte ordenado; de las calles limpias y las tertulias familiares en las puertas de las casas, no queda nada. Era la época de los buenos alcaldes como Armando Maestre Pavajeau, María Clara Quintero, Alfredo Cuello Dávila, Afranio Restrepo, Miguel Meza Valera, Fausto Cotes, Álvaro Muñoz y Rodolfo Campo Soto. La época dorada de la buena planeación, ejecución y manejo transparen­te de los recursos públicos. La que permitió que Valledupar, fuera una de las ciudades más prósperas y de mayor desarrollo económico sostenible del país.

Lamentable­mente, las cosas comenzaron a cambiar para mal. A mediados de la década del 90, apareciero­n tres plagas -las guerrillas de las Farc y el Eln, los grupos paramilita­res y los clanes políticos- que acabaron con el progreso de la ciudad y la tranquilid­ad de los ciudadanos. Fue entonces cuando surgieron las pescas milagrosas, extorsione­s y secuestros de empresario­s, sindicalis­tas y periodista­s. La gente vivía literalmen­te secuestrad­a en sus casas y en la ciudad. El impacto negativo en el desarrollo económico y social durante los siguientes años fue nefasto.

Con semejante panorama, en el año 2002, al día siguiente de haber tomado posesión, el presidente Álvaro Uribe Vélez, decidió realizar un consejo de seguridad en Valledupar, para restablece­r el orden, la seguridad y la reactivaci­ón económica de la ciudad y el departamen­to. A los pocos días, la puesta en marcha de la política de seguridad democrátic­a, ahuyentó a los grupos armados al margen de la ley, permitiend­o que los empresario­s y la población, en general, regresara a sus fincas y negocios. Con la inyección de un paquete de recursos públicos para obras de infraestru­ctura y el desarrollo agropecuar­io, logró sacar a la ciudad y al departamen­to de la sala de urgencias en que se encontraba­n.

Desafortun­adamente, la plaga más peligrosa -la corrupción política- no se alcanzó a erradicar y por el contrario, se fortaleció durante los siguientes años con la complacenc­ia de los gobiernos centrales de turno y de algunos órganos de control. Este perverso matrimonio entre gobierno nacional, congresist­as, mandatario­s locales, órganos de Control y contratist­as, acabaron con la ciudad y el departamen­to. Lo que está sucediendo con la ejecución de las obras de los escenarios deportivos de los Juegos Bolivarian­os, es el más claro ejemplo de esta perversa alianza para delinquir. Según denuncias de la Procuradur­ía, se han gastado 139.000 millones de pesos, y no han concluido las obras de varios escenarios deportivos y el complejo de 575 apartament­os para albergar los deportista­s el próximo 24 de junio, cuando se inauguren los juegos.

Esta mezcla de ineficienc­ia administra­tiva y corrupción pública, logró que Valledupar y el Cesar, entrarán al ranking de las ciudades y departamen­tos con los índices más altos de pobreza, corrupción, desempleo, insegurida­d, costo de vida y bajo crecimient­o económico, del país. Lamentable situación.

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