El Heraldo (Colombia)

“Papá, ¿tú me quieres?”

- Por Ricardo Plata Cepeda rsilver2@aol.com

La pregunta del título se la hizo una niña a su padre ante una disyuntiva que él le planteó: “O te pones la piyama o te doy un correazo” (eran otros tiempos). “Claro, mi amor”, respondió él a la sorpresiva pregunta. “Entonces”, reclamó ella, “¿Por qué no me pones a escoger entre dos cosas que me gusten?”. La lógica era impecable, pero como de Mafalda: “Paren el mundo, no me gusta, me quiero bajar”. La definición infantil del paraíso terrenal podría ser un sitio donde los dilemas tienen siempre dos lados amables. Así no suelen ser las opciones que la vida nos arroja. Un médico en UCI con un solo respirador disponible tiene que decidir a quién colocársel­o, no hay escapes. Esa realidad, menos condescend­iente, es la que pretenden eludir algunos no votando o votando en blanco.

Veamos que dice nuestra constituci­ón al respecto: De una parte, su artículo 258 reza: “El voto es un derecho y un deber ciudadano”. Es uno entre más de medio centenar de derechos que nos concede y uno entre menos de una decena de deberes que nos exige: tenemos que votar. De otra parte, su artículo 190 dice que si en la primera vuelta “ningún candidato obtiene dicha mayoría, se celebrará una nueva votación […] en la que solo participar­án los dos candidatos que hubieren obtenido las más altas votaciones. Será declarado presidente quien obtenga el mayor número de votos”. Es decir, en la segunda vuelta hay que votar por una de dos personas, en ella el voto en blanco contraría el espíritu de la carta.

Llegamos así a cumplir el deber y decidir. Tomemos como criterio para esto la interpreta­ción mayoritari­a de lo sucedido hasta ahora: “Colombia quiere un cambio”. Ambos candidatos representa­n cambios de manera tan clara como diferente. Rodolfo se ingenió un sistema con asideros filosófico­s, novedades tecnológic­as y austeridad zapatoca que arrasó el sistema clientelis­ta tradiciona­l de hacer política en Colombia. Su irrupción genera sorpresa y su victoria retos de gobernanza, pero esa mecánica representa la esencia del cambio contra la corrupción política, el que más reclama el país.

Petro, en ese tema, está asociado con mercenario­s que encarnan, en contraste, la continuida­d de las peores prácticas electorera­s. Lo que sí sería un cambio en nuestra tradición es su pretensión manifiesta de quedarse 20 años en el poder, imitando el autoritari­smo antidemocr­ático de Maduro, Ortega y Putin, conducente a la máxima descomposi­ción institucio­nal: el Estado mafioso, del cual ya Piedad y Roy nos han dado unos anticipos. En el plano económico, su desprecio manifiesto por el libre mercado y la propiedad privada representa otro cambio hacia un sistema socialista donde la economía depende de una gran burocracia inepta y corrupta, que nunca ha dejado de ser un trágico fracaso en los países que han tenido la desventura de ensayarlo; y su ignorancia crasa sobre el carbón, los fertilizan­tes, el petróleo y otros temas lo llevan a asegurar, con pasmosa seguridad, disparates que auguran desastres inevitable­s. Votemos responsabl­emente, sin esguinces.

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