Por el ingeniero
Estas son unas elecciones extraordinarias. Lo son porque uno de los candidatos amenaza el modelo democrático y la economía de mercado. Porque por primera vez en Colombia un candidato de izquierda puede ganar. Porque ambos candidatos tienen rasgos populistas. Porque Uribe no solo ya no determina quien será el presidente sino que su respaldo es políticamente costoso. Porque los partidos políticos, todos, están en crisis. Porque una mayoría ciudadana optó por un “cambio”, aunque no haya ninguna claridad sobre el cambio que se quiere. Porque los asuntos de seguridad y conflicto armado no jugaron ningún papel significativo en las preocupaciones de los electores. Porque tampoco fue “la economía, estúpido”, el eje del debate electoral.
Lo son porque nunca habíamos oído propuestas tan irresponsables e irrealizables, abiertamente demagógicas, como las que hizo Petro. Entre otras, ofreció un tren elevado y eléctrico entre Buenaventura y el Caribe, comprar todo el carbón que producimos, garantizar empleo con salario mínimo a todos los que no lo tienen, construir ciudadelas para todos los militares y policías. Y las que en hipotéticamente podrían hacerse, o no puede financiarse o traerían más desempleo y pobreza, como la suspensión de la exploración y explotación petrolera, la tributaria de 50 billones, los diez mil médicos domiciliarios, los 500 mil pesos para todas las madres cabezas de hogar y los adultos mayores.
Petro quiere un estado gigantesco, con mucha más burocracia y muchos más impuestos que los que hayamos visto nunca. Habría más corrupción, estrangulamiento a los emprendedores, aumento del desempleo y disparo de la pobreza.
Lo son porque nunca habíamos vivido una campaña tan repugnantemente sucia como la del petrismo. Se rodeo de lo más nauseabundo. Su campaña fue una cloaca. Llevó al extremo el todo vale: ofreció beneficios a corruptos, mafiosos, guerrillos, paracos, parapolíticos. Buscó a los Ñoños y a los de la Gata. Aceptó en su campaña mentir, engañar, difamar, injuriar, acudir a los ataques más ruines para destruir a sus competidores.
Estas elecciones también son extraordinarias porque son las primeras en que un verdadero Rodolfo Hernández, tiene altas probabilidades de triunfar. Lo haría sin alianzas con los partidos, sin estructuras políticas, sin dinero, sin casi ninguna propaganda en medios tradicionales.
De Hernández no me gustan que es lenguaraz y boquisucio, su oposición al uso del glifosato, su propuesta de legalizar la marihuana recreacional, el apoyo "al aborto en los tiempos estipulados” y la extensión al Eln del pacto con las Farc. Pero en todos esto la posición de Petro es la misma o peor.
En cambio, aplaudo su discurso anticorrupción y sus propuestas de reducción del estado y de austeridad. Resalto su coherencia y su humildad para pedir perdón por sus errores.
Hernández nos asegura que en cuatro años tendremos de nuevo elecciones, que habrá un compromiso real en la lucha contra los corruptos y un control del gasto público. Tiene una formidable candidata a la vicepresidencia. Y no gobernará con las lacras con que se rodea Petro. En las circunstancias actuales, razones más que suficientes para votar por el ingeniero.