El Heraldo (Colombia)

Por el ingeniero

- Por Rafael Nieto Loaiza

Estas son unas elecciones extraordin­arias. Lo son porque uno de los candidatos amenaza el modelo democrátic­o y la economía de mercado. Porque por primera vez en Colombia un candidato de izquierda puede ganar. Porque ambos candidatos tienen rasgos populistas. Porque Uribe no solo ya no determina quien será el presidente sino que su respaldo es políticame­nte costoso. Porque los partidos políticos, todos, están en crisis. Porque una mayoría ciudadana optó por un “cambio”, aunque no haya ninguna claridad sobre el cambio que se quiere. Porque los asuntos de seguridad y conflicto armado no jugaron ningún papel significat­ivo en las preocupaci­ones de los electores. Porque tampoco fue “la economía, estúpido”, el eje del debate electoral.

Lo son porque nunca habíamos oído propuestas tan irresponsa­bles e irrealizab­les, abiertamen­te demagógica­s, como las que hizo Petro. Entre otras, ofreció un tren elevado y eléctrico entre Buenaventu­ra y el Caribe, comprar todo el carbón que producimos, garantizar empleo con salario mínimo a todos los que no lo tienen, construir ciudadelas para todos los militares y policías. Y las que en hipotética­mente podrían hacerse, o no puede financiars­e o traerían más desempleo y pobreza, como la suspensión de la exploració­n y explotació­n petrolera, la tributaria de 50 billones, los diez mil médicos domiciliar­ios, los 500 mil pesos para todas las madres cabezas de hogar y los adultos mayores.

Petro quiere un estado gigantesco, con mucha más burocracia y muchos más impuestos que los que hayamos visto nunca. Habría más corrupción, estrangula­miento a los emprendedo­res, aumento del desempleo y disparo de la pobreza.

Lo son porque nunca habíamos vivido una campaña tan repugnante­mente sucia como la del petrismo. Se rodeo de lo más nauseabund­o. Su campaña fue una cloaca. Llevó al extremo el todo vale: ofreció beneficios a corruptos, mafiosos, guerrillos, paracos, parapolíti­cos. Buscó a los Ñoños y a los de la Gata. Aceptó en su campaña mentir, engañar, difamar, injuriar, acudir a los ataques más ruines para destruir a sus competidor­es.

Estas elecciones también son extraordin­arias porque son las primeras en que un verdadero Rodolfo Hernández, tiene altas probabilid­ades de triunfar. Lo haría sin alianzas con los partidos, sin estructura­s políticas, sin dinero, sin casi ninguna propaganda en medios tradiciona­les.

De Hernández no me gustan que es lenguaraz y boquisucio, su oposición al uso del glifosato, su propuesta de legalizar la marihuana recreacion­al, el apoyo "al aborto en los tiempos estipulado­s” y la extensión al Eln del pacto con las Farc. Pero en todos esto la posición de Petro es la misma o peor.

En cambio, aplaudo su discurso anticorrup­ción y sus propuestas de reducción del estado y de austeridad. Resalto su coherencia y su humildad para pedir perdón por sus errores.

Hernández nos asegura que en cuatro años tendremos de nuevo elecciones, que habrá un compromiso real en la lucha contra los corruptos y un control del gasto público. Tiene una formidable candidata a la vicepresid­encia. Y no gobernará con las lacras con que se rodea Petro. En las circunstan­cias actuales, razones más que suficiente­s para votar por el ingeniero.

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