“A la gente hay que creerle”
Colombia tiene por primera vez presidente de izquierda, resultado que debe ser acatado, pues no podemos ser demócratas solo cuando el dictamen de la democracia nos favorece. El presidente electo es Gustavo Petro y alrededor de esa realidad debemos concentrarnos para que, dentro de lo posible y de los propósitos del nuevo gobierno, el país no se detenga.
En estos días he recordado el consejo sencillo –la sabiduría siempre es sencilla– de Álvaro Gómez Hurtado: “A la gente hay que creerle”. Él lo hizo cuando aceptó presidir la Constituyente del 91 con un miembro del grupo ilegal que lo había secuestrado, el M-19; al que perteneció el presidente electo.
“A la gente hay que creerle”, y Petro, así como se comprometió con la Reforma
Rural Integral del Acuerdo Fariano, acorde con su posición sobre la tierra y el desarrollo rural, temas que discutimos hace años para constatar que teníamos visiones diferentes, pero coincidíamos en el objetivo de recuperar el campo y su potencial para el desarrollo, también ha convocado a concertar.
En efecto, Petro, que tomó prestado de Álvaro Gómez su “Acuerdo sobre lo fundamental”, proclamó que su gobierno será de concertación…, y “a la gente hay que creerle”. La democracia no es unidad ni unanimismo, y por ello el disenso es su esencia, para construir, desde visiones encontradas, nuevos consensos en beneficio de la sociedad.
Coincidimos en que en el campo se concentra la pobreza y, aunque disentimos en las causas y soluciones, nos une la urgencia de cerrar la brecha y potenciarlo como generador de riqueza a partir de la producción de alimentos, aprovechando las ventajas del trópico y la condición de potencia hídrica y biodiversa.
Coincidimos en que la industrialización es necesaria, pero no es nuestro fuerte, frente a países con 200 años de Formación Bruta de Capital Fijo desde la Revolución Industrial, y con delantera inalcanzable en Ciencia y Tecnología. La vocación agropecuaria de Colombia no es una frase, sino una gran oportunidad.
Coincidimos en gravar la tierra improductiva, pero con grandes diferencias sobre el concepto de productividad, que solo se fija en el tamaño y desconoce la condición de actividades como la ganadería y las carencias de infraestructura para la producción agropecuaria, frente a las cuales la ganadería es más adaptable.
Al final, si la actitud es de concertación, Fedegán está dispuesto a confrontar visiones y buscar consensos frente a un objetivo común, con independencia y respeto, sin perder de vista los derechos y expectativas de los ganaderos, pero atendiendo el consejo de mi mentor: “A la gente hay que creerle”. Y ahí estaremos.