El Heraldo (Colombia)

El Cisne Negro

- Por Simón Gaviria

Un hecho inesperado, un evento al margen de la distribuci­ón, algo tan improbable como la dolarizaci­ón de facto del país vecino; la decisión de EEUU de repensar su relación con Venezuela, con tal de conseguir más petróleo, un cisne negro.

A pesar de no existir cifras confiables, se estima que con el fin de la hiperinfla­ción se incrementó en un 20% la economía venezolana. Si EEUU levanta las sanciones y existe una fuente confiable de pago, lo mejor para Colombia sería normalizar sus relaciones comerciale­s con Venezuela. Es hora de reconocer que el bloqueo actual no dio los resultados esperados. Reabrir ofrecería un dividendo económico inesperado para Colombia. Hoy nuestras exportacio­nes son de bienes básicos, pero si retomamos, el comercio aumentaría en valor agregado.

Han pasado 15 años desde el pico de comercio con Venezuela, el cual fue superior a los US$7.200 millones. Si bien, parte de ese monto, entre 20042007, fue un arbitraje cambiario, las exportacio­nes colombiana­s alcanzaron los US$1.200 millones. En contraste, el intercambi­o en 2020 fue de tan solo US$222 millones, Colombia exportó US$195 millones y Venezuela US$26 millones; sobra decir que, en la porosa frontera de 2.219km existe un comercio informal que aumentaría el dato oficial, pero la caída es evidente.

La intromisió­n política en la economía, los altos impuestos y la falta de inversión causaron el deterioro del aparato productivo en Venezuela. Se causaron niveles altos de desemasien­tos pleo, según el FMI fueron de 58,7% en 2020; al mismo tiempo, la deuda oficial, según el Banco Mundial, supera los US$188.000 millones, sin incluir PDVSA y canjes con China y Rusia; la producción petrolera es la más baja de los últimos 70 años, con menos de medio millón de barriles; sin hablar del racionamie­nto de bienes básicos causado por la quiebra de fincas y empresas. Venezuela no produce y necesita comprarlo todo.

El principal socio comercial de Colombia es EEUU, pero su énfasis, exceptuand­o unos temas puntuales, es minero-energético; productos como el carbón y el petróleo representa­n cerca del 65% del total de las exportacio­nes. Por su parte, Venezuela no solo necesita manufactur­a y servicios, sino que ofrece mejores márgenes. La liberaliza­ción cambiaria estabilizó la inflación que superaba el 5.000.000%, lo cual, en conjunto con un petróleo por encima de US$120, va a crear un aumento de demanda. Si EEUU elimina las restriccio­nes y permite inversión, la bonanza será aún mayor.

Colombia está lista para vender de todo, pero hay que reconstrui­r cadenas logísticas. Debe preverse un plan para identifica­r plantas de producción complement­arias al déficits venezolano­s y fomentar lazos comerciale­s con importador­es y comerciali­zadores. Hay que priorizar los proyectos viales de Barranca-bucaramang­a-pamplonacú­cuta y la vía de Sogamoso a Pamplona, e incluso pensar en pasos fronterizo­s en La Guajira o en una vía marítima desde puertos del Caribe.

En Norte de Santander y Arauca, donde la frontera es viva, normalizar el comercio sería una gran bondad, pero los efectos se sentirían tan lejos como Manizales y Cali. La oportunida­d no solo es en término de bienes, las empresas colombiana­s pueden ser proveedora­s de servicios. Ojalá este cisne negro, pase a muchas personas del rojo al negro.

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