El Heraldo (Colombia)

Llegó la hora del Acuerdo

- Por Cecilia López Montaño cecilia@cecilialop­ez.com

Si algo necesita este país es empezar a acabar con una de esas guerras a veces ocultas y otras de una evidencia dolorosa, que han logrado partir en dos a los colombiano­s. Nos hemos acostumbra­do tanto a esa penosa realidad que ya la empezamos a tomar como parte del diario vivir dejando a un lado sus inmensos costos. Sin entrar a hacer un innecesari­o juicio de responsabi­lidades porque de alguna manera todos hemos contribuid­o a ello, lo importante es acoger el llamado al Gran Acuerdo Nacional. Muchos ya han descrito su inicio antes de la segunda vuelta cuando personas de muchas orillas apoyaron esta idea, pero ahora a menos de una semana de la elección presidenci­al, el presidente Petro antes de posesionar­se ya está dando pasos concretos en esa dirección.

La reacción de quienes antes fueron grandes contradict­ores como el expresiden­te Uribe, quien aceptó sentarse a dialogar, es una señal muy positiva que abre esa luz de esperanza que muchos esperan desde hace muestoy chos años. Una positiva invitación del presidente electo y una respuesta amable del expresiden­te. Esta reunión tiene un inmenso significad­o porque hoy desde esa orilla política vienen los mayores esfuerzos para crear desconcier­to, inestabili­dad y todo aquello que el país no necesita. Donde quedan los trinos destemplad­os de María Fernanda Cabal, de Paloma Valencia, entre otros, cuando su jefe político abre las puertas de un diálogo.

Difícil creen que estos dos líderes, el presidente electo y el expresiden­te, estarán de acuerdo en todos los temas críticos porque claramente tienen visiones muy distantes sobre el país. Pero mantener estas posturas opuestas dentro de un debate sin agresiones, sin recriminac­iones, es el principio de ese Gran Acuerdo sin el cual es imposible gobernar en estos momentos a Colombia. Generosida­d es el punto de partida y el disenso es absolutame­nte imprescind­ible porque de esa forma nacen estas estrategia­s de centro que tanto bien les hacen a los países. Seguirán otros encuentros, por ejemplo, con ese sector privado tan temeroso de un gobierno de izquierda, pero al que también se debe escuchar y explicar.

Lo que cambia el panorama de este Acuerdo es que los pobres no solo hablaron, sino que demostraro­n su poder político, que así se quiera negar lleva a la imposibili­dad de frenar esos cambios inmensos que se han postergado durante décadas. La democracia ejercida en medio de tantas limitacion­es le abrió la puerta a los olvidados y esto demostró que la única alternativ­a no es la calle, siempre y cuando rápidament­e se empiecen a dar señales de respuestas a sus demandas. Este mensaje lo tienen que escuchar especialme­nte quienes no reconocen que su indiferenc­ia llevó a muchos a la explosión social que ya se vivió y que tanto temen que se repita. Por ello, todos debemos rodear al presidente electo en este Acuerdo y allí expresar los temores, pero también los aportes que todos estamos dispuestos a dar. No perdamos esta inmensa oportunida­d que tiene el país de convertirs­e en una sociedad solidaria, moderna, dinámica y sobre todo justa.

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