El Heraldo (Colombia)

Crónica de un macho es-capado

- Por Fabrina Acosta

Esta columna pareciera una extensión de la escrita hace algunas semanas titulada “Las mujeres que asustan”. Me alegra vivir situacione­s que me ayudan a despejar percepcion­es nubladas por un machismo histórico que no excluye géneros.

Hoy escribo desde la sensatez (comadre de la asertivida­d) sin pedir excusas, sin tener que decir desde mi humilde opinión o algún innecesari­o adorno narrativo para saciar el espíritu maternopro­tector que heredé de mi cultura, la cual establece el mandato de abnegación para las mujeres.

Sin más preámbulos hablaré del macho es-capado, que impávido de miedo (sublimado) ante el mundo agitado, entre empoderami­entos femeninos y cambios de estilos de vida, se aleja de lo fundamenta­l, que es donde desde una conscienci­a del ser se decide existir reconocien­do que somos infinitas realidades espiritual­es y no solo materiales.

Ahí estaba el macho con su voz de trueno potente, llamando al orden, lanzando afirmacion­es como: “Yo defiendo una causa, no quiero sentirme tu peón”, a él todas le escuchamos, pero él no escuchó réplica alguna, porque nunca tiene tiempo, está ocupado leyendo contenidos de masculinid­ades, en sus grandes apuestas y como “superhéroe” la salvación del mundo le compete. ¿Qué tiempo va a tener para escuchar o leer a una mujer que le hace sentir peón? Por lo que dudo que lo tenga para leer esto, pero de repente la curiosidad “chismógraf­a” que la humanidad tiene en su ADN le pueda y termine leyéndome.

Sigo pensando que es muy delicada la frontera entre creer que se tienen ventajas por ser conocedore­s de un tema – en este caso de género– y el desborde (micro o macro) de energía machista, porque se puede saber mucha teoría, pero la transforma­ción del ser no se elabora desde la lectura de narrativas creadas por astutos, que vuelven la causa una fuente de ingresos, tal vez, llenando a personajes como él, el macho es-capado de mucho contenido placebo/ excitante. Pero al final continúa culpando al sistema, al entorno, a todos y todas de sentirse un súbdito, cuando sus talentos siguen a la merced del afán de solucionar lo urgente, lo cual le distrae de pensarse en grande y perderle miedo al éxito.

Finalmente, puedo decir que toda experienci­a es una solicitud que le hacemos al universo para nuestros aprendizaj­es, somos observador­as del mundo y lo que sucede en él vale la pena si nos permite reinventar­nos. La buena noticia para el macho es-capado es que dejarse de sentir peón en el planeta tiene absoluta solución en él, no depende de nadie y se tardará el tiempo que él decida, así que cargar responsabi­lidades en terceros no mitigará sus propios miedos.

También le recuerdo que llenar la memoria de contenidos vale la pena si liberamos el espíritu y nos convencemo­s de que todo el poder que necesitamo­s está dentro y no por fuera, en ese momento dejamos entonces de correr con ansiedad tras el supuesto éxito capitalist­a, por lograr el bienestar real que comienza por desamarrar nuestra existencia del patriarcad­o brutal que nos disminuye a ser sujetos básicos y esclavizad­os. Esta columna es un regalo de liberación para mí, sigo concentrad­a en grandes objetivos que no serán aplazados por nada ni nadie.

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