Crónica de un macho es-capado
Esta columna pareciera una extensión de la escrita hace algunas semanas titulada “Las mujeres que asustan”. Me alegra vivir situaciones que me ayudan a despejar percepciones nubladas por un machismo histórico que no excluye géneros.
Hoy escribo desde la sensatez (comadre de la asertividad) sin pedir excusas, sin tener que decir desde mi humilde opinión o algún innecesario adorno narrativo para saciar el espíritu maternoprotector que heredé de mi cultura, la cual establece el mandato de abnegación para las mujeres.
Sin más preámbulos hablaré del macho es-capado, que impávido de miedo (sublimado) ante el mundo agitado, entre empoderamientos femeninos y cambios de estilos de vida, se aleja de lo fundamental, que es donde desde una consciencia del ser se decide existir reconociendo que somos infinitas realidades espirituales y no solo materiales.
Ahí estaba el macho con su voz de trueno potente, llamando al orden, lanzando afirmaciones como: “Yo defiendo una causa, no quiero sentirme tu peón”, a él todas le escuchamos, pero él no escuchó réplica alguna, porque nunca tiene tiempo, está ocupado leyendo contenidos de masculinidades, en sus grandes apuestas y como “superhéroe” la salvación del mundo le compete. ¿Qué tiempo va a tener para escuchar o leer a una mujer que le hace sentir peón? Por lo que dudo que lo tenga para leer esto, pero de repente la curiosidad “chismógrafa” que la humanidad tiene en su ADN le pueda y termine leyéndome.
Sigo pensando que es muy delicada la frontera entre creer que se tienen ventajas por ser conocedores de un tema – en este caso de género– y el desborde (micro o macro) de energía machista, porque se puede saber mucha teoría, pero la transformación del ser no se elabora desde la lectura de narrativas creadas por astutos, que vuelven la causa una fuente de ingresos, tal vez, llenando a personajes como él, el macho es-capado de mucho contenido placebo/ excitante. Pero al final continúa culpando al sistema, al entorno, a todos y todas de sentirse un súbdito, cuando sus talentos siguen a la merced del afán de solucionar lo urgente, lo cual le distrae de pensarse en grande y perderle miedo al éxito.
Finalmente, puedo decir que toda experiencia es una solicitud que le hacemos al universo para nuestros aprendizajes, somos observadoras del mundo y lo que sucede en él vale la pena si nos permite reinventarnos. La buena noticia para el macho es-capado es que dejarse de sentir peón en el planeta tiene absoluta solución en él, no depende de nadie y se tardará el tiempo que él decida, así que cargar responsabilidades en terceros no mitigará sus propios miedos.
También le recuerdo que llenar la memoria de contenidos vale la pena si liberamos el espíritu y nos convencemos de que todo el poder que necesitamos está dentro y no por fuera, en ese momento dejamos entonces de correr con ansiedad tras el supuesto éxito capitalista, por lograr el bienestar real que comienza por desamarrar nuestra existencia del patriarcado brutal que nos disminuye a ser sujetos básicos y esclavizados. Esta columna es un regalo de liberación para mí, sigo concentrada en grandes objetivos que no serán aplazados por nada ni nadie.