El Heraldo (Colombia)

¿Exportar a Venezuela?

- Por Nicolás Renowitzky nicoreno@ambbio.com.co

Por estos días el nuevo gobierno reanudó relaciones diplomátic­as con Venezuela y está promoviend­o también el reinicio de las relaciones comerciale­s con nuestro vecino país. Hasta hace más de 25 años tuve interesant­es experienci­as con Venezuela en varios campos, y aunque hoy las condicione­s son totalmente opuestas, creo que relatar lo sucedido en ese entonces, en uno solo de esos frentes, puede orientar a quienes estén planeando aprovechar esta ocasión que se presenta más como una incógnita que como un reto.

Tan pronto el entonces presidente César Gaviria anunció su recordada Apertura Económica, aproveché lo que ya conocía de Venezuela y preparé un viaje por carretera. Mi propósito era el de investigar con la industria venezolana para conocer productos ideales para importar a Colombia. Visité las industrias más representa­tivas de ese país, pero en ese análisis incluí también la siguiente pregunta: ¿Qué le interesarí­a que yo les ofreciera desde Colombia? La reiterada respuesta fue cajas de cartón corrugado para nuestros productos. Resulta que había solo dos empresas productora­s: Venepal y Smurfit de Venezuela, y sus clientes no estaban conformes con esos proveedore­s. Si yo podía ofrecerles cajas de buena calidad, buenos precios y entregas oportunas, estarían dispuestos a combinar cajas venezolana­s con colombiana­s. Así que había que conseguir un proveedor confiable, ojalá en Barranquil­la, y no podría ser Cartón Colombia S.A., porque era de la misma filial extranjera que la venezolana.

Diagonal al aeropuerto, en Soledad, funcionaba Empaques Industrial­es Colombiano­s, EIC, constaté que no exportaban sus productos. Para esa época, por los lados de San Andresito, en el centro y en diferentes puntos de la ciudad, se ofrecían productos venezolano­s de contraband­o, mantequill­a Mavesa, aceite comestible Coposa, cerveza Polar, aceites lubricante­s Maraven y Lagoven, y muchos más. Recogí cajas usadas y las llevé como muestras a EIC para que me las cotizaran en dólares, y con Transporte­s Sánchez Polo averigüé los valores de fletes en tractomula a Maracaibo, Barquisime­to, Valencia, Caracas, etc. Ya con valores en dólares y cajas de muestra producidas por EIC, visité esas industrias y la acogida fue inmediata. Excelente calidad y precios competitiv­os abrieron ese mercado que se mantuvo hasta que comenzaron las dificultad­es para cobrar.

Un domingo de cada mes, salía de mi casa a las 6 a. m. llegando a Caracas a las 9 p. m. hora colombiana, 10 de la noche hora venezolana. Lunes y martes visitaba los clientes en la capital y sus alrededore­s, Los Teques, Las Tejerías, La Victoria, Maracay, etc., el miércoles Valencia, ciudad industrial por excelencia, jueves Acarigua y Barquisime­to, y el viernes las refinerías Maraven, Pequiven y Corpoven en el complejo petrolero de Punto Fijo. Ya el sábado atendía los clientes de Maracaibo, para llegar rendido esa noche a mi casa en Quilla. ¡Tirando timón!

Logramos un importante porcentaje de ese mercado, con un tráfico de tractomula­s que superaba a cualquier otro exportador. Fue una época dorada del comercio binacional, hasta que comenzaron los inconvenie­ntes con los cobros porque el gobierno vecino no le facilitaba a los industrial­es las divisas para cumplir sus pagos. Eso afectó una cartera muy abultada, que solo lograron solventar productore­s de origen extranjero, Cargil, Pepsi, Plum Rose, etc., y obligó a EIC a suspender exportacio­nes a Venezuela. Ahora habrá que vender de contado.

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