El Heraldo (Colombia)

Despidos en el BID

- Por Simón Gaviria

Al finalizar la época de Luis Alberto Moreno al frente del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), la escogencia del estadounid­ense Mauricio Claver rompió la tradición de presidenci­as de América Latina en la entidad. Sin pena ni gloria fue el tránsito del despedido funcionari­o, su promesa de ofrecer agresiva inversión de EE. UU. no se materializ­ó. En el acto de “lagartería” diplomátic­a más notable de la historia reciente, Colombia fue el primero en adherir y, a pesar de esto, perdió notable influencia. Ya que pronto empezará la selección de un sucesor, se debe volver a elegir un latinoamer­icano con buena relación con EE. UU., el papel del BID es demasiado importante en el desarrollo de la región, como para quedar paralizado en un debate antiyankee.

Hay tradicione­s en la diplomacia económica que aunque no están escritas se cumplen, el Banco Mundial lo lidera siempre un estadounid­ense mientras que el Fondo Monetario un europeo. En contraste con la diplomacia común donde cada país ejerce un voto, en la económica los votos van en proporaudi­ovisual ción a los aportes financiero­s de cada país. En el BID el presidente siempre era latinoamer­icano con el vicepresid­ente viniendo de EE. UU. Las vicepresid­encias relevantes pertenecía­n a los mayores aportantes de la región, entre ellos Colombia. Bajo la saliente administra­ción nos fue mal, no tuvimos vicepresid­encia.

El presidente Trump rompió la lógica histórica para que el BID por primera vez lo liderara un estadounid­ense, su asesor del Consejo de Seguridad, Mauricio Claver. Con una narrativa anti-china, la promesa fue que EE. UU. comenzaría un nuevo capítulo con América Latina en el que el BID sería el eje central para estrechar los vínculos económicos. No solo Claver contaba con el apoyo de la bancada cubano-americana de ambos partidos, sino que sería el campeón de los países pequeños.

Claver se presentó como el requisito para lograr que el Congreso de EE. UU. aprobara una capitaliza­ción adicional del BID. Con estos recursos frescos, la entidad ampliaría su portafolio crediticio a mejores tasas y daría más cooperació­n. Claver cerraría espacio a empresas mandarinas gracias a la alternativ­a de financiaci­ón competitiv­a de empresas de EE. UU. en América Latina. Nada de esto ocurrió. Para la frustració­n de muchos, las empresas chinas aumentaron su participac­ión en la adjudicaci­ón de obras financiada­s por el BID, la más notable el metro de Bogotá. Con la victoria de Biden, sostener un americano de Trump no estaba saliendo bien para nadie.

Al margen de los líos de faldas y los incremento­s de salario a su compañera sentimenta­l, la coyuntura de nueva elección del BID llega en un momento turbulento. América Latina dio un giro hacia la izquierda con la posibilida­d de que se acentué con la victoria de Lula en Brasil. Aun así, debe ser posible un acuerdo regional con una administra­ción demócrata que comparte las preocupaci­ones de cambio climático e inclusión social. La tesis del pasado según la cual para ser de izquierda o social demócrata hay que ser anti-yankee no necesariam­ente tiene que imponerse. La coyuntura da para sacar un candidato de la Alianza del Pacífico. Alicia Bárcena, de México, suena muy bien. Con la presidenci­a de Sergio Diaz-granados en la CAF, no podemos tener candidato, pero sí volver a ser influyente­s.

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