El Heraldo (Colombia)

El presbítero que desde Barranquil­la logró sacar a flote su lado más humano

Monseñor Víctor Tamayo betancourt, obispo auxiliar emérito, se constituye en un referente católico de la ciudad con múltiples muestras de entrega y servicio.

- por Keyla ospino vargas @Keylaospin­ov

Un camino que continúa dejando huella en la historia religiosa del Atlántico es el que ha recorrido monseñor Víctor Tamayo Betancourt, obispo auxiliar emérito de Barranquil­la, quien ha logrado marcar un precedente que se refleja en la más genuina representa­ción del servicio.

El levantamie­nto de más de 20 parroquias y el liderazgo de innumerabl­es obras sociales evidencian su desbordant­e solidarida­d, aquella capaz de transforma­r a los sectores más vulnerable­s de la ciudad a través de sus iniciativa­s.

Ha bautizado, casado y ungido con los santos óleos a un sinnúmero de habitantes en el departamen­to, a los que siempre recibe con una cálida sonrisa y disposició­n fervorosa de atender cada una de sus necesidade­s.

“Servicio es estar dispuesto a atender todas las necesidade­s del prójimo. Todos los hermanos que caminan conmigo y necesitan algo deben estar seguros de que estamos correspond­iéndoles a sus necesidade­s”, expresó monseñor Tamayo en diálogo con EL HERALDO.

Para el presbítero, la razón de ser en la vida de todos los seres humanos debería estar encaminada en el servir. Una acción que decidió emprender cuando pisó suelo barranquil­lero.

“Desde que decidí venir a Barranquil­la asumí esa disponibil­idad de estar al servicio de los necesitado­s. Quise que en todo momento la vida mía sirviera a las necesidade­s del prójimo”.

En su andar se vislumbra el amor de un foráneo montañero que halló en las aguas de Barranquil­la su mejor tripulació­n para navegar en la misión que Dios le encomendó con su prójimo.

“Lo que más he gozado en Barranquil­la es la generosida­d de la gente. Barranquil­la es la respuesta constante que uno necesita”.

La gran misión de todos

Monseñor Tamayo alude este acto a la tarea que todo ser humano debe llevar a cabo desde cada ámbito y cada talento, escenarios en donde debe primar la vocación de servicio hacia los demás.

“La gente necesita estar atenta siempre para recibir algún servicio siempre y conociéndo­le las necesidade­s al prójimo se puede estar dispuesto a servirle”.

Pese a no gozar de la misma lucidez de años atrás. Hoy, ad

portas de cumplir 85 años (el próximo 20 de julio), el presbítero continúa preservand­o aquella preocupaci­ón por el bienestar de los demás sin distinción de clases sociales, raza o credo.

“Lo que más me ha gustado es que la gente está confiada en que pueden tocar a mi puerta que siempre estará abierta para que ellos sientan la alegría y yo sienta también la respuesta de ellos”.

Su mejor respuesta es la sonrisa de los fieles y la gratitud infinita que a él le atribuyen. No espera nada a cambio de lo que por pasión realiza. Es por ello que espera que la satisfacci­ón sea el mejor regalo de todos aquellos que también quieren vivir para servir.

“Cada uno debe estar muy dispuesto a mirar a su alrededor para poder dar la respuesta constante sin esperar otra cosa que la satisfacci­ón propia”.

Y es que con su llegada, los atlanticen­ses sabían que no se trataba de un sacerdote cualquiera, iban a presenciar a un edificador de iglesias y gestor de labores sociales. Alrededor de ellas se reúnen puestos de salud, escuelas, comedores sociales y canchas deportivas.

El religioso es un ‘currambero’ más y, haciéndole honor a ello, en 1999 el Concejo Distrital le otorgó el título de Ciudadano de Barranquil­la y lo adoptó como hijo preclaro y benemérito.

“Me considero un barranquil­lero más. Lo que la gente me entrega y me dice es lo que me mantiene siempre alegre y dispuesto a seguir aquí”.

Ese es monseñor Tamayo, para quien la generosida­d nace del corazón y la vocación de servicio debe dejar una huella indeleble.

La razón de ser de nuestra vida debería ser la de servir. Es nuestra misión estar dispuestos a las necesidade­s del prójimo”.

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Fotos Jeisson Gutiérrez Monseñor Víctor Tamayo Betancourt, obispo auxiliar emérito de Barranquil­la, a sus 85 años de edad.|
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Monseñor Tamayo en la misa que presidió el pasado martes.
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