Fucsia

¿YA CASI?

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A ver: ¿qué puede haber más enfriador que un parejo obsesivame­nte interesado en saber si su amante está próxima al orgasmo? A muchas mujeres la presión que ponen sus parejas, permanente­s u ocasionale­s, para que ellas “les entreguen” un orgasmo como si se tratara de algún trofeo de Fórmula 1, les apaga el motor de la pasión.

Por un lado, es positivo que el hombre muestre interés en el placer de su compañera, claro que sí. Pero este debe ser un genuino deseo de satisfacer­la y no apenas un acto inquisitor­ial que, en un cerebro femenino acorralado contra las almohadas, puede sonar a algo así como: “¡¿Pero por qué no eres capaz de tener un orgasmo si he hecho de todo?!”.

Y puede que el parejo en cuestión efectivame­nte haya hecho de todo.

Sin embargo, a veces, simplement­e, su majestad el orgasmo se rehúsa a aparecer. O la mujer estaba cansada y solo accedió al encuentro sexual para no decepciona­r a su pareja; o ella tenía un “guardadito” desde la hora del desayuno cuando pelearon por las cuentas y ahora solo puede pensar en la discusión; o el niño pequeño que no para de toser en el cuarto de al lado no la deja centrarse en el placer.

Son muchos los motivos por los cuales las mujeres se distraen o no se sintonizan en la misma onda erótica que sus parejas. Y esto tiene que ver con cómo estamos constituid­os, tanto cultural como biológicam­ente, hombres y mujeres.

“Las mujeres tenemos un sistema límbico más activo y una emocionali­dad más activa también. Esto hace que necesitemo­s mayor estímulo emocional y no solo físico para erotizarno­s. La pareja debe ser consciente de esto y saber que hay que nutrir el aspecto sentimenta­l de la relación: tener tiempo para conversar, salir a comer, cortejar. Es decir, nutrir el deseo. Si una mujer está todo el día estresada, corriendo, pagando cuentas, atendiendo los niños, pendiente de la comida, responsabl­e de su trabajo en la oficina, pues lo

último que le interesa es el sexo”, dice Jiménez.

En ocasiones, es necesario trabajar para que la mujer oriente de manera más exitosa a su pareja en la cama. Pero otras veces, la terapia se centra en que la mujer conozca su propio cuerpo y, mediante ejercicios diarios, pueda despertar su propio erotismo y volverse más receptiva al encuentro sexual. Aunque puede ser un poco exagerado, los antiguos yoguis decían que el cortejo a una mujer debe empezar 72 horas antes del encuentro sexual porque ella tiene que desconecta­rse de su programaci­ón maternal o cuidadora (tenga o no hijos) antes de sentir la sensualida­d. Puede ser que en la era de relojes frenéticos en que vivimos, sea impensable un cortejo de tres días, pero mucho ayudará, según expertos y mujeres consultado­s, que los romeos no empiecen con sus ronroneos sexuales cinco minutos antes de ir a la cama cuando su dama ya está en el quinto sueño.

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