EL ASESINATO DE GIANNI VERSACE
la serie, que forma parte de la segunda entrega de American Crime Story, se centra en la muerte del diseñador más famoso de los años noventa y la historia de su verdugo.
UN RECORRIDO por la Casa Casuarina, la mansión ubicada en Ocean Drive 1116 de Miami Beach que perteneció al famoso diseñador italiano, marca el inicio de la segunda entrega de la serie de Ryan Murphy para FX, basada en el libro Vulgar Favors: Andrew Cunanan, Gianni Versace and the Largest Failed
Manhunt in the US History, de la periodista Maureen Orth. Esta también es la excusa para mostrar algo de lo que hizo legendaria a su casa de modas: la medusa, el colorido, las siluetas sinuosas y el brillo sobrecargado, un sutil homenaje al estilo del creador que se ve a lo largo de este episodio y del que hay una que otra referencia en los ocho restantes.
Sin embargo, no se trata de moda. Se trata del crimen y sobre todo del victimario. A partir de este capítulo, Andrew Cunanan, el asesino de Versace, encarnado por Darren Criss –famoso por su participación en la serie Glee–, empieza a dar señales de tener un temperamento obsesivo, mitomanía, delirios de grandeza y un oscuro historial sexual, aun cuando no se sabe a ciencia cierta si alguna de estas desencadenó la seguidilla de asesinatos que terminó con la muerte del diseñador.
En la serie tienen un par de encuentros antes del brutal asesinato, que ocurrió en las primeras horas de la mañana del 15 de julio de 1997 frente al portón de Casa Casuarina. Es más, la casa Versace no autorizó el libro en el que se basa la serie ni participó en el guion, y en un comunicado de prensa afirmó que esta solo podía ser entendida como un trabajo de ficción.
Lo cierto es que la investigación de Orth está compuesta por más de 400 entrevistas y las perspectivas de miles de páginas de informes policiales. A partir de materiales y testimonios verídicos la periodista cuenta la historia completa del asesino del modisto, sus víctimas involuntarias y el mundo adinerado y hedonista en el que vivían.
Pero más allá de la muerte del diseñador hay una historia quizá más oscura: la homofobia cultural y los prejuicios que retrasaron la búsqueda del asesino por las fuerzas de seguridad y lo que John Koblin, periodista de
The New York Times, denomina “la vergüenza del armario”: la notable dificultad de ser abiertamente gay en la década de los noventa.