Fucsia

CUENTOS VESTIDOS

La segunda publicació­n de la periodista y escritora Cristina Valdés Lezaca aborda los vestidos como disparador­es de la memoria.

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- ¿Cómo surgió la idea del libro? CRISTINA VALDÉS (C. V.):

Este libro surge como parte de un proyecto que empecé a trabajar con la escritora colombiana Yolanda Reyes, en un diplomado de escritura infantil y juvenil de la Universida­d Autónoma de Barcelona, del que ella es profesora titular con la asignatura ‘El oficio de escribir’. Empecé a trabajar el cuento

La jardinera de la vergüenza, que inicialmen­te se llamó Jardinera azul de pana, porque es un recuerdo imborrable y no tuve que hacer mucho esfuerzo para que vinieran a mi memoria acontecimi­entos que marcaron mi adolescenc­ia. Y así empecé a trabajar en la estructura del libro, que narra historias en las cuales el eje central o hilo conductor es el vestido que tenía puesto la protagonis­ta del cuento el día que le pasó algo particular que marcó su vida.

- ¿Por qué la ropa? C. V.:

Porque para mí cada prenda evoca una parte de mi historia, una época de mi vida. La ropa me permite viajar en el tiempo; es el antídoto contra el olvido. Al evocar una prenda evoco tam- bién todo el entorno, las personas, las circunstan­cias en que la usaba. Si quiero acordarme de un día específico, recuerdo qué vestido tenía puesto y de inmediato fluye la memoria. La ropa también es eso: evocación.

- ¿Qué prenda le recuerda su infancia?

C. V.:

Un pantalón de bota ancha y pepas color amarillo y naranja. Lo recuerdo porque en muchas fotos de mi niñez aparecíamo­s mi hermana y yo vestidas de forma idéntica con esos pantalones. Ella se veía alta y espigada y yo rechonchit­a pero feliz. Cómo será que hasta me acuerdo de que los usaba con una cartera de pepitas amarillas y zapatos negros de charol.

- ¿Qué prendas ha mantenido consigo por los recuerdos e historias que tienen detrás? C. V.:

Durante años guardamos en la casa de mis padres el vestido de primera comunión, el cual fue hecho para mi hermana y que luego heredé yo. Blanco, con bordados de encaje. Por un tiempo guardé también el vestido con el que me casé y que era una bata de flores con un cinturón morado que terminaba en un adorno en forma de flor. Pero luego de mi separación decidí donarlo. Guardo aún los delantales que usaron mi abuela y mi tía maternas, así como un pañuelo bordado de mi madre.

- Si pudiera resumir su vida en una prenda de vestir, ¿cuál sería? C. V.:

Una chaqueta de pana de color habano con gruesos botones cafés. Ha pasado por muchas inclemenci­as del tiempo y ha logrado conservar su forma y su gracia.

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