LAS HEROÍNAS del buen gusto
LAS HERMANAS LILIANA, VERÓNICA, CAROLINA Y MANUELA GÓMEZ BLANCO SON LAS CREADORAS DE LAS HEROÍNAS, UNA CASA DEL BARRIO QUINTA CAMACHO DE BOGOTÁ EN DONDE MEZCLAN LA DECORACIÓN Y EL DISEÑO DE INTERIORES, Y QUE SE CONJUGA CON OTRO NEGOCIO FAMILIAR: UNA POPULAR PANADERÍA.
SE DEFINEN como la versión moderna de las mujercitas de la novelista Louisa May Alcott. Dos son diseñadoras gráficas, una industrial y otra es chef. Todas son creativas y curadoras de lo que venden en su negocio, que más que eso, es una pasión heredada de sus padres. Para ellas, un espacio vacío es el lienzo en el que pueden crear una obra de arte con objetos y muebles, siempre colombianos. Algunos de los sofás y las sillas que crean tienen nombres de mujeres importantes, de heroínas en su época, como Venus, Frida, Evita, Josefina o Antonieta.
Ellas, las hermanas, le ofrecen a Bogotá un concepto integral de diseño de interiores que se ajusta a los gustos y las expectativas de la gente de su generación. No siempre están de acuerdo entre ellas y eso es buen material para sus creaciones. En lo que sí coinciden es en que sus clientes no solo compran simplemente un sofá, o una mesa de comedor, el paquete completo viene con una asesoría para remodelar su apartamento, armar la casa de campo de sus sueños o transformar su oficina, siempre a la medida.
_ ¿Qué las diferencia en este mercado tan competido?
Las Heroínas (L. H.): Siempre innovamos con colecciones únicas y a la vanguardia. Hacemos muebles atemporales. Nunca nos guiamos por lo que está de moda, sino en que los materiales y modelos se adapten a los espacios. Además, hacemos vajillas con la marca Manola. Es una experiencia muy bella entrar al almacén porque ahí mismo está el taller y se puede ver la creación de cada pieza a mano. Por otra parte, nuestra curaduría es muy rigurosa y todo lo que vendemos es exclusivo.
_ ¿Cómo surgió la idea de trabajar juntas?
L. H.: Nuestro padre, Manuel Gómez Caballero, murió hace 14 años. En ese momento, Liliana y Verónica, las mayores, vivían en Barcelona. Carolina estaba comenzando sus estudios de Diseño Gráfico y Manuela estaba en el colegio. Entonces, junto a nuestra madre, Consuelo Blanco, supimos que no nos íbamos a separar por ningún motivo. El primer proyecto juntas fue sacar adelante la panadería de papá, que hoy se llama Buenas Migas. Él nos inculcó el lado comercial y nos enseñó que era mejor saber un oficio que una profesión. Amaba todo lo que pudiéramos producir con nuestras manos.
_ ¿Por qué se llaman así?
L. H.: Realmente no somos ‘las heroínas’. Somos las hijas del héroe que fue nuestro padre. También es un homenaje a aquellas mujeres que han dejado un legado. Es por eso que muchos de nuestros productos evocan el nombre de una mujer que cambió la manera de ver el mundo. Queremos mostrar la diferencia, pues es así que se logra dejar un sello de cambio y autenticidad.
Carolina es experta en el manejo del color y la combinación de texturas.
_ ¿Quién es quién en Las Heroínas?
L. H.: Liliana estudió Diseño Gráfico. Es amante de la imagen, el orden, el buen gusto y los pequeños detalles. Maneja el personal y las redes sociales de la panadería. También es curadora de Las Heroínas y se encarga de las obras civiles de los proyectos grandes. Verónica, quien estudió Cocina, es la chef de Buenas Migas. Es una defensora de los productos frescos, sin congelar. Ella le imprime amor con sus manos a cada producto que amasa y, además, está encargada de las finanzas de los dos negocios. Carolina es diseñadora gráfica, experta en decoración de interiores. Es curadora y hace asesorías para casas, oficinas y eventos. Y Manuela, la diseñadora industrial, es fanática del trabajo manual y tiene su marca de vajillas: Manola.
_ ¿De dónde viene esa vena artística?
L. H.: De la familia Caballero. Gracias al pintor Luis Caballero o al escritor Antonio Caballero nos gusta el arte en todas sus manifestaciones. Además, nuestra abuela quiso ser bailarina de ballet y aunque su familia no la dejó porque en su época era mal visto, años más tarde cumplió su sueño y fundó, junto a su hija Ana Consuelo Gómez, la famosa academia Anna Pavlova.
_ ¿Y el amor por la decoración y el diseño?
L. H.: Cuando nuestros abuelos paternos, Manuel Gómez Echeverri y Ana Caballero Calderón, viajaban en barco a Europa, siempre traían todo tipo de muebles para la decoración de la casa. El abuelo, quien tenía una personalidad fantástica, escribía la historia de cada mueble que compraba: el país, el valor y por qué les había gustado. Aún tenemos ese fólder y es un tesoro familiar.
_ ¿Existe un objeto o un mueble familiar que las identifique?
L. H.: Las lámparas tipo araña. El abuelo trajo una de París y cuando vendieron la casa de la 76, arriba de la novena, la donaron al Jockey Club. Nos trae muchos recuerdos de la infancia de nuestro padre y el valor por las antigüedades.
_ Algo que no les pueda faltar en sus casas y algo que nunca tendrían.
L. H.: En primer lugar: amor y orden. Luego, una foto familiar muy al estilo de la película Coco. Por supuesto, un buen sofá, una mesa de comedor con estilo y, ante todo, el sello personal. Por otro lado, nunca se puede decir “nunca”. Cuando éramos niñas decíamos que jamás íbamos a tener una antigüedad y parece que a todas ya nos están gustando. Los tiempos pasan y la moda se transforma.
_ ¿Cuáles son las ventajas y las desventajas de trabajar en familia?
L. H.: Solo tenemos ventajas. Somos el ejemplo de: “Una para todas y todas para una”. Por asuntos económicos no hemos tenido problemas, porque primero está la unión que el dinero..
LAS HEROÍNAS HACEN UN ESTUDIO de los gustos y las aficiones de sus clientes para asesorarlos en la decoración de sus espacios.