LA CASA DE PAPEL
Es la serie de Netflix en español más vista del mundo. Empecé a seguirla con escepticismo y acabé fascinada. Lo que veo de nuevo en La casa de papel es una disrupción social. Los ladrones tratan bien a los rehenes y hasta se enamoran de ellos. Construyen camaradería y lealtad. A medida que transcurre cada episodio uno se va enamorando de los personajes, de los ladrones que muestran su humanidad sin adornos y va conociendo íntimamente a cada uno. Sin darme cuenta, empecé a detestar a la Policía por su frialdad, sus luchas de poder y su arrogancia. Sin darme cuenta empecé a rogar para que a los malos todo les saliera bien. Y al final respiré profundo, pues, a pesar de todos los problemas, lograron su cometido.
Ponerme del lado de los malos me ha hecho pensar en lo que estamos viviendo en nuestra sociedad. Robarle al Estado no es tan malo: por eso los senadores se quedan con cifras millonarias, sin agüero; por eso los contratistas que ‘alimentan’ a los niños en los colegios les dan pollo podrido sin que les tiemble el pulso y por eso darle plata a un candidato para obtener contratos o comprar testigos es normal.
Pero no es algo que solo nos pase a los colombianos. Piensen en el brasileño Marcelo Odebrecht o en el millonario francés Vincent Bolloré, quien ayudó a elegir presidentes en África para que le dieran el contrato de los puertos. Tanto Odebrecht como Bolloré están en la cárcel, sí. Pero el daño está hecho. La sociedad permite que esto pase y las nuevas generaciones están creyendo que, antes que honrado, hay que ser vivo.
Mi conclusión es que tanto el cine como la televisión reflejan los valores y los pecados de las sociedades. ¿Será por esto que la gente está volviendo al llamado fachismo, a los gobiernos de extrema derecha, pensando que es la solución? ¿Será esa la razón de la intolerancia y de la rabia de todos los que pensamos que no queremos un país así? No estoy segura de que el camino para el cambio sea ese. La historia lo ha demostrado de mil maneras. Ojalá tuviera la respuesta de qué debemos hacer para que nuestros hijos y nietos entiendan que una sociedad no sobrevive sin valores.