ESCUCHAR Y DOSIFICAR
Estas son las sugerencias que comparte la psicóloga clínica claudia sánchez para que papás y mamás mejoren su comunicación en materia de sexualidad con sus Hijos
Informarse, encontrar el vocabulario adecuado, resolver las propias dudas antes de abordar un tema con los hijos.
Llamar las cosas por su nombre: vulva o pene, según el caso, sin poner apodos o eufemismos. Así se muestra al niño que no hay nada vergonzoso. Hasta los 5 años, enseñar las primeras nociones de privacidad: “Estas son tus partes privadas, no es adecuado tocarlas en público”. Establecer parámetros sobre prevención de abuso: explicar cuáles son los tipos adecuados de contacto físico con otros y no obligarlos a expresar afecto físico si no lo desean. Reforzar la protección: son aún muy pequeños y debe haber un adulto de confianza con ellos, así se minimizan ocasiones propicias para el abuso. Niños entre 5 y 6 años empiezan a preguntar sobre el origen de los niños. En un lenguaje muy simple se puede hablar de la unión entre la semilla de mamá y de papá, de la cual se forma el bebé, que crece dentro de la barriga de la mamá.
Poco a poco, el lenguaje se hace más complejo y hacia los 7 u 8 años se puede complementar que la semilla de papá está en los testículos y la de la mamá en el ovario, y que el bebé crece en una especie de nido que se llama útero y está dentro de ella.
Es bueno escuchar las preguntas de los niños y dosificar la información según la van pidiendo. Sin embargo, algunos no preguntan o lo hacen poco, lo que no significa que no tengan inquietudes. Hay que abordar los temas con naturalidad, poco a poco, para conocer qué necesidades tiene el niño.
Evitar la hipersexualización desde la primera infancia: no hablar de novios, sino de amigos.
Estar atentos al uso de los teléfonos inteligentes. Idealmente, no dar celulares a niños menores de 14 años; pero, además, enseñar a los más pequeños a apartarse de imágenes que los perturben y les sean mostradas por otros niños más grandes. Hay una “explosión” de consumo de pornografía en menores, cuyos efectos son nocivos: mayores índices de depresión, adicción a la pornografía, conducta hipersexualizada, objetificación del cuerpo del otro, deshumanización de la sexualidad. Estén atentos.