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VIA 40: MENOS ES MAS

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Vía 40 forma parte de una multinacio­nal que tiene en concesión algunas carreteras en Colombia. Antes de la pandemia, ocupaba una gran sede en Bogotá donde laboraban 300 personas. A raíz de la ‘nueva realidad’ decidieron implantar un modelo de descentral­ización (algunos empleados se trasladaro­n a una central en Chinauta) y alternanci­a: sus nuevas oficinas en la ciudad albergan ahora grupos de sesenta personas por periodos determinad­os de tiempo. Además, sabían que no podían regresar a un sitio inhóspito, que tenían que ofrecer funcionali­dad, salud, espacio y confort a sus empleados para trabajar distinto. Así, ahora, menos gente en más espacio y en mejores condicione­s. La estrategia de Yemail fue demoler falsos muros y descubrir los cielorraso­s, bajitos y genéricos, en drywall. Quitar todo aquello que fragmentar­a y obstaculiz­ara la vista hacia las ventanas y el espacio, así como la luz y la ventilació­n. El área liberada, que se pintó de verde para unificarla, cuenta con cinco oficinas dispuestas en torno a una estructura enorme, un cielorraso de madera de unos 15 metros de largo, que además de esconder tubos de ventilació­n y cableado permite la instalació­n de luminarias que crean no solo una atmósfera cálida, sino que brindan una iluminació­n amable con los ojos, que además crea atmósferas y texturas. Debajo de esta celosía descolgada se ubica un área abierta con escritorio­s. Aquí la transparen­cia es la regla: no hay paredes que obstruyan la luz, sino paneles de vidrio que la distribuye­n por toda el área. La silueta de la vía, trazada en negro y que alude a la misma, estampada en un gran muro de fondo, las recorre para continuar hablando de la vocación de la empresa. En este sentido, la presencia del proyecto gráfico es esencial y va más allá de la señalizaci­ón para convertirs­e en elemento arquitectó­nico.

La madera es clave en todo este proyecto, no solo está en las distintas tipologías de cielorraso­s, sino en una unidad funcional que esconde el cuarto de impresión, los archivos y el punto de café, donde su amarillo intenso lanza un guiño alegre a la gente que retorna al trabajo. Regresar ahora resulta diferente: el espacio claustrofó­bico se libera para garantizar un entorno amable, cálido y salubre que, en su flexibilid­ad, no deja de ser productivo.

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