Por el rescate del grafiti
El joven abogado dirige un colectivo de artistas urbanos que por su prestigio fueron invitados a pintar varios muros en Bruselas y Wynwood, en Miami. Ahora, bajo la guía de este experto, los bogotanos y visitantes pueden conocer varias de estas obras marg
El artista anónimo que pintó un grupo de aves en una de las paredes más visibles del Chorro de Quevedo, en Bogotá, se tomó un par de meses para recrear la obra que en cuestión de horas fue borrada por una cuadrilla de cinco funcionarios del IDU y del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Al igual que esta pintura, otros 150 grafitis desaparecieron de las fachadas de los inmuebles que fueron declarados patrimonio arquitectónico en el sector histórico de La Candelaria. “Creemos que en los próximos días borraremos unos 100 murales más”, afirmó uno de los obreros que participó en esta operación limpieza que desencadenó el enfrentamiento entre los habitantes y comerciantes de la zona con las autoridades de la capital de la República.
Gabriel Serrato, dueño de un almacén de artesanías que está ubicado en el corredor peatonal de la carrera segunda, atajó con gritos y reproches a los voceros de la iniciativa gubernamental que lo trataron de convencer para que la fachada de su negocio fuera restaurada con los colores originales. “Pero no lo permití. La gente se acerca a mi establecimiento precisamente para contem-
plar la pántura que nacáó como una declaratoráa de amor a má esposa”, dájo.
Ante la tensa sátuacáón que se váve en las calles de La Candelaráa muchos llegaron a pensar que los días del grafiti están contados, pero no es así. Esta expresáón del arte urbano tomó un nuevo aláento en otros espacáos de la cáudad, como el barráo El Consuelo, donde varáos artástas del colectivo Vértigo Graffiti, bajo la dirección de Camilo Fidel y Alejandro Cárdenas Villa, pintarán el frente de unas 640 váváendas.
Con este proyecto habrá más espacios para intervenir y se ampliará el radio de acción de los grafiteros que hasta ahora se habían concentrado en La Candelaráa, la Caracas, los puentes de la calle 26 y algunos muros de la zona de tolerancáa en Santa Fe y el centro. “Cualquáer parte de la cáudad se puede pántar sáempre y cuando no esté protegáda por las medádas de preservacáón hástóráca”, explácó Camálo al hacer alusáón al decreto 52V de 2015.
Con el tiempo, el grafiti en Bogotá pasó de la margánaládad al reconocámáento y valádacáón en
espacios convencionales como ferias de arte, museos y galerías. Uno de estos artistas, conocido con el seudónimo de Kasdoz, expuso en el barrio San Felipe y en uno de los eventos de creación urbana de Artbo.
Después de estos reconocimientos en el mercado tradicional, él y otros magos del spray, entre ellos Yurika y Ecks, viajarán a Lyon, Francia, donde mostrarán algunas de sus creaciones por invitación de Idartes y la Secretaría de Cultura de Bogotá. Mientras algunos organismos del Estado los atacaron, otros los apoyaron como parte del proceso de redención al grafiti que se afianzó para conquistar los muros de restaurantes, almacenes y hoteles.
El respeto que han adquirido estas obras pictóricas hace parte de un fenómeno mundial que tiene entre sus exponentes a Banksy, cuyas creaciones han sido subastadas hasta por 400.000 dólares en Nueva York, Londres y Miami. “En Colombia no tenemos a un Banksy, pero igual nos tienen en cuenta para pintar murales de gran formato en establecimientos públicos y privados”, afirmó Ecks, creador de la obra La mirada de Gabo que plasmó en un container que fue expuesto en la sede del Parlamento europeo durante los homenajes al nobel. Eventos como ese han permitido que el grafiti salga de la clandestinidad.
No obstante estos artistas jamás perderán la motivación de pintar los muros callejeros, y dar su opinión sobre este país convulsionado por la violencia, la desigualdad social, la inseguridad urbana, el racismo y la homofobia. “A través de nuestras creaciones en los lugares más notorios hacemos comentarios políticos. Expresamos lo que las personas de diferentes ciudades quieren decir”, aseguró Camilo Fidel, uno de los curadores más reconocidos en los escenarios del arte urbano en Bogotá. Su trabajo de promoción saltó las fronteras del país hasta llegar al distrito de Wynwood, en Miami, donde varios jóvenes de su colectivo pintaron la sede política de Hillary Clinton.
El espíritu investigativo de Camilo lo llevó a estructurar la historia del grafiti en Colombia desde los años sesenta y le permitió convertirse en uno de los guías de los recorridos de www.jetset.com.co, que permiten conocer las rutas secretas de Bogotá. “De esta manera los lectores podrán ser parte de las historias ocultas de la ciudad. Esta experiencia les permite tener una conversación con el arte urbano que ya no es marginal. “El grafiti en nuestros días cuenta con el auspicio de grandes marcas y de organismos culturales que les han facilitado la internacionalización”, explicó el representante artístico.
El recorrido permite el acercamiento a este tipo de arte, la mayoría de veces efímero como el mural El beso de los invisibles que se encuentra en la 26. Después de cinco años, la Alcaldía abrió una convocatoria para borrarlo y cambiarlo por otro. La calle tiene muchos riesgos. Ni los grafitis
salvan.• se
Varios artistas del colectivo Vértigo Graffiti viajarán a Lyon, Francia, donde pintarán un mural durante una feria de arte callejero.