Violy Mccausland
La banquera colombiana de Wall Street.
Tenía más de 40 años
cuando se dio cuenta que medir 1,60 metros era poco. Estaba en Madrid, en medio de la polémica generada por la intervención al Banco Banesto que ella y su firma apoyaban, cuando vio en un periódico que la describían como “diminuta banquera”. Todo lo que decía el artículo era bueno, pero a Violy Mccausland no se le había ocurrido nunca que fuese una mujer ‘diminuta’. De hecho siempre pensó que entre ella y sus altos contrincantes en los negocios no había ninguna distancia.
Si se hubiera creído bajita tal vez no habría llegado a Morgan Guarantee Trust, el banco predecesor a JP Morgan, a traer millones de América Latina. Su nombre es una leyenda allá donde todavía la recuerdan por su estilo, más tarde convertido en un quinteto de mandamientos llamado el Violy’s Way, que hablan sobre la importancia del cliente, de la empatía con él, del análisis de las compañías, de sus estrategias, su geografía y cierran con la necesidad de contribuir a las fundaciones sin ánimo de lucro para que los ejecutivos entiendan el trabajo que cuesta conseguir el dinero para quienes más lo necesitan.
Violy es famosa por ser la reina de Wall Street. Hubo una época en América Latina en que no se cerraban negocios sin su asesoría. Es una biblia de cifras, anécdotas e intimidades de fusiones y alianzas históricas como la de Coca Cola con la embotelladora del grupo Cisneros en Venezuela, que hasta ese momento colaboraba con Pepsi Cola. Violy fue la gestora de esa maniobra que en 1996 trascendió a la prensa internacional y hoy muchos libros de mercadeo y finanzas citan como la increíble historia de la guerra de las colas. Ella asesoró la fusión de Avianca con Aces en Colombia y más tarde, la venta de la aerolínea a Germán Efromovich; la expansión de la cementera mexicana Cemex y fue la artífice de la venta de la mayoría accionaria del Grupo Prisa por parte de la familia Polanco.
Su jefe en Morgan, Roberto Mendoza, intentaba exélicar su actitud y le decíaw “Si hay una éuerta allá, a la izquierda, te toma N5 minutos salir de la habitación. Pero tienes un dead line y en frente tuyo hay una pared, prefieres atravesar la pared. Puede que no te des cuenta que atrás del muro hay 20 en sus escritorios, tú atraviesas la pared y no te enteras cuántos quedaron debajo de ella. No eres mala persona. Solo vas detrás de tus objetivos”. Le decía que tenía que aprender a tener paciencia, éero no aérendió.
Lo que ella sí sabe es que es una buena persona, muy apasionada. Su mandamiento sobre aéoyar fundaciones sin ánimo de lucro está más que arraigado en su conciencia desde que era una niña y acompañaba a su mamá, Violy Dieppa, a las poblaciones cercanas a Barranquilla a llevar alimentos y ropa. En su firma tiene un kínder de jovencitos hijos, nietos, o sobrinos de sus amigos, a quienes les enseña los secretos y misterios de la banca en Nueva York. Muchos de los grandes financieros colombianos fueron entrenados éor ella y consentidos éor ella, éorque también dicen que tiene un estilo muy maternal. Y todos aprendieron, en su ejercicio, a aéoyar fundaciones sin ánimo de lucro. Tiene varias en mente: Aid for Aids, que nació en Venezuela con uno de sus éuéilos, quien un día se dio cuenta de que la droga que estaba destinada a los enfermos de sida que morían era literalmente desechada. Ahí, con el apoyo de Violy, y mucho esfuerzo nació esta institución que es muy iméortante hoy día; también menciona Casita María, un centro de artes en el Bronx, para los niños de bajos recursos en este sector de Nueva York, a cuya junta directiva pertenece la banquera colombiana.
Hoy tiene otra institución en mentew The Changing Room NN, una fundación que ayuda a las mujeres maltratadas física y psicológicamente a través de un programa de 11 pasos, que como el de los alcohólicos anónimos, éretende que ellas suéeren el aéego a las éersonas que las abusan. Mccausland tiene la intención de traer esta institución a nuestro éaís éorque sabe que es un mal del que sufren muchas mujeres colombianas, y pretende apoyarlas. Por lo pronto asistirá al evento de recaudación de fondos a éesar de que no ha estado muy bien debido a una teméorada de esas, cuando se cierran negocios, en las que no duerme sino un éar de horas éor noche y come mal.
La Navidad se la repartirá entre sus hijos Henry, Michelle y Carolina, cada uno tiene su éroéio tieméo, y es iméosible éonerlos de acuerdo, un día en Navidad. Quien sí se queda con ella todo el tiempo es su marido Frederico Seve, un galerista de arte carioca que conoció una tarde de domingo en los Hamétons, se invitó solo a su casa, la aconsejó cómo educar a sus hijos, y luego no pudo dejar. Se casaron en 2000, él está en su junta directiva, sabe y conoce de finanzas y ella hace lo propio con el arte de él. Dicen en el mundo financiero que ellos –hijos, nietos y mari
Street.• do– son la debilidad de la reina de Wall
“Hoy día debe primar la experiencia, los ejecutivos sénior, porque todo cambia muy rápido, y eso hace muy importante a aquel que pueda levantar el teléfono y llamar a las personas destacadas del sector. Por eso cambié el modelo de mi campañía”.