LOS MARKLE: ¡QUÉ FAMILIA TAN PROBLEMÁTICA!
Al estilo de La Cenicienta, el cuento de hadas de Meghan Markle tiene unos medio hermanos envidiosos que hablan pestes de ella en los medios. Para rematar, su padre le hizo pasar un oso al posar para la prensa por dinero.
El cuento de hadas de Meghan y Harry se vio opacado por el escándalo. Los hermanos de ella la atacaron en la prensa y su padre posó para un paparazzi por dinero. Se llevan tan mal que ninguno asistió a la ceremonia.
En 2016, Harry
venía de un proceso de rehabilitación por abuso de alcohol del que solo se curó al reconocer que durante años reprimió el dolor por la muerte de su madre, Diana de Gales. Quedaba atrás su vida de playboy y parrandero, por la cual protagonizó las páginas más salaces de la prensa rosa, que publicó sus fotos borracho, de pelea y hasta desnudo en una famosa farra en Las Vegas. Lo último que le restaba para sentar cabeza del todo era un hogar como el de su hermano mayor, William de Cambridge. La soledad del nieto de Isabel II dio lugar a lo que se llamó “el problema Harry”, pues las jóvenes que pensó llevar al altar −Chelsy Davy y Cressida Bonas− lo dejaron, porque aborrecieron estar siempre bajo el escrutinio público.
Mientras tanto, en Canadá, Meghan Markle también estrenaba una nueva vida. Divorciada de Trevor Engelson, gozaba de su nuevo estatus de celebridad gracias al éxito de la serie Suits, de la que era protagonista. Había hecho un poco de lado a sus amigos de Los Ángeles y de la época de la universidad
en Chicago, y ahora se juntaba con famosos como Serena Williams, el primer ministro Justin Trudeau y su esposa Sophie, así como con Jessica Mulroney, nuera del ex primer ministro Brian Mulroney.
Otra de sus nuevas amigas de alto turmequé era Violet von Westenholz, directora de relaciones públicas de Ralph Lauren e hija del barón Piers von Westenholz, muy cercano a Carlos de Gales, padre de Harry. Por eso, Violet tenía también una larga amistad con el príncipe y, enterada de lo difícil que se le hacía conectarse sentimentalmente con las mujeres, le habló de una cita a ciegas con Meghan en el club Soho House de Londres. Todo salió tan bien que se volvieron a ver varias veces, hasta que ella tuvo que devolverse al set de Suits en Toronto. Como ya despuntaban sentimientos profundos entre los dos, la distancia no fue un obstáculo, pues él iba a verla a Canadá o ella corría a sus brazos en Inglaterra. Luego, se fueron de safari a Botswana, país favorito del príncipe en su amada África, todo muy en secreto.
“Meghan arruinó a mi padre para subir en su carrera y después lo abandonó a su suerte”, aseguró Thomas Markle Jr.
El resto es historia: el noviazgo se hizo público, la reina Isabel aprobó el compromiso sin importarle que Meghan fuera divorciada y sonaron campanas de boda. Así, el cuento de la cenicienta morena hubiera sido perfecto, de no ser porque aparecieron los medio hermanos, comparables en su patetismo a las hermanastras horrendas de La Cenicienta, de Perrault.
La primera que tiró la piedra fue Samantha Grant, hija de su padre, Thomas Markle, con su exesposa Rosalyn. Apenas se reveló el romance, afirmó que a la actriz le gustaba el príncipe porque es “calculadora y ambiciosa” y anunció que publicaría un libro con picantes detalles de su vida. Aseguró, de igual modo, que ayudó a la crianza de Meghan, pero otras fuentes sostienen que nunca vivieron en la misma casa y que no se tratan hace una década.
Cuando supo que ni ella ni el resto de la familia serían invitados a la boda, Grant lanzó más improperios en diversos medios y en Twitter. “Si 2000 perfectos extraños asistirán, los Markle merecemos estar, solo por cuestión de respeto”, protestó. En ese momento ardía otro embrollo mucho más grave: Thomas le había cobrado a un paparazzi una gruesa cantidad por dejarse fotografiar. ¿Y quién estaba detrás del enredo? Samantha. Ella misma confesó en el programa Good Morning Britain que motivó a su padre a que lo hiciera, no por la plata, sino en respuesta al trato inicuo que le había dado la prensa, presentándolo como un hombre obeso y andrajoso. Pero, insinuó el periodista Piers Morgan, cabía el interés monetario, pues Thomas está en bancarrota y la situación de Samantha, quien sufre de esclerosis múltiple y está reducida a una silla de ruedas, no es la más boyante.
Cuando el trato de las fotos se supo, el avergonzado Thomas resolvió no ir al matrimonio. Meghan lo perdonó y le insistió para que la entregara, pero le dio un infarto y tuvo que ser operado, lo cual dio al traste con su presencia en Windsor.
Tampoco ha ayudado mucho a colmar la dicha de Meghan su otro medio hermano, Thomas Markle Jr., instalador de ventanas en Oregon y alcohólico. De adolescente, fumaba marihuana todo el día dentro de la casa y el año pasado fue detenido por amenazar a su novia con un arma en la cabeza.
Semanas antes del enlace, le expresó a Harry en una carta que casarse con su hermana era el peor error en la historia de la realeza, pues ella era “insensible, frívola y presumida”. La llamó “actriz de clase C envejecida” y la acusó de usar a su padre en aras de subir en su carrera hasta arruinarlo, para luego abandonarlo a su suerte.
Aunque nadie de la familia extendida de Meghan fue convidado al casamiento, Tracy Dooley, exesposa de Thomas Jr., y sus hijos, Thomas y Tyler Dooley, sobrinos de Meghan, desembarcaron en Gran Bretaña para ser comentaristas de la boda para Good Morning Britain, lo que les valió un baño de popularidad, mientras que para Meghan seguro fue otra tortuosa puntada del típico estrés de las novias, que para ella se elevó a la enésima potencia a causa del show que armó tan complicado elenco de parientes.