SALOMÓN DÍAZ. EL PRIMER MODELO COLOMBIANO DE CALVIN KLEIN.
Nunca un modelo made in Colombia había protagonizado una campaña mundial de la prestigiosa firma estadounidense. Se trata del caleño Salomón Díaz, que se ha convertido en un rostro recurrente en desfiles y campañas internacionales.
El caleño protagonizó una campaña mundial de la prestigiosa firma estadounidense y ha impactado en las pasarelas de Ralph Lauren, Versace y Moschino.
La historia de
Salomón Díaz, el único modelo colombiano que ha protagonizado una campaña mundial para Calvin Klein y Tom Ford, es parecida a la de muchas personas que, por un detalle del azar, terminan contemplando un futuro que no habían imaginado. El de este caleño de 22 años y 1,88 de estatura comenzó después de acompañar a su hermana, Heidy Díaz, a una sesión de fotos. Allí, alguien le sugirió que podía hacer carrera en el modelaje. La propuesta le quedó sonando y se inscribió en Identidad Agencia Modelos de Cali, hasta que en febrero de 2016 la agencia mexicana New Icon hizo un casting en su ciudad, donde fue descubierto para el público internacional. El resto es historia.
A partir de ese día su vida cambió. Viajó a Ciudad de México, donde se encuentra radicado actualmente, y desde allí se desplaza constantemente a Nueva York, Milán o París. En estos lugares su piel oscura, sus ángulos definidos y sus labios gruesos se han vuelto recurrentes en el lente de los fotógrafos más famosos de la industria de la moda. Hasta ahora ha participado en las pasarelas y campañas de marcas como Ralph Lauren, Zara, Versace, Dsquared2, H&M y Moschino.
La voz de Salomón es tímida y quizá por esa timidez, y porque no le gustan las entrevistas, es que prefirió escribir y enviar sus respuestas, aunque al final terminó por aceptar una corta llamada en medio de su agenda. “Soy malísimo para
hablar”, aclara con un lejano acento valluno. Sin embargo, habla de manera fluida de su infancia, su vida en México, su profesión y sus planes, y cada tanto deja salir sonrisas cortas y explosivas, como comas en medio de la conversación.
De su infancia en el barrio caleño Desepaz recuerda con afecto los instantes en que con varios amigos, a sus 8 o 9 años, hacían señas y detenían un bus de transporte público para pedirle que los llevara gratis al colegio. “Nos sentíamos niños grandes, como si viviéramos una gran experiencia”, dice. Se confiesa buen bailarín de salsa y amante de la comida colombiana, al punto de buscar en cada ciudad a la que viaja un lugar donde comer sancocho, bandeja paisa, toyo o comida del Pacífico.
“Me enamoré de este mundo”, afirma. Un ambiente que no imaginó, pero para el que su privilegiada genética lo tenía destinado: ropa de diseñador, pasarelas, maquillaje, aeropuertos y flashes. Eso sí, a pesar de su juventud parece tener claros los riesgos: “Es un mundo loco y fuerte. Hay que estar muy enfocado para no perderse. Nos enfrentamos a la fama y a gente que ofrece muchas cosas. Entonces se deben tomar buenas decisiones para no exaltarse y perder el foco”.
Cuando no va de un lugar a otro para protagonizar las historias de una marca, Salomón disfruta capturar imágenes con su cámara. De Ciudad de México, donde comparte la vida con su “esposo”, como él llama al hombre con el que vive hace año y medio, le encantan el clima y la gente. Pero siempre recuerda las cuatro cosas que extraña de Cali: la familia, la comida, la salsita y los amigos.
Aunque sus padres le dicen que están orgullosos de su trabajo, sabe que ellos se encuentran “en otro mundo, donde no ven esto como nosotros lo vemos”. En otras palabras, son ajenos a las campañas protagonizadas por su hijo, quien ocupa vallas enormes y por ahora es de los pocos que ha entrado al selecto club del underwear de Calvin Klein, el mismo que en los noventa hizo famoso a Mark Wahlberg y a Kate Moss.
Aunque eso es poco, como explica el mismo Salomón, pues acaba de realizar una campaña de la que aún no puede dar detalles. Pero hay algo seguro: sorprenderá a todos y lo pondrá definitivamente en el Olimpo de los top models masculinos en el mundo.
Antes del modelaje fue integrante del ballet folclórico Tierra de Mil Colores, donde disfrutaba bailar currulao y abozao, por lo que algún día soñó con ser bailarín profesional.