RICARDO SANTAMARÍA ABRE SU CORAZÓN.
Después de una cirugía de corazón, el periodista escribió el libro Renacer con algunas claves para ser feliz y no morir en el intento.
Luego de una larga carrera en cargos públicos y como director de importantes medios de comunicación, el exdirector de la corporación Reconciliación Colombia le dio un vuelco a su vida. La experiencia de una cirugía a corazón abierto lo hizo renacer y le dio título y material para escribir su segundo libro.
Él habla de milagros y no le importa que crean que anda medio loco. A los 56 años, Ricardo Santamaría renació en la Unidad de Cuidado Intensivo de la Fundación Cardioinfantil, en Bogotá, luego de una cirugía de corazón abierto que duró más de tres horas. El médico le sacó del ventrículo izquierdo una masa que no dejaba que la sangre le fluyera normalmente al corazón. Juan Pablo Umaña, director científico de Medicina Cardiovascular y de Alta Complejidad, le dijo que sufría de una miocardiopatía hipertrófica con obstrucción. Ricardo le encontró una explicación menos científica y más espiritual a su afección: “Por años, por miedo al abandono, bloqueé mis emociones y fui temeroso de dar amor para que no me lastimaran”. Se preguntó qué fue lo que hizo en su vida para que le tuvieran que abrir el corazón con un bisturí. La respuesta fue que estaba cerrado al amor, que había sido un poco egoísta. Tenía el corazón lastimado y duro. Por eso, una década antes de ese 21 de noviembre de 2017, ya había iniciado su camino hacia la sanidad espiritual. Un lunes, después de parrandear, se miró al espejo y no se reconoció. No sabía quién era, se vio feo, gordo y triste. “Fue muy fuerte porque estaba tomando mucho trago, andaba alejado de mí mismo, no sabía realmente qué quería ni quién era. Más allá de los trabajos y de las relaciones, me sentía infeliz”. En ese momento era socio de una exitosa empresa y hacía lo que le gustaba: estrategias de comunicación y manejo de crisis. Creía que la felicidad era algo externo, pero se sentía vacío por dentro. Manejaba las crisis institucionales y empresariales de otros, pero no la suya, la de sus profundidades. Necesitaba encontrar el equilibrio entre su vida material y su alma, su ser interior, su esencia. “No creo que el camino espiritual sea para alejarse y vestirse con túnica; respeto a quienes lo hacen. Yo quería seguir viviendo mi vida, pero con un propósito, con sentido”. Escribió su primer libro, Un camino hacia la libertad interior, y en
“Renacemos cada vez que somos capaces de transformarnos.es volver a empezar con bríos nuevos. Es una nueva esperanza de vivir mejor, una sensación divina, es un milagro”.
el prólogo su amigo Santiago Rojas resaltó: “De jóvenes mostramos inteligencia cuando queremos cambiar el mundo externo; sin embargo, de mayores logramos la sabiduría si cambiamos en realidad el mundo propio”. Y así fueron los comienzos de este politólogo de la Universidad de los Andes: quiso cambiar a Colombia desde la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, fue consejero presidencial para la paz, asesor de Seguridad Nacional, coordinador del Grupo de Manejo de Crisis de la Presidencia de la República y embajador en Cuba. Sus dotes de escritor y periodista se vieron reflejadas desde su silla de director en El Espectador, el noticiero de televisión CM& y la revista Diners, así como asesor editorial de la revista Semana. En 2015 aprovechó su columna en Portafolio para opinar sobre la paz de Colombia, que describió en cuatro ideas básicas: reconocimiento y resarcimiento de las víctimas del conflicto, verdad de lo ocurrido, perdón y ejercicio de la política sin armas. Nada es casualidad. Su propia paz le llega por las mismas vías. Ahora se mira en el espejo y se reconoce. Aunque sigue en el proceso de resarcir su vida, ya no se victimiza ni culpa a nadie de sus derrotas personales y habla de sus tres divorcios como aprendizajes. Se da la oportunidad de reencontrarse con lo que llama sus verdades eternas, ora, medita y hace de Dios su mejor socio. Se perdona y perdonó a su padre, quien murió hace más de 20 años. “Renuncié a encontrar respuestas y acepté todo lo que pasó con una sencilla pero poderosa premisa: él y yo hicimos lo que pudimos con lo que éramos en ese momento”. Ahora, Ricardo ejerce su política de vida totalmente desarmado del pasado. Su sensación presente es de agradecimiento. Primero por estar vivo y, además, por tener la inspiración y el momento oportuno para escribir su libro Renacer. “Es una sensación de querer aportar y servir”. El suyo no pretende ser un manual de consejos para ser feliz. Al exprofesor en la Facultad de Periodismo de la Universidad Externado de Colombia y recién elegido rector de la Fundación Universitaria Los Libertadores no le gusta dar cátedra en materia de vida. “En cuestión de emociones o sentimientos cada experiencia es diferente, pero el proceso de mirar para adentro y de perdonarse puede ser similar”, dice. A él le llegó por la vía de la necesidad de ser feliz, de darle propósito y sentido a su vida, más allá de una carrera profesional. Este hombre, que hoy acoge al niño que soñó con la aventura, con ser navegante, se arriesgó a recorrer el camino más sinuoso pero, a la vez, más gratificante: el de sus propias grietas, mareas y peñascos, pero también el de sus cumbres, amaneceres y cosechas. Ahora, Ricardo le hace honor a su nombre y deja al descubierto su corazón guerrero. Hoy, que sonríe más que antes, la sonrisa es para él “una experiencia igual a la de respirar”, le da sentido al juego de letras con el que hace años, sin saberlo, formó su correo electrónico: risasa1960@gmail.com. La risa de Ricardo Santamaría refleja que aquello que lleva por dentro dejó de ser una procesión.