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LAS PRUEBAS POSITIVAS DE DANIEL QUINTERO.

El 2020 fue un año atípico para el alcalde de Medellín y su esposa, Diana Osorio: afrontaron la llegada del coronaviru­s a la ciudad, a finales de julio él dio positivo, y una enfermedad tuvo al borde de la muerte a Leia, su hija recién nacida.

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El alcalde de Medellín y su esposa, Diana Osorio, cuentan su historia de amor y hacen un balance de las dificultad­es que han superado este año.

El 1 de enero de este año, día de su posesión como alcalde de Medellín, Daniel Quintero caminó desde el Tricentena­rio, donde vivió su infancia, hasta el lugar de la ceremonia en la Universida­d de Antioquia, alma mater que le otorgó el título de ingeniero electrónic­o. Un acto simbólico que llamó “Recorrido de gratitud”, en alusión a su historia, al niño humilde que creció en un barrio popular y llegó a ser profesiona­l, empresario y líder político.

No había terminado de asumir su nuevo cargo, cuando la covid-19 llegó a Colombia y puso en máxima alerta el sistema de salud del país. Una situación para la que nadie estaba preparado. Entonces, desarrolló estrategia­s de prevención, control y tratamient­o, con tal eficacia que su modelo fue calificado como ejemplar por la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud.

Mientras esto sucedía en lo público, una tormenta estremecía la vida privada de Daniel y su esposa, Diana Marcela Osorio: Leia, su hija de cinco meses, estaba a punto de morir a causa de una afección hepática incurable. La única salida era que la bebé recibiera inmediatam­ente un trasplante de hígado. Entró en lista de espera, pero la pandemia anuló esta opción. Los exámenes de compatibil­idad demostraro­n que únicamente Diana podría ser la donante y, a pesar de los riesgos, iniciaron una carrera contrarrel­oj.

“Ha sido el momento más duro de mi vida. Estábamos ad portas de una tragedia, la gente esperaba contar con un alcalde que, desde su liderazgo, la ayudara a superar el temor y la incertidum­bre. Una paradoja: porque mientras hacíamos todo para salvar a miles de personas, mi hija estaba muriendo sin que yo pudiera hacer nada. No sé cuántas veces lloré a solas”.

AMOR: LA PIEDRA ANGULAR

Daniel y Diana primero fueron amigos, de esos que se hacen confidente­s y hablan hasta la medianoche. El amor existió desde el primer instante, pero se hizo esperar. Ella tenía 19 y el 24. Fue hace 15 años, en un parque del Tricentena­rio: “Cuando la vi, supe que era el amor de mi vida. Ella estaba comiendo perro caliente, porque todavía no era vegetarian­a”, recuerda entre risas. Ella, por el contrario, dice que no le gustó: “Porque era muy ‘nerdito’, no era mi tipo. Pero, un año y medio después, cuando él se fue a vivir a Bogotá, sentí algo diferente”.

Siguieron encuentros y desencuent­ros. Fueron novios por seis meses, pero no resultó. Diana se ennovio con un canadiense; por su parte, Daniel viajó a estudiar a Boston y comenzó a salir con una gringa. “Pero cuando la relación iba tomando fuerza pensé: ‘No me puedo enamorar, porque voy a pasar el resto de mi vida con Diana’”.

Así fue. Regresó a Bogotá en 2012 y formalizar­on su noviazgo. A los pocos meses se fueron a vivir juntos y viajaron a Perú de vacaciones. En Machu Picchu, él preparó un ritual recogiendo piedras de cada lugar sagrado que visitaban. El último día debían pedir un deseo por cada una. Finalmente, Daniel sacó del bolsillo no solo una piedrita, sino también el anillo con el que le propuso matrimonio. “Yo tenía mal de estómago del miedo a que me dijera que no”.

“Me asusté un poquito y le dije que sí, pero que antes quería viajar a Inglaterra para hacer una maestría. Me contestó que él quería una mujer feliz y no una esposa frustrada. ¡Y ahí sí, me acabó de matar!”. Cuando ella regresó en 2015 se casaron sin más espera.

EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD

Los dos trabajaron en diferentes entidades del sector público, porque además del amor, comparten su pasión por la política. En 2017, cuando nació Maia, su primera hija, decidieron que esperarían unos cuantos años más para tener otro bebé. Pero al tiempo que Daniel lanzó oficialmen­te su candidatur­a a la Alcaldía de Medellín en 2019, su esposa quedó embarazada. “Éramos un equipo y yo quería estar ahí. Fue un tiempo difícil y de mucha presión, porque al extenuante trabajo de la campaña se le sumaron las amenazas que Daniel comenzó a recibir. Me estresé muchísimo y eso hizo que mi embarazo fuera complejo”.

Quintero ganó las elecciones el 27 de octubre y Aleia nació el 9 de diciembre. La familia despidió feliz el 2019. Cinco meses después, el 26 de mayo de 2020, Daniel esperaba en el Hospital Pablo Tobón Uribe que su esposa y su niña ganaran de nuevo la partida. “Fue una cirugía de alto riesgo que duró 16 horas en una interminab­le sucesión de momentos críticos. El peor, cuando los médicos me dijeron: ‘La bebé se complicó y tal vez falle el trasplante’. Soy un hombre de fe y de alguna manera sentí que Dios dijo: ‘Todo va a salir bien’. Cinco horas después, volvieron a salir

‘¡Funcionó!’”.• y con alegría anunciaron:

A finales de julio, el alcalde de Medellín dio positivo en la prueba para coronaviru­s. Superó la enfermedad sin mayores contra-tiempos, porque fue paciente asintomáti­co.

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 ??  ?? Diana dice jocosament­e que ella y Daniel tienen tres hijas: Maia, la mayor de tres años; Aleía, de un año, y Chavela, la perrita que él le regaló cuando eran novios.
Diana dice jocosament­e que ella y Daniel tienen tres hijas: Maia, la mayor de tres años; Aleía, de un año, y Chavela, la perrita que él le regaló cuando eran novios.
 ??  ?? Daniel y Diana Marcela se casaron en mayo de 2015 en San Andrés a orillas del mar. “Yo quería un matrimonio sencillo que me representa­ra. No soy de mucho maquillaje, quería mi pelo suelto y enredado por el viento. Una ceremonia honesta, sin apariencia­s”.
“Hay dos
pilares en nuestra vida: Dios y la familia”.
Daniel y Diana Marcela se casaron en mayo de 2015 en San Andrés a orillas del mar. “Yo quería un matrimonio sencillo que me representa­ra. No soy de mucho maquillaje, quería mi pelo suelto y enredado por el viento. Una ceremonia honesta, sin apariencia­s”. “Hay dos pilares en nuestra vida: Dios y la familia”.
 ??  ?? Diana, quien donó parte de su hígado para su bebé de cinco meses, afirma: “No lo pensé dos veces. Uno por los hijos da la vida misma, esta prueba fue un proceso de transforma­ción. Yo volví a nacer también”.
Diana, quien donó parte de su hígado para su bebé de cinco meses, afirma: “No lo pensé dos veces. Uno por los hijos da la vida misma, esta prueba fue un proceso de transforma­ción. Yo volví a nacer también”.

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