Los relatos de Carlos Vives
El cantante
samario cuenta en su libro, Cumbiana, el origen de uno de los ritmos que mejor define a Colombia. Es su invitación a olvidar lo que se ha dicho hasta ahora sobre la cumbia, a abrir los sentidos y empezar de nuevo. El Elvis cienaguero comparte con los lectores de Jet-set un capítulo de su vida: “El vallenato, mi portal al territorio cumbiero”.
De pelao las personas que más me impactaron fueron los amigos de mis papás, provenientes de diferentes poblaciones de las provincias del Magdalena Grande, ya radicados en nuestra ciudad. Llegaban los viernes en la noche y era una felicidad para nosotros. Gente maravillosa, humana, familiar, cariñosa con los niños, traían sus historias fantásticas y hasta fantasiosas, seguramente inventadas, aunque hoy ya no estoy tan seguro... de todos ellos me alimenté yo. Eran profesionales y también excelentes artistas, juglares como el doctor Chema Gómez, el gran Farid Salja Batista, Abraham y Jaime Correa Jakim, o samarios como Farouk y el Mono Zawady, María Cristina Tovar, o los hermanos Sánchez, que estaban en lo más alto del parnaso musical samario; todos tocaban guitarra, cantaban, hacían arreglos vocales hermosos, conversaban y echaban cuentos. Detrás de ellos llegaron los juglares, Alejo, Leandro, Luis Enrique, Carlos, Armando; por ellos bauticé mi banda original con el nombre de La Provincia, como homenaje a esas poblaciones de donde vinieron aquellos amigos inolvidables.
Esa fue la gente que me educó a mí y a mi hermano Guillo en lo que hacemos, en lo que somos. Nos impresionaban con las historias que contaban y la simpatía que todo aquello nos producía. Ellos nos trajeron ese imaginario que es el que al final quiero defender. Ese grupo histórico quedó registrado, con los hermanos Vives incluidos con gran generosidad, en los libros de historia de la música colombiana del profesor Alfonso de la Espriella Ossío.
A mí, hacer vallenato me enseñó que el río Cesar es un afluente del Magdalena. De la misma manera, un libro de la cumbia debe hablar de la presencia y de la importancia de la cultura vallenata, presentada en un imperioso río de historias que recoge, además, el imaginario de la Sierra Nevada y su gente. Es decir, el territorio de la cumbia no puede ser más diverso, más fantástico, más estratégico, más geográfico. Un cruce de caminos culturales, que desde el principio recibió el nombre de país, de nación.
El vallenato me ha permitido entender muchas cosas y una de ellas es que es hijo de la cumbia. Es como cuando uno conoce a un hijo y él lo lleva a ver a la mamá. El vallenato me enseñó que la mamá era la cumbia. Siempre vi una línea muy delgadita entre los dos. Cuando tocaban los vallenatos más viejos, los sones, sentía que venían de la cumbia. Ahí comenzó un viaje fantástico. Sentía la presencia permanente de ella, que había algo, un factor común que descubriría con el tiempo: su raíz indígena. Al final, entendí, porque los vallenatos me lo