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Karate Do tadel arquitec la
Laura aguirre, la arquitecta del karate do
En países como Japón, China, Corea y recientemente México, la enseñanza de alguna técnica de artes marciales es obligatoria en la escuela. Si estuviera en sus manos, la karateca nacida en Pereira, pero criada en Cúcuta, Laura Jazmín Aguirre adoptaría este modelo de ejercicio libre para que sea implantado en los centros educativos de primaria y secundaria en Colombia.
“Es necesario que en los colegios practiquemos alguna disciplina de combate porque es un ejer- cicio que fortalece la mente, que modela nuestro comportamiento para ser seres buenos y honestos y con el que podemos frenar actos violentos de personas que quieran hacernos daño”, analiza la joven, quien desde casi 10 años forma parte de la Liga de Karate Do de Norte de Santander.
Sin embargo, lo de ella con el karate Do no fue amor a primera vista. Cuando era niña se unió a la liga de gimnasia olímpica de la región, aprendió a distribuir su tiempo entre arduos entrenamientos diarios y sus actividades escolares. Pero con la llegada de la adolescencia también sobrevino el declive de la liga con el retiro de Roberto León, quien había sido su instructor en gimnasia hasta el momento.
Entonces su papá, el karateca Juan Carlos Pérez la animó a unirse al equipo de Karate Do. “Comencé a los 15 años y aunque es una edad ya tardía, yo venía de un estado físico óptimo, por lo que fue fácil adaptarme”, cuenta Laura, quien toda su vida ha sido vegetariana.
Sus entrenamientos como cinta marrón 1er kyu (el más alto grado de la novena cinta), son diarios y se prolongan por cuatro horas. Comienzan con un calentamiento para dar cabida a ejercicios con los que pone a prueba su fuerza, resistencia y flexibilidad, que son fundamentales cuando compite en la categoría mayores, menos de 61 kilos.
Actualmente reparte su horario entre planos, técnicas de diseño y dibujos dentro de sus clases de arquitectura en la Universidad Francisco de Paula Santander y la preparación de su tesis (sobre derribos, barridos y proyecciones) para optar por el cinturón negro en karate. No lo toma como un sacrificio, sino como una bendición por hacer lo que ama.
Desde que se inició en la disciplina, Laura ha demostrado ser una deportista de nivel. En los juegos nacionales 2012, en Montería, obtuvo medalla de bronce. Un año después alcanzó la misma presea en el campeonato nacional de Karate Do de Bucaramanga. Ha representado al país en distintos juegos suramericanos y panamericanos y aunque no subió al podio en ninguno de estos encuentros, la experiencia le dejó un buen sabor porque generalmente se ubicó en el cuarto o quinto lugar.
“Para mí ya es un triunfo porque los deportistas de otros países tienen una mejor formación porque cuentan con el apoyo de las instituciones deportivas correspondientes y pueden foguearse con atletas de todo el mundo”, afirma Aguirre, contrastando con la realidad con la que ella y sus compañeros de liga les ha tocado enfrentarse cuando se avecina alguna competencia, que se resumen en la búsqueda de recursos económicos.
Por ejemplo, recuerda que no pudo acudir al 15 Campeonato de Karate Do en Canadá, en el 2012, por falta de recursos. “En la mayoría de las competencias internacionales a las que asistí, mi familia me patrocinó el tiquete aéreo. Algunas veces nos colaboraban con la estadía. Los recursos siempre han sido limitados para todas las ligas deportivas rojinegras”.
Al igual que la judoca Johanna Orozco, Laura pide mayor compro- miso de las entidades competentes con los atletas nortesantandereanos. Para ella es “bastante maluco” que no se les tienda la mano para representar al departamentos en distintas justas, señalando que en Cúcuta hay talento de sobra también en patinaje, natación, judo y gimnasia.
Pese a los tropiezos, ella mantiene el buen ánimo. El karate ha hecho de Laura una mujer noble, extrovertida y feliz, que disfruta de un paseo por el malecón o una tarde de cine con sus amigas. Y aunque algunas veces la cuestionan por su cuerpo “musculoso”, ella lo toma como un cumplido, porque es la prueba visible de que todo esfuerzo físico tiene sus frutos.
Con 24 años, soltera y a pocos pasos de convertirse en cinturón negro, la joven aspira a ser lo que es Jossimar Calvo en la gimnasia: una medallista olímpica y orgullo para todos los colombianos.