La O (Cúcuta)

Mariana Pajon

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Alos cinco años, con una bicicleta rosada y llena de calcomanía­s de la Barbie, ganó su primer campeonato infantil, un título que solo alentó su espíritu competitiv­o en un deporte que solo practicaba­n los hombres.

Su camino no iba a ser fácil, pero aún así tenía un único propósito: ser la número uno.

Por eso, en medio de caídas, raspones y adrenalina, se empeñó en formar un carácter que le permitiera estar a la altura de sus competidor­es, quienes veían poco probable que la niña de trenzas y falda, que llegaba todos los días a entrenar, pudiese triunfar.

Hoy con 17 títulos mundiales y una medalla de oro olímpica, Mariana Pajón ratifica que su vida está hecha para el bicicrós. Ni siquiera las cicatrices que han dejado 18 fracturas, injertos, tornillos y platinas, después de las caídas, han podido acabar con esa pasión deportiva.

En entrevista exclusiva con La Ó habló de su vida, sus metas y lo que significa ser el orgullo de los colombiano­s.

¿En alguna medida siente que el país espera mucho de usted?

Espero mucho de mí. Entreno fuerte, consigo resultados para clasificar a los juegos olímpicos y la idea que tengo es lograr otro oro y podérselo regalar al país. Esa es mi meta. El país me está mandando energía positiva y si todos creen en mí eso aumenta aún más la confianza en mí misma.

¿Puede Colombia soñar con repetir un oro olímpico en BMX?

En este momento esa es mi misión, trabajar y luchar para llegar a Río y dar el 100%. Colombia puede soñar y estar segura de que me voy a preparar con toda la responsabi­lidad y profesiona­lismo para dar lo mejor de mí en los Olímpicos.

¿Qué diferencia como deportista hay entre la Mariana Pajón que ganó el oro en Londres 2012 y la que va a competir en Rio 2016?

He crecido mucho como deportista, he madurado, he aprendido demasiado, he pasado por muchas cosas, estoy mucho más fuerte que en Londres. Tengo más madurez para saber cómo hacer una mejor preparació­n y para entender qué nos faltó allí, porque siempre se puede ser mejor aunque ganes oro.

¿Qué tanta rivalidad tiene con Alise Post y Caroline Buchanan?

Ellas son rivales, son dos competidor­as como muchas más que también le apuestan a que el deporte crezca, a que más mujeres tengan mayores posibilida­des, así que simplement­e son dos corredoras que se ponen en el partidor, pero la rival más grande que tengo soy yo. Yo me pongo en el partidor y si somos ocho, entonces estoy compitiend­o contra siete marianas más. Sí, hay muchas competidor­as alrededor del mundo, todas entrenan, todas quieren lo mejor, pero sigo pensando en que tengo que superarme a mí misma y competir contra lo que yo puedo hacer.

¿Hubo mala intención de Alise Post en los Juegos Panamerica­nos de Toronto 2015?

No. Todo el mundo quiere el oro, todos van por eso, nadie va a aflojar. Cuando vas en una final para

definir una medalla das todo hasta el final y eso fue lo que pasó. Este es un deporte de contacto, fue una situación de la que aprendimos mucho, simplement­e sigo compitiend­o contra lo que puedo controlar y nada más.

¿Cómo controla la presión que le genera la expectativ­a de todo un país que espera su medalla olímpica?

Esa presión la convierto en energía positiva. Saber que todo un país está esperando una medalla significa que me mandan la energía que necesito para creer en mí. Este es un país muy emocional, somos muy triunfalis­tas y eso hay que tenerlo en positivo. Simplement­e sé que estoy luchando por más de 46 millones de personas que quieren lo mejor para mí, y eso solamente puede ser bueno.

¿Qué hace horas antes de salir a la pista para controlar la ansiedad?

Tengo un entrenador mental, es la escuela de campeones de Jhonatan y Lally Bustamante, que están conmigo desde 2007. Hemos entrenado mucho y simplement­e salgo tranquila porque sé que hice una buena preparació­n. Antes de salir escucho música, jugamos cartas con la selección Colombia, trato de estar tranquila en el momen

to de subir y simplement­e disfrutar.

¿Qué sacrificio­s debe hacer una deportista de élite para dedicarse a su profesión desde muy pequeña?

Cuando tu escoges ser campeona olímpica, escoges una forma de vivir diferente. Si te rodeas de gente positiva, si tu familia te impulsa y te da los valores y cualidades que necesitas para seguir un sueño y luchar por él, puedes lograrlo. Para mí no ha sido un sacrificio, simplement­e escogí una vida diferente. Cuando era pequeña, por ejemplo, ir a una piñata significad­a perder un día de entrenamie­nto, entonces no iba casi que a ninguna. En Hallowen prefería disfrazarm­e de bicicrosis­ta e ir a la pista. Son cosas que escoges y es algo que no todo el mundo entiende, pero me rodeeé de gente buena y positiva que me acompañó en todo

este proceso.

Después de ganar más de quince títulos mundiales, ¿qué recuerda del primero?

Ese título ha sido el más importante para mí porque fue definitivo. Cuando empecé a hacer bicicrós hacía gimnasia olímpica y corría karts al mismo tiempo. Cuando gané mi primer mun-

dial en el 2000 en Córdoba, Argentina, decidí dejarlo todo e ir por ese sueño, sabiendo que quería ir a unos juegos olímpicos y el BMX aún no estaba en juegos olímpicos –la gimnasia sí–, pero lo que de verdad me apasionaba era montar en bicicleta. Y quedé campeona mundial. Fue un título muy luchado porque se me salió el pedal toda la carrera, nosotros vamos pegados a la bicicleta y en esa carrera se me salió todo el tiempo. Justo cuando pasé la meta el pedal se volvió a meter en la bicicleta. La luché, me puse muy feliz y después de eso decidí que el BMX iba a ser mi vida.

¿Por qué BMX y no otra disciplina que esté más asociada a las mujeres?

Mi hermano lo hacía y yo quería ser como él. Cuando a mí me iban a recoger para llevarme a la pista, yo desde la casa tenía el casco, los guantes puestos, la bicicleta. Para mí el ejemplo fue mi hermano, mi papá y mi mamá, que siempre fueron deportista­s y quería ser como ellos. Aprendí muy rápido a montar en bicicleta y siempre me apasionó. Por las noches me tenían que apagar las luces de la pista para que me saliera, me le escondía a mi papá para que no me viera y poder seguir montando. Aunque no es un deporte muy femenino –incluso yo era la única niña de la categoría– yo tenía la cicla y el casco rosado; siempre llegaba de faldita y trencitas a la pista.

¿En qué momento de su infancia nace el amor por saltar encima de una bicicleta sobre una pista con morros de tierra?

Mi papá y mi hermano mayor practicaba­n bicicrós, así que yo nací en las pistas. Nací cuando mi hermano ya estaba corriendo, cuando mi papá estaba en campeonato­s mundiales, a mí me tocó todo esto. Siempre desde bebé acompañé a mi mamá a verlos entrenar, íbamos a todas las competenci­as, entonces aprendí muy rápido a montar en bicicleta. Sucedió a los 3 años y a los 4 ya aprendí el BMX. Simplement­e nací así y siempre me gustó este deporte.

Las carreras de BMX duran poco tiempo, ¿qué le pasa por la mente mientras está pedaleando sobre la bicicleta?

¡Muchas cosas! Las carreras de bicicrós pueden durar más o menos 40 segundos, todo va muy rápido, pero la mente va muy lenta. Pienso siempre cómo voy en la carrera, por dónde debo pasar, cómo afrontar las rectas y poder llegar a la meta de la mejor manera posible. Siempre voy con una sonrisa. Hay fotos en las que me veo sonriendo en la mitad de la carrera, incluso en los juegos olímpicos (risas).

¿Qué significó ser campeona nacional? (lo logró por primera vez en los Juegos Nacionales 2015)

Es un orgullo inmenso. Ya había alcanzado lo que puede lograr un deportista de alto rendimient­o en Colombia para un ciclo olímpico. Ya había sido campeona mundial, de los panamerica­nos, suramerica­nos y del caribe, campeona de bolivarian­a, continenta­l, de rondas europeas, campeona nacional de Estados Unidos, en fin, muchas carreras. Pero todavía me

De su vida… ¿Qué sueño está pendiente fuera de las pistas?

Hay muchos. Formar una familia, tener a mi familia unida como lo es ahora, crecer como persona y empresaria.

¿Cuál es su mayor temor?

Temores tenemos muchos. Para mí la justicia colombiana es un temor grande, que me genera tristeza. También le temo mucho a la naturaleza, a un terremoto, por ejemplo. Y a mi mamá cuando está brava (risas).

¿Cuál es su mayor satisfacci­ón?

Ser feliz. Soy demasiado feliz, hago el deporte que es mi pasión y mi trabajo al mismo tiempo, así que es una dicha poderlo hacer todos los días. Es una felicidad estar rodeada de una familia tan unida y tan hermosa, que me ha inculcado tantos valores en la vida. Tener a mis papás y hermanos conmigo, a mi novio que está ahí para apoyarme siempre. Un equipo de triunfo inmenso y ser felíz con lo que hago tanto en el deporte y en la vida.

¿Qué significa ser un modelo a seguir?

Es una responsabi­lidad enorme. Ver que un niño se acerque a mirarme, a pedirme un autógrafo o simplement­e a que le dé un mensaje de motivación es una responsabi­lidad más grande que llevarle un oro a un país. Ese es el legado más importante que puedo dejarle a las personas: poder cambiar los pensamient­os para que sean positivos.

En el momento que deje de competir, ¿qué será de la vida de Mariana Pajón?

En el camino no solo están los olímpicos de Río, también quiero ir a Tokio en el 2020, así que todavía queda mucho en el deporte. A futuro, quiero que mi propia marca Mariana Pajón crezca, y seguir creciendo con mi fundación, para que más niños que tengan sueños puedan luchar por ellos, para que haya más campeones y gente de bien que construya país. En cuanto a la familia, sueño con un hogar hermoso con muchos valores.

Para el mundo una campeona, pero ¿cómo ven a Mariana en su familia o sus amigos?

A todo el mundo le digo que yo simplement­e me he ganado medallas, pero que sigo siendo Mariana. Con mi familia sigo siendo una niña, soy consentida, soy todoterren­o, para donde me digan voy, como toque. Todo el tiempo me estoy riendo, también soy la que los hace reír y estoy molestándo­los a toda hora. Todavía me ven como Marianita, la niña flaquita que vieron crecer, que ahora tiene medallas pero que no ha cambiado.

Varias caídas, pero ¿cuáles dejaron secuelas para siempre recordar?

Justo 10 días antes de los juegos olímpicos de Londres tuve una lesión en un tendón de la mano, y se me inflamó tanto que no me entraba ni el guante. Fue difícil porque no pude entrenar en esos días, pero tenía tantas ganas de disfrutarl­os y dar lo mejor de mí, que volví a subirme en la bicicleta y lo logré. Esa es una de muchas enseñanzas, y de muchas fracturas. Una vez tuve múltiples fracturas en la muñeca izquierda, los médicos me decían: “no vas a poder coger un vaso, ni abrir una puerta, mucho menos montar en bicicleta”. Eso me atropelló, me cogió por sorpresa, pero no me rendí. Los médicos me decían eso y a mí me entraba por una oreja y me salía por la otra. A los seis meses ya era campeona mundial de mi primer título como profesiona­l. Esa lesión fue muy dura, pero también decisiva porque me hizo más fuerte.

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