PERSONAJE
La verraquera y el tesón de una
Liliana Salazar, nunca me he sentido discriminada al hablar de deportes
Mientras crecía en el campo, saltando entre matorrales, esquivando arbustos y jugando al fútbol con sus vecinos de la vereda Covaría, en el municipio de Charalá, a tres horas de Bucaramanga (Santander); Luzmila González jamás llegó a pensar que hoy sería una de las juezas de línea más reconocidas de Latinoamérica, y la que mayor credibilidad ha ganado en el fútbol colombiano.
Está más que orgullosa de haber nacido en la zona rural de Santander, impregnada por el olor a café, panela, y caña de azúcar, pues fue allí donde comenzó a gestarse uno de los primeros amores de su vida.
Sin preocuparse mucho por las dimensiones del terreno donde jugaban o por la forma de las arquerías, Luzmila vivió su infancia divirtiéndose detrás de un balón y hallando en el fútbol, junto con sus amigos, una distracción a las pesadas labores que conllevan la agricultura y el trabajo del campo.
Todo lo que fuera deporte y actividad física la enamoraba. Participó de cuanto campeonato interveredal pudo, y corriendo los 100 metros planos representó a Santander en las Olimpiadas de Hogares Campesinos.
En Charalá, el afán por las necesidades económicas no daba tregua y fue entonces cuando decidió abandonar el aroma vegetal de la vereda Covaría, para trasladarse al asfalto de la ruidosa capital santandereana.
Queriendo progresar y buscando un mayor crecimiento intelectual, además de no repetir la historia de sus padres –el mismo ciclo de vida de muchas familias campesinas cuyos hijos están obligados a dedicarse a los trabajos del campo, por falta de oportunidades de estudio y empleo- salió a probar suerte a una ciudad donde prácticamente no conocía a nadie.
“Tristemente lo digo, aunque no es deshonra ser del campo, pero la situación económica era muy apremiante, con muchísimas necesidades. Salí a estudiar con ganas de buscar recursos para ayudar a mi familia”, recuerda con orgullo la santandereana, fanática del mute, el cabro, la pepitoria y la comida típica de su región.
Hoy asegura, victoriosa por los logros alcanzados, que su camino para llegar al arbitraje internacional estuvo más lleno de espinas que de rosas.
En Bucaramanga empezó a trabajar cuidando una niña en una casa de familia, y más tarde fue empleada en una papelería, además, se dedicó a validar el bachillerato.
Así transcurrieron los primeros años lejos de su casa, sin embargo, las labores en el campo seguían despertándole pasiones y fue así como resolvió matricularse en una carrera agropecuaria, a distancia, en la Universidad Industrial de Santander (UIS).
El pesado ritmo de tener que trabajar todo el día y luego salir a estudiar le duro tres semestres. Cuando se retiró, no lo pensó dos veces y se inscribió en una tecnología deportiva buscando reencontrarse con su primer amor: el fútbol.
“Después de matricularme en la técnica deportiva sentía que necesitaba algo más, además me estaba quedando tiempo” sostiene Luzmila, que en la actualidad registra aproximadamente 150 actuaciones como asistente de línea en el fútbol profesional.
Tiene cerca de 150 actuaciones como asistente, y ha representado a Colombia en campeonatos mundiales de diferentes categorías.
Hacía deporte a diario con sus compañeras de estudio y un día entrenando con una amiga en el Estadio de Atletismo La Flora, le surgió la idea de ir al estadio Alfonso López a ver jugar al Atlético Bucaramanga.
UN PARTIDO QUE LE CAMBIÓ LA VIDA
Como una alarma en la memoria, saltan a su mente todos los recuerdos de aquel partido que la impulsó a declinarse por una de las profesiones más difíciles que puede escoger una mujer.
Corría el año 2001, y quizá por azares del destino el compromiso que había escogido Luzmila para ir a observar tendría un condimento particular.
Bucaramanga recibía al Deportes Quindío, y la terna arbitral la encabezaba una dama. Se trataba de la caldense Martha Liliana Toro, precursora y responsable, en gran parte, de que hoy las mujeres colombianas tengan un lugar dentro de un deporte tan marcado por el machismo como es el fútbol.
Martha Liliana debutó en abril de 1998 en el torneo de la B, en el partido entre El Cóndor y Cooperamos Tolima.
“En el partido que vi a Martha Liliana dirigir la insultaron y, lo que es peor, los insultos venían de mujeres que era lo más triste y lo que me causó más impresión. Desde ese momento me prometí demostrar que las mujeres sí somos capaces y tenemos las cualidades para hacer un buen trabajo y escalar sin necesidad que nos insulten”.
El resultado final de ese partido iba a quedar como una anécdota más. Lo verdaderamente rescatable, era aprovechar esa vocación que le había despertado observar a Martha Liliana ser víctima de insultos machistas y ofensas injustificadas.
Varias semanas después de su experiencia en el estadio, oyó en una emisora local una propaganda que avisaba de la apertura de inscripciones en el Colegio de Árbitros de Santander, para hombres y mujeres, que soñaban con la posibilidad de llegar al profesionalismo.
“VINO A SER ÁRBITRO, NO A BUSCAR MARIDO”
Si las mujeres que se involucran con el fútbol tienen que soportar ofensas machistas, a Luzmila la recibieron con una verdadera ‘joya’.
Cuando decidió presentar su hoja de vida acudió al colegio de árbitros un lunes por la noche, y en ese momento se encontraban en asamblea de afiliados.
El presidente de la agremiación era José María Rodríguez, que, de entrada, le disparó la siguiente frase, que debería quedar enmarcada como símbolo patrio del machismo deportivo: “le voy a decir dos cosas. La primera es que, si viene, es a ser árbitra y no a buscar marido. Y segundo, el comportamiento de las mujeres debe ser muy serio y distante con los árbitros, porque aquí usted les da la mano a los hombres y le cogen el codo, y más”.
Las advertencias de Rodríguez no fueron más que un impulso para Luzmila, que aprobó el curso de tres meses con uno de los mejores puntajes, incluso entre los hombres.
Convertida ya en una experimentada jueza de línea, recuerda con lujo de detalles el difícil debut que tuvo en las categorías infantiles de la liga santandereana.
Su primer partido fue 16 de junio de 2002, y cuenta, ahora con risas, que los papás de los niños por poco se le abalanzan a golpes, reprochándole sus decisiones arbitrales.
Luzmila González actuó por primera vez en la segunda división en 2006, y tres años después hizo su debut en la A en el partido entre Deportes Quindío y Deportes Tolima.
En 2009 representó a Colombia en Brasil, en la primera versión de la Copa Libertadores Femenina. En 2010 asistió a la Copa América Femenina en Ecuador. En 2011 representó a Colombia en el torneo Esperanzas de Toulon. En 2012 participó del Suramericano Femenino Sub 20, en Uruguay, y luego fue al Mundial Femenino Sub 20 de Japón.
En 2013 tuvo participación en los Juegos Bolivarianos, y en el Suramericano Sub 17 de Paraguay. En 2014 estuvo en el Suramericano Sub 20 de Brasil, y en Doha (Qatar) en una capacitación dentro del proceso mundialista que realizó para la Copa del Mundo Femenina de Canadá 2015, pero lastimosamente no alcanzó a entrar dentro de las escogidas.
El año pasado estuvo en el Suramericano Femenino Sub 20 de Brasil.
La pujanza, verraquera y calidez de las santandereanas son cualidades que están más que representas en Luzmila González, una mujer firme y ‘parada sobre la raya’.
“Tristemente lo digo, aunque no es deshonra ser del campo, pero la situación económica era muy apremiante, con muchísimas necesidades. Salí a estudiar con ganas de buscar recursos para ayudar a mi familia”.