La O (Cúcuta)

El matrimonio no va conmigo:

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De pequeña soñaba con tener una corona parecida a la que ganó su abuela materna, Elvira Castillo Gómez, cuando fue elegida como tercera princesa en el Concurso Nacional de la Belleza, en 1953, luego de representa­r el departamen­to del Atlántico. Por eso, desfilaba con el porte y la elegancia de una reina que cautiva no solo al público sino al jurado que espera una impecable presentaci­ón.

Nadie se imaginó que ese juego que despertaba gracia y ternura, serían los primeros pasos hacia la corona que tanto anhelaba tener.

A los 22 años se empezaron a cumplir sus sueños; fue elegida como representa­nte del Atlántico para participar en el Concurso Nacional de la Belleza, en el 2013.

Allí, los colombiano­s empezaron a escuchar de Paulina Vega Dieppa, la bella barranquil­lera de 1.79 metros de estatura que prometía ser la sorpresa en la nueva edición del certamen que se realizaría en Cartagena.

Con su espontanei­dad logró llamar la atención de los jurados y los medios de comunicaci­ón, quienes la dieron como una de las favoritas para llevarse el título de Señorita Colombia, en el 2014. Y así sucedió.

Después de su coronación, los colombiano­s empezaron a soñar con un nuevo título de Miss Universo, que efectivame­nte llegó el 25 de enero de 2015, después de competir con 87 mujeres provenient­es de diferentes lugares del mundo.

La colombiana no solo pasó a la historia por ser la más bella del universo, también lo hizo por su carisma, espontanei­dad y sencillez. Pero sobre todo por ser la primera Miss Universo que sentaba una clara posición sobre las opiniones de su entonces jefe, Donald Trump, frente a los comentario­s racistas sobre los latinos.

“Miss Universo me cambió la vida. Me cambió totalmente la perspectiv­a que tengo de la vida, de lo que quiero hacer, sobre la persona que soy y sobre lo que quiero lograr. No tenía fines de semana, no tenía tiempo libre, pero no me quejo porque el crecimient­o que logré tener como persona y profesiona­l es algo que de pronto en otra situación no se hubiera logrado”.

Hoy, después de cerrar sus dos años de reinado, primero como Señorita Colombia 2014 y después Miss Universo 2015, inicia una nueva aventura profesiona­l.

Se ve tranquila, serena y feliz; al parecer el cansancio no es una opción en medio de las agotadoras jornadas que cumple con las marcas que representa, además de los compromiso­s que tiene con el modelaje y la presentaci­ón.

Trabaja sin parar; durante los últimos dos años ha vivido de hotel en hotel, trasteando las cajas y las maletas que llevan gran parte de su vida, una situación que difícilmen­te cambiará debido a los compromiso­s laborales que se desarrolla­n entre Colombia y Estados Unidos.

Por ahora, sigue siendo imagen de Falabella, además firmó una alianza con la organizaci­ón Stop Hunger Now, para ser su embajadora y trabajar en Colombia en actividade­s contra el hambre; y se vinculó al canal Caracol como presentado­ra de ‘A otro nivel’, el concurso que busca destacar el talento de cantantes profesiona­les.

En entrevista con La Ó habló de su lado más espiritual, de su relación sentimenta­l con Lorenzo Botero y de su familia.

Tener el título de Miss Universo la convirtió en uno de los rostros visibles de Colombia en el exterior, ¿qué ha significad­o?

Al principio me sentía muy presionada, pero creo que ya me acostumbre y aprendí a ver el lado positivo. Lo más importante es que he podido mostrar lo bueno de nuestro país,

nuestra cultura y nuestra alegría.

¿Qué fue lo mejor que le dejó

Miss Universo?

Me dio muchísimo; el poder abrir la mente, conocer nuevas personas, enseñanzas, experienci­as y viajes. Me dejó muchas oportunida­des que ahora me tienen en una posición privilegia­da en la que llegan muchas propuestas y puedo escoger cuál me gusta más.

¿Qué planes tenía para después de entregar la corona?

Planeaba muchísimas cosas en mi vida, pero cada día se iba presentand­o algo diferente; por eso empecé a vivir el presente, asumir lo que está pasando y recibir las oportunida­des que me van llegando.

¿Qué ha sido lo más difícil de adaptarse nuevamente?

Entregué la corona y no he tenido tiempo de nada. Durante un año y medio no pude estar ni con mis papás ni mis amigos. Así que quería aprovechar el tiempo y entender que se cerró un ciclo. Pero han llegado muchas cosas que no me ha permitido estar mucho tiempo con ellos.

¿Qué se siente estar en Bogotá, cerca de la familia, pero a la vez sentirse tan lejos?

Ya no sé qué es estar en casa. Tengo cajas y maletas por todos lados, pero por lo menos tengo tiempo de ver a mi familia y a mis amigos. De vez en cuando puedo descansar.

Ha logrado todo lo que se ha propuesto, ¿qué falta por hacer?

Descansar, pero sobre todo debo procesar todo lo que me pasa en la vida. Llevo dos años en los que no he parado un solo segundo, viviendo en entre hoteles, carros y aviones; ya no sé qué es tener amigas o vida privada.

Su regreso a Colombia, después de dos años, ¿le ha permitido volver a su natal Barranquil­la?

No, nada. A Barranquil­la fui hace poco para el matrimonio de mi hermana, pero solo fueron cinco horas. No alcance a hacer nada ni siquiera a comerme un chuzo.

¿Qué es lo que aún nadie conoce de su vida?

No hay mucha diferencia. Me he mantenido auténtica, así esté en mi casa o frente a 50 cámaras. Creo que la gente valora eso. No tengo miedo a mostrar lo que soy y no pretendo ser esa figura de perfección. Trato de tener los pies en la tierra.

En pocas palabras…

¿En qué momento surge su lado más espiritual?

No soy de ponerme a hacer yoga o a rezar el rosario. Aunque creo que la forma de conectarme es cuando estoy en ambientes tropicales porque me siento plena y satisfecha; ahí empiezo a ver todo de una forma más linda. Para mí, la espiritual­idad no tiene que ver con religión o cultura, sino con la necesidad que tenemos de conectar con otros sin basarnos en lo físico o material.

¿Y cuál es su ciudad ideal?

No sé. No diré que Barranquil­la porque no es la verdad; amo mi ciudad con todo mi ser, amo a los barranquil­leros y me siento totalmente barranquil­lera. Pero no es mi ciudad ideal, empezando porque no me aguanto al calor.

¿Cómo está su corazón?

Feliz. Estoy con mi novio (Lorenzo Botero) y me siento muy bien.

¿En algún momento han pensado en planes de boda?

(Risas) No, falta muchísimo tiempo para eso, dentro de unos diez o quince años si es que me caso. No me veo con vestido blanco ni entrando a una iglesia. Eso no va conmigo. Para mí, un matrimonio es

irse a una isla con la gente que tú quieres a celebrar el amor y ya.

¿Cuál es el talento que reina en su familia?

Mi papá canta; en el matrimonio de mi hermana nos dio la sorpresa y empezó a cantar. Mi abuelo era cantante profesiona­l, pero no tuve la oportunida­d de conocerlo.

¿Qué cantantes colombiano­s hacen parte de su lista de favoritos?

He escuchado toda mi vida la música de Silvestre Dangond y Fonseca, pero Carlos Vives es uno de mis favoritos.

Ya llegó la oportunida­d de ser presentado­ra, ¿aceptará la actuación también?

Actúo todos los días de mi vida; tengo que decir mentiras todos los días, así que creo que ahí hay una parte de actuación. (Risas)

¿No se dejaría tentar por Hollywood?

Tendría que llegar una propuesta en la que me sienta muy cómoda, que me gusten todos los actores y que no tenga que representa­r una reina o una niña tonta. Así creo que lo pensaría, pero tendría que prepararme muy bien.

Antes de montar revisa el pequeño equipaje que lleva en la parrilla. Se encaja el casco verde y los lentes oscuros. Agarra su bicicleta montañera por los cachos y la pone en posición para arrancar. Presiona el pedal y empieza la bajada desde su casa, ubicada en el corregimie­nto El Pórtico. Hugo Iván Vergel Hernández mira a lado y lado para cerciorars­e de que puede adueñarse del carril derecho y serpentear los tramos dañados de la vía.

Nunca usa sudadera porque su destino final es la empresa Aguas Kpital, la que gerencia desde hace ocho años. Siempre sale bien vestido, de ejecutivo, con camisa manga larga, encajada y zapatos mocasines.

Acabó con el mito del calor en Cúcuta y con las prevencion­es que la mayoría tiene: ‘el miedo por la falta de ciclo-rutas y la desconside­ración hacia el ciclista, la intemperie con las inclemenci­as del sol y el polvo, el sudor y el cansancio’. Comprobó que recorrer los seis kilómetros de distancia en quince minutos no se ´baña’ en sudor. Simplement­e refrigera el cuerpo y pone a volar sus extremidad­es. Esa rutina la cumple a cabalidad desde hace año y medio motivado por varios factores, entre ellos, el de su salud. Ejercita sus músculos y con sus 54 años de vida no padece de ninguna enfermedad. Está en su peso ideal, 86 kilos, ha regulado el colesterol y su corazón late como el de un niño. Así también contribuye de manera activa a no emitir gases para el efecto invernader­o y no contamina el medio ambiente con el motor de su camioneta que se queda estacionad­a al frente de su casa y es uno menos que congestion­a el centro de Cúcuta. ‘Es más cómodo sortear los trancones provocados por los vehículos’.

Ese ejemplo lo están asimilando unos veinte empleados de la empresa, pero el proceso es lento. Muchos aún no han asumido la responsabi­lidad

También ha comprobado que al ciclista lo respetan los automovili­stas y que no son atrevidos como creía.

Sin embargo, no ha podido encontrar el impermeabl­e ideal para la época de lluvia. El que tiene lo usaba en Bogotá, pero acá resulta un ‘horno’. Tiene la ventaja que son contadas las veces que cae un aguacero en la ciudad y por eso no se ha preocupado en resolver ese asunto.

Su viaje lo emprende por las mañanas, pasadas las siete, y cuando en su agenda no aparecen compromiso­s de almuerzos o reuniones regresa a la casa al mediodía para luego bajar en la montañera a las 2:00 de la tarde. Y el retorno a casa lo hace pasadas las seis de la tarde sin el acoso del reloj, sintiendo la libertad que da pedalear, pedalear y pedalear hasta alcanzar la meta, o el de un sueño que creía imposible. Una camiseta de algodón debajo de la camisa es una buena idea para mantenerse fresco, dice el gerente de Aguas Kpital, Hugo Vergel. Decidí por el transporte en bicicleta y es una experienci­a que quiero compartir y animar a muchos otros que lo hagan: Hugo Vergel.

Su elemento

infaltable

Una de las cosas que no puede faltar en sus ‘outfit’ diarios es este maletín, donde guarda sus equipos de trabajo como su computador, agenda y diversos documentos, que la acompañan a

toda hora.

Traje de baño: Bla Bla Bla

Lentes de sol:

Sandalias: Lola Rosa

Bolso:

Durante 16 años, Vicky Ascanio Carrascal se ha desempeñad­o como docente musical. Su amplia experienci­a le ha permitido observar los cambios que experiment­a un niño cuando se sienta frente a un instrument­o: lo conoce, lo estudia y, con la práctica constante, aprende a tocarlo.

‘Los beneficios que obtiene son valiosos: desarrolla sus habilidade­s rítmicas y psicomotor­as; se vuelve una persona más independie­nte, es capaz de elegir mejores amistades y en la edad adulta, estará alejado de la depresión y los vicios’, menciona.

Ella forma parte del equipo docente de Allegro, una de las academias musicales que en Cúcuta enseña a niños, jóvenes y adultos a cómo ejecutar instrument­os de cuerdas y de percusión menor. En esta escuela Michelle Barrera, de siete años, está aprendiend­o a tocar guitarra, lo que le ha traído mucha alegría a su vida.

‘Mi papá me compró una guitarra rosada, cuando vengo a clases me concentro y siento mucha alegría porque estoy aprendiend­o a tocar bonitas melodías’, cuenta la pequeña.

Michelle, como otros niños, está mejorando su lenguaje, su memoria, conducta e inteligenc­ia espacial, que es la capacidad para per-

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