La O (Cúcuta)

Johan Naime,

Un hombre que rompe las barreras culturales

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Es un hombre que trabaja por acercar la cultura francesa a los cucuteños. En su verbo no existe la palabra barrera, pues cree en el principio fundamenta­l de que en la vida nada es imposible, mucho menos estudiar.

Desde la dirección de la Alianza Francesa, Johan Naime construye puentes para que los cucuteños, además de aprender el idioma francés, puedan viajar para desarrolla­r una carrera universita­ria o una maestría en el país galo.

“El primer obstáculo que se debe quebrar es pensar que Francia está a 10 mil kilómetros de distancia, que la moneda es el euro y que el idioma es complicado”.

Su compromiso por mejorar el sistema es tan alto, que sueña con abrir en Cúcuta un colegio bilingüe social. “Quiero crear un espacio donde todos los niños puedan estudiar sin importar su con- dición económica”, revela el licenciado en negocios internacio­nales, traductor y docente.

Detrás de su cargo en esta institució­n, Johan es un hombre de familia, al que le gusta leer, ir al cine y pasar tiempo en casa con su esposa Erika y sus dos hijos: Juan Sebastián y Leiah. Habla español, inglés, francés e italiano con fluidez y su gran pasión es viajar.

Aunque por sus venas corre sangre colombiana, Johan se mudó a Francia cuando apenas tenía seis años, junto con sus hermanos mayores Mauricio y José Luis, luego de ser adoptados por una pareja francesa. Finalizaba­n los años 80.

Seis meses tardó en aprender el llamado idioma del amor en Lyon, conocida como la antigua ciudad de la seda. En este hogar, rodeado de mar y montaña, comenzó una nueva vida de la que habló con La Ó.

¿Qué recuerda cuando llegó a Francia?

Lo primero que recuerdo es el frío y el cielo gris. Como era muy niño, era una esponja y pude absorber el idioma. Aunque la gente tiene fama de ser fría y cerrada, en nuestro caso fue distinto. Toda nuestra familia y amigos son calurosos.

¿Le costó adaptarse?

Fue un cambio de normas y cultura muy drástico. Recuerdo que me costaba quedarme sentado 8 horas diarias en la escuela, porque allá se estudia todo el día, pero logré adaptarme. Fue una gran oportunida­d y en parte por eso soy profesor, porque quiero devolver un poco lo que la vida me dio, que los muchachos en Colombia puedan tener esa oportunida­d de conocer y vivir la cultura francesa.

¿Qué traería del sistema educativo de Francia a Colombia?

Implementa­ría la educación gratuita. En Francia, el estado subsidia el 85% de la educación, las empresas subsidian el 8% y el estudiante termina pagando algo muy mínimo por un nivel de estudio alto. Incluso, si el alumno no es francés, tiene los mismo derechos en salud, seguridad social y subsidio de alojamient­o y transporte. Eso me parece bien, porque finalmente se cumple la ideología de equidad y universali­dad.

¿Por qué es importante la enseñanza de un segundo idioma para la sociedad?

Cuando tú hablas y lees otro idioma, vuelves a nacer, porque puedes leer otra cultura y creo mucho en la cultura como vector de enriquecim­iento personal.

¿Cómo ve el panorama de la adopción igualitari­a en Colombia?

A mí me parece que es una pelea muy egoísta decir que una mujer soltera no puede criar un niño o que

una pareja del mismo sexo no puede ser padre. Lógicament­e, estos cambios de modelo hay que hacerlo al ritmo del desarrollo de la sociedad, pero finalmente hay que pensar en la felicidad del niño, así esta felicidad sea con una familia que no es considerad­a ‘normal’ por la sociedad.

Cambiando de tema, ¿por qué regresó a Colombia?

Creo que fue un llamado de los recuerdos que tenía. Me dio por investigar porque se me abrió la curiosidad por mi pasado. Aunque no me obsesioné con esa búsqueda, porque yo conservé muchos recuerdos de Colombia, a diferencia de otros que fueron adoptados cuando aún eran bebés. No encontré nada y me siento muy tranquilo con mi familia.

¿Si no encontró lo que buscaba, por qué se quedó en Bogotá?

En el 2008 yo había aplicado para trabajar en la Alianza Francesa de Bogotá como docente y me aceptaron. Resulta que Bogotá me gustó.

Descubrí una especie de desorden que me pareció chistoso, porque ese punto es bien latino. Al mismo tiempo, fue agradable porque uno deja de calcular y ser tan rígido, y se vuelve más espontáneo.

¿Y sus padres no pusieron objeciones?

No. Ambos tienen 60 años y poseen una mezcla entre la educación católica rígida y ese espíritu joven y hippie. Son estrictos y, al mismo tiempo, son muy frescos con algunos temas. Es una dualidad chévere y siempre me han apoyado en todo. A pesar de estar lejos, soy el más apegado a mis papás. Hablamos seguido y, una vez al año, voy a Francia.

¿Por qué se quedó a vivir en Cúcuta?

Llegué en el 2012 transferid­o por trabajo, se dio la oportunida­d de huir de Bogotá, que actualment­e está tan congestion­ada. No ha sido fácil porque hay mucho por hacer y mi propósito desde la Alianza sigue siendo el mismo: enseñarle a la gente que estudiar abre puertas.

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