De su vida familiar…
Al cerrar las puertas de la empresa aparece la otra parte de su vida: su esposa, Silvia Peñaranda, sus hijas, Ilana Ararat Riaño, de 20 años, Isabella Ararat Riaño, de 19, y su hijo, David Ararat Peñaranda, de 3 meses.
En casa no es malgeniado, casi nunca levanta la voz y los regaños no hacen parte de la educación de sus hijos; prefiere que sean los consejos o ejemplos los que formen el criterio para tomar las buenas decisiones del futuro.
Hoy recuerda que recibir la noticia de ser padre fue “uno de los momentos más emocionantes de mi vida; aún tengo la imagen de la primera ecografía porque la felicidad de verlos por primera vez es insuperable”.
No ha tenido episodios dramáticos con sus hijos, pero sí anécdotas que guarda con emoción; entre ellas, recuerda que en casa siempre tenía una norma de que sus hijos jamás podían dormir por fuera de la casa, una regla inquebrantable que sus hijas quisieron poner en la mesa de negociación.
Ahora, verlos crecer es parte de su vida: “he añorado que mis hijas se enamoren y sientan esa emoción, para que después tomen la decisión de amar, que son dos cosas totalmente diferentes. A mi hijo espero ahorrarle mucho tiempo de todo lo que me tocó aprender en todos estos años, para que no le cueste el mismo tiempo que a mí”.