Su vida familiar
Tener su casa a escasos metros del consultorio donde labora con su esposa, la oftalmóloga bumanguesa Tatiana Romero, le ha permitido vivir la paternidad más cerca de sus hijas; Valeria, de 8 años, y Catalina, de 5; ya que ambas pasan mucho tiempo entre la clínica y la casa.
“La paternidad cambió mi vida totalmente. Nosotros tenemos 15 años de casados y veníamos de una etapa de trabajar, de capitalizarnos, de emprender nuevos proyectos y una vez que llegaron las niñas, empezamos a pensar solo en ellas y su futuro”.
Aunque le hubiera gustado ampliar la familia, Gabriel se siente bendecido con sus pequeñas. Se describe como un padre muy amplio, consentidor y, en ocasiones, alcahueta, pero que siempre les inculca la responsabilidad ante todo. “Me gusta consentirlas, que se me arrunchen, eso es lo más rico, no lo cambio por nada”.
De ambas destaca el sentido colaborador y humilde que han desarrollado como seres humanos. “Las dos tienen unas facetas muy parecidas de ayudar a sus compañeritos, de estar pendiente de la gente que más necesita, de siempre dar más de lo que pueden dar”
Aunque aún son niñas, reconoce que le fascinaría que fueran oftalmólogas.
“Sería una bendición que siguieran haciéndose cargo de la empresa, que continuaran haciendo esta labor tan hermosa, que es trabajar por el bien común”, confesó.
El legado más grande que añora dejarles a sus hijas es el sentido de la responsabilidad y la honestidad.
“Quiero ser recordado como un papá ejemplar, como una persona honesta en mi actuar, en mi deber ser y en mi trabajo con mis pacientes. Quiero dejarles a mis hijas la mejor herencia: la educación y la posibilidad de continuar con el legado de la oftalmología Flórez Lemus”.