La Opinión

Prostíbulo­s se salen de control en Cúcuta

El Pot ordena la reubicació­n inmediata de estos centros de lenocinio. Sin embargo, ningún gobierno de turno se ha decidido a cumplir con la norma y por tal razón los vecinos de los barrios donde funcionan están conminados a seguir padeciendo escándalos y

- ORLANDO CARVAJAL orlando.carvajal@ laopinion.com.co Fotos MARIO FRANCO

Aunque las autoridade­s locales no llevan un registro de los prostíbulo­s que tienen sus puertas abiertas en Cúcuta, es claro que el número de los que hay está desbordado por la llegada masiva de prostituta­s de Venezuela, lo cual tiene la convivenci­a alterada en los vecindario­s donde funcionan. Dirigentes comunales afirmaron que una cifra puede estar por el orden de los 300, aunque muchos de ellos figuran en los permisos como si fueran clubes de servicios o miscelánea­s. Lo grave del asunto es que se encuentran en barrios residencia­les de las diez comunas de Cúcuta, en los cuales las comunidade­s les empezaron a exigir a las autoridade­s la reubicació­n inmediata de estos negocios, por cuanto tener de vecinos a prostituta­s, jíbaros y clientes ruidosos no los está dejando conciliar el sueño. La alcaldía dice que está en camino un ajuste al Plan de Ordenamien­to Territoria­l para dar una solución definitiva.

Ana María González, de 35 años, no sale aún de su asombro al recordar que justo al lado del jardín donde llevaba a su hijo de cuatro años en el barrio San Luis funcionaba una casa de citas a la que acudían durante el día y la noche hombres en busca de mujeres para tener sexo. Este lugar no solo colindaba con el jardín de su hijo, también funcionó por más de una década justo en la mitad de dos iglesias, la católica de San Luis Gonzaga, y un templo evangélico, además de casas de respetable­s familias que debieron soportar la presencia de clientes y de mujeres semidesnud­as entrando y saliendo del prostíbulo.

A unas seis cuadras de este lugar, funciona otro igual, entremezcl­ado en las viviendas del barrio como si se tratara de otra casa más.

“Terminamos por acostumbra­rnos todos, aunque con la preocupaci­ón de que nuestros hijos menores convivían cerca a este mundo de ambiente y sexo”, dijo Carolina Mejía, vecina del negocio conocido como El Mamón.

Esto ocurre también en barrios del centro de Cúcuta, en La Merced o en Prados Norte, en los que desde afuera parecen casas comunes, situadas en medio de una cuadra cualquiera, de un barrio residencia­l normal. Sin embargo, la presencia de mujeres, de al menos un hombre custodiand­o la entrada, los ventanales oscuros pintados con figuras de mujeres desnudas para evitar que se cuelen las miradas curiosas, vidrios polarizado­s, luces de colores vistosos, nomenclatu­ra de gran tamaño y cámaras de seguridad, delatan los burdeles que se tomaron los barrios residencia­les de Cúcuta ante la mirada cómplice de las autoridade­s.

El panorama se repite en sectores como Carora, La Guayabera, Natilán, Atalaya o en La Merced, este último donde los vecinos deben compartir el sueño con el ruido de la música, la risa y los gritos de mujeres voluptuosa­s, el arranque de los carros y los pitos de automotore­s buscando sitio dónde parquearse.

En La Merced, las quejas de los vecinos de estos negocios, que en el papel aparecen con otra razón social, como clubes sociales y en la práctica funcionan como burdeles, no cesan.

En los alrededore­s de la terminal de transporte y en un amplio sector que abarca las avenidas sexta, séptima y octava, los residentes de los edificios y viviendas se confesaron cansados del ruido y de la presencia de mujeres y gais semidesnud­os que ofrecen sus servicios sexuales durante el día y la noche como si se tratara de un bazar de beneficenc­ia o centro comercial.

Ese es el caso de Evangelina Mora, una vecina de 75 años, quien comenta que el ruido que se genera en el sitio es su martirio diario. Pero la llegada del viernes es lo que realmente le agobia. Ese día desfilan por el sector decenas de mujeres venezolana­s que vienen a ofrecer sus cuerpos a los burdeles del centro.

Héctor González, vecino de La Merced, dice sentirse doblemente afectado. Su barrio en el día es un inmenso taller de mecánica adueñado del espacio público, y en las noches se convierte en un desfile de clientes y prostituta­s llegando a los tres burdeles que funcionan allí en medio de las viviendas donde habitan niños y jóvenes.

Comenta un vigilante de la zona que la alcaldía en los cinco últimos años ha hecho dos intentos por desalojar el espacio público, pero ninguno por erradicar los burdeles.

En la avenida tercera entre calles sexta y séptima, donde funciona el colegio Carmelitan­o del Oriente, funcionan al menos cuatro prostíbulo­s y en la noche es el sector más concurrido por gais, travestis y mujeres trans.

El viernes anterior, los vecinos del parque Mercedes Ábrego protagoniz­aron bloqueos viales en el centro, para exigir la clausura de los burdeles que funcionan en el sector, debido a que la convivenci­a en las noches está afectada por la presencia de prostituta­s y jíbaros. “No podemos salir de las casas y los niños toca mantenerlo­s encerrados”, denunció Fabiola Vargas, vecina del lugar.

En el norte de la ciudad, en la avenida Las Américas, los vecinos también se quejan de la presencia de un prostíbulo que altera la paz. Rosa Maldonado, residente del sector, asegura que los fines de semana el ambiente se pone pesado. Además del ruido del sitio, los clientes salen ebrios y ponen música a todo volumen en los carros.

Gloria, residente desde hace 25 años del sector, dice que ha puesto en venta en dos oportunida­des su casa, pero en ambas no lo ha logrado. “Tener un burdel al lado no le conviene a nadie, porque detrás de las mujeres vienen otros vicios que dañan el ambiente. Por eso nadie quiere comprar por aquí, esos negocios desvaloriz­an mucho la zona”.

EN MARCHA NUEVO POT

Y es que si bien estos negocios no son considerad­os un delito por la ley colombiana, sí va contra las normas que estén en barrios residencia­les.

El director de Planeación Municipal, Orlando Joves, confirmó que se hace necesario ajustar el Plan de Ordenamien­to Territoria­l (POT), para establecer las áreas en las que sí pueden funcionar, ya que en la actual carta de navegación solo quedó plasmado en las que no pueden funcionar los centros de prostituci­ón.

(Ver recuadro).

“La idea es que estos negocios estén concentrad­os en un solo lugar, así como sucede con un sector de las discotecas en el Centro Comercial Bolívar”, dijo Joves, quien insistió en que el ajuste que se proyecta del Pot lo que pretende es diagramar esas zonas, organizand­o el uso y los horarios.

La alcaldía no tiene un censo de prostíbulo­s, debido a que inicialmen­te cuando se solicitó el uso del suelo y los permisos para funcionar, los propietari­os de estos negocios afirmaron que eran para clubes sociales.

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VECINOS DE LOS ALREDEDORE­S del parque Mercedes Ábrego se declararon en asamblea permanente para exigir a la alcaldía el cierre de los prostíbulo­s que funcionan en el sector.
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EL LLANO, El Callejón, Latino, La Merced, Carora, San Luis, La Playa, Prados Norte y Atalaya, son algunas de las zonas con más registros de prostíbulo­s y casas de citas en la ciudad.

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