La Opinión

reubicació­n de vendedores falla por falta de confianza y planeación

Un estudio reveló que la falta de confianza y planeación hizo que fallará la reubicació­n de los vendedores ambulantes en el centro comercial Las Mercedes.

- JORGE ANDRÉS RÍOS TANGUA jorge.rios@laopinion.com.co Fotos MARIO FANCO Y LUIS ALFREDO ESTÉVEZ

Un estudio elaborado por la Universida­d Libre (seccional Cúcuta), el Ministerio de Trabajo y el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (Penud), reveló que la falta de confianza y planeación hizo que fallará la reubicació­n de los vendedores ambulantes en el centro comercial Las Mercedes. Se presume que más de tres mil personas son comerciant­es callejeros.

En las calles del centro de Cúcuta la oferta de productos es tan variada como en un centro comercial. Hay desde ropa interior hasta puestos de comida súper rápida: empanadas, papas rellenas, avena, limonada. En pocas palabras se encuentra de todo y para todos los gustos. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en un centro comercial o en un local comercial, en la calle no hay orden ni espacio para caminar, tampoco se expiden facturas, mucho menos se pagan impuestos, no hay formalidad ni legalidad.

Pero, a pesar de estas ventajas, el trabajo en la calle tampoco es fácil. El sol, el agua, el viento, el ruido de los carros y las persecucio­nes de la Policía, hacen de esta labor toda una odisea, a veces peligrosa.

En este ambiente, se presume que viven más de tres mil personas en la ciudad, ‘se presume’, porque no hay un censo ni un estudio que verifique oficialmen­te cuántos son y muchos de ellos, como es el caso de Celina Castro, llevan toda su vida en esta labor.

“La calle es mi vida” o “yo no sé hacer nada más”, son algunas de las frases que se le escapan a esta mujer de 56 años de vida, con 35 años de experienci­a como comerciant­e informal o ‘vendedora de andenes’.

En su experienci­a, Castro aprendió a vender de todo. Inició con carne y pollo, después pasó por zapatos, adornos de mariposas, manteles, juguetes y, ahora, ropa para dama y camisillas escolares.

Lo más difícil, aparte de las altas temperatur­as y de ‘manear’, como se le llama al hecho de recorrer las calles con la mercancía en la mano, son las persecucio­nes de la Policía. “Una vez perdí cuatro ‘plantes’, pero ya uno sabe que cuando están molestando saca poquito”, dijo.

Pero, a pesar de todas estas dificultad­es, ella no ha pensado una sola vez en dejar la calle y mucho menos aceptar de las propuestas de reubicació­n, como la del centro comercial Las Mercedes que propuso hace unos años el entonces alcalde de Cúcuta, Donamaris Ramírez Lobo o los constantes fracasos de las diferentes administra­ciones para hacer que los pimpineros cambien de actividad.

UN PROCESO A LA LIGERA

“Allá no se vende y afuera es todo feo”, dijo Castro. Como ella, cientos de vendedores ambulantes le dijeron no a la iniciativa de Ramírez.

¡No quieren pagar arriendo! ¡A ellos lo que les gusta es la calle! Fueron algunos de los señalamien­tos que se escucharon en el momento. Sin embargo, las razones van más allá de eso.

Un estudio elaborado por la Universida­d Libre (seccional Cúcuta), el Ministerio de Trabajo y el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (Penud), evidenció que las causas principale­s del no traslado a Las Mercedes son varias: la desconfian­za que existía entre las partes (vendedores y administra­ción municipal), la falta de acuerdo entre los vendedores divididos en tres organizaci­ones, la ausencia de planeación estratégic­a del proyecto y, por último, que los comerciant­es de la calle considerab­an que a esa zona de la ciudad la gente no iba a ir comprarles, como si sucede en el centro.

Mario Zambrano, líder investigad­or de este proyecto, cuyos resultados aún no son socializad­os, explicó que una de las principale­s falencias del proceso es que nunca hubo una caracteriz­ación socio-económica de los vendedores y sin esta informació­n es muy difícil desarrolla­r una política que funcione.

En esta misma dirección apuntó Juan José Arias, licenciado en sociales y especialis­ta en política pública y educación. Según el docente universita­rio, uno de los principale­s errores al momento de enfrentar el fenómeno de las ventas callejeras, es que se asume como un problema de ocupación ilegal del espacio público y no como una situación social compleja. “Una política real debe estar direcciona­da a mejorar la calidad de vida de estas personas y no se puede diseñar solo como una cuestión de imagen arquitectó­nica para que la ciudad se vea bonita”, agregó.

Indudablem­ente, reconoció Zambrano, el auge del comercio callejero se debe a la falta de oportunida­des laborales y calificaci­ón profesiona­l. Pero a esto hay que sumarle otros factores relacionad­os a los altos costos de la formalizac­ión y el no conocimien­to de las ventajas que tiene ser un comerciant­e formal.

El problema real para la ciudad es que mientras las calles se siguen llenando de vendedores informales, los círculos de pobreza continúan acentuándo­se.

SE ACOSTUMBRA­RON

Hay razones propias por las que los comerciant­es callejeros no van a dejar nunca esta actividad. Castro, por ejemplo, asegura que no sabe ser empleada y no se ve obedeciénd­ole a nadie.

A esto hay que agregarle que estas personas no están dispuestas a arriesgars­e y tienen un pensamient­o a corto plazo. Es decir, que prefieren desarrolla­r una actividad que conocen, omitiendo costos legales y corriendo los riesgos de la calle, que pensar a largo plazo, agregó Zambrano.

Al respecto, la comerciant­e sabe que un día puede pasar con cero ventas y eso significa no llevar dinero y comida para su casa, pero también conoce su negocio y sabe que al otro día puede vender $100 mil o $300 mil y eso lo compensa.

“A ellos les hace falta formación ciudadana y la formación conlleva a unos compromiso­s sociales que tienen que existir. Pero ¿cómo nos inventamos una política de alternativ­a social que se articule con las políticas de desarrollo y sea integral, no meramente económica?”, refutó Arias.

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LAS VENTAS CALLEJERAS GENERAN un enorme problema de ocupación del espacio público y movilidad. SAN JOSÉ DE CÚCUTA, 19 DE FEBRERO DE 2017
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EL COMERCIO DE LA CALLE ES familias viven de esta actividad. un gran reto social, miles de
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A PESAR DE LA OCUPACIÓN, los ciudadanos continúan comprándol­e a los comerciant­es callejeros.

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