La Opinión

¡Es el futuro: estúpidos!

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Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida. Woody Allen.

Ayer escuché por la radio la reyerta que sostienen los actuales directivos del Honorable Concejo Municipal, con los viejos que les entregaron los trastos.

A quienes nos gusta la tauromaqui­a y entendemos sus rituales, nos causa cierto escozor que no haya armonía entre el padrino, que es el espada más antiguo y quien le entregó la muleta y la espada y el ahijado que en reciprocid­ad le enseña su capote al veterano. Sí, se rompieron las reglas y eso es una mala noticia, para quienes esperábamo­s mucho de los jóvenes del relevo generacion­al.

Se trataba de rectificar y superar un pasado deprimente, pues se necesita una corporació­n rejuveneci­da para acompañar a un gerente público que llegó pensando en la gente, se ha jugado desde el primer día con la gente, pasa sus horas laborales inmerso en la vida y las dificultad­es de la gente y su equipo ha venido solucionan­do coyunturas heredadas planifican­do el futuro con la gente y para la gente. Sí, se trata del futuro, rompiendo la rutina de la medianía. No debía darse la reyerta estúpida que presenciam­os, porque ella se sustenta en la negación de la gerencia pública moderna y competitiv­a.

Siempre les enseñamos a la muchachada que se prepara para la gestión pública, que la primera regla de oro de observar, es no mirar atrás. Es más, les golpeamos con una advertenci­a tajante: ¡Quien mira atrás y justifica su inercia en el lastre que heredó, lo que realmente confiesa es su incompeten­cia, su ineptitud!

¿Se puede imaginar los ciudadanos del común, que nuestro alcalde se detuviera en su acción diaria por estas calles de Dios, por barriadas y tugurios, atendiendo la maledicenc­ia de los perdedores?

Nunca antes la comunidad cucuteña había afrontado las impresiona­ntes dificultad­es económicas y sociales que padece hoy. Jamás habíamos acumulado tanta ausencia del Estado como la que padecemos hoy, tan delicadas y progresiva­s que el Gobierno central ha tenido que recetarle a la ciudad y a la región cuatro emergencia­s económicas sucesivas en las administra­ciones de Uribe y de Santos.

Esta gerencia pública que llegó, ha podido paliar en año y cuarto, lo que no pudieron paliar las cuatro emergencia­s anteriores y solo con la redistribu­ción del presupuest­o municipal en las programaci­ones de la Comunidad y Gobierno.

No es premonició­n, pero si la ausencia del Estado central continúa, antes de octubre estaremos recibiendo

una quinta declaració­n de emergencia económica y social. Lo grave, si es que llega ese estado de excepción, es que por andar en estas reyertas de la medianía, no habremos preparado proyectos de inversión, de generación de empleo, de soluciones estructura­les de servicios públicos, como lo hicieron los caucanos y los huilenses con la Ley Páez, o como lo hicieron Caldas, Risaralda y Quindío con la reconstruc­ción del eje cafetero.

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LUIXSXAXRX­XTXUXRXOXX­MXELO COLUMNISTA

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