Los motores del crecimiento
Impulsar el crecimiento es el gran reto del país en los actuales momentos. Los desempeños pobres del año anterior, cuando la economía apenas creció un 2%, sumado al bajo ritmo con que ha despegado el presente año y a las perspectivas poco favorables de los principales organismos, en donde el escenario mas ambicioso es el del propio gobierno que la sitúa en el 2.5% para 2017, hacen pensar en grandes acciones que permitan producir hechos extraordinarios.
En primer lugar el nivel de confianza es demasiado bajo y ese aspecto es grave, pues en donde no es posible generar optimismo, el escenario de los negocios se ve seriamente opacado. La encuesta Gallup muestra que el panorama va en descenso, pues el 82% de los encuestados exhibe un escenario pesimista. Aquí es en donde los organismos que manejan la economía tienen que buscar una enorme conexión con el sector productivo, no solo para mostrar lo que están haciendo, sino para oír de primera mano las dificultades por las que están atravesando los diferentes sectores productivos; una cosa piensan los funcionarios, y otra muy diferente quienes tienen que enfrentarse al día a día del aparato productivo.
Sabemos que existen muchos factores externos que afectan como la situación de los países vecinos en crisis, especialmente Venezuela y como la variación de las políticas de mercado como la que en estos momentos exhibe Estados Unidos, pero no podemos entender cómo en el interior del país, escenarios como el de un dólar cercano a los $3.000 no haya producido los efectos esperados en las exportaciones, hasta el punto de que el déficit de la cuenta corriente esté ya en un 6.5% .
A esto se suma el indicador de medición de la pobreza, que pasó de 27.8 a 28 por ciento, lo cual indica que existen 229.000 pobres más.
El Gobierno, por su parte, entregó grandes recursos de inversión a los alcaldes, que se perdieron en la gran mayoría, en vez de a la empresa para obtener mejores resultados y mejor calidad en el servicio. La deuda de los entes gubernamentales se creció a 1 billón de pesos y asimismo la gente dejó de pagar por la mala calidad del servicio y por la cultura de no pago que ante un Gobierno flojo en ese sentido vio como era impune no pagar el servicio.
Finalmente, la comunidad y los políticos son también son responsables. Unos por alcahuetear el no pago y otros por no pagar. Electricaribe de cada peso que recibe debe entregar de manera directa 80 a los proveedores del servicio. Los otros 20 son para mantener redes, para cobrar y hacer todo el trabajo de gestión de llevar la luz a las casas y a las entidades. Los alcaldes y gobernadores nunca trabajaron en el tema del pago de su deuda y de la cultura de pago y contra el fraude que creció en el gobierno de Uribe pero ahora se desplomó. El ciudadano alega el mal servicio y la empresa no tiene como mejorarlo. Ese círculo vicioso no se logró romper y por eso se llega la liquidación.
Sin duda la comodidad de Electricaribe tiene mucho que ver. Ahora solo esperan una demanda internacional que seguramente van a ganar. Pero lo grave es que quien reciba el negocio de entregar electricidad a la Costa hereda el mismo problema sin solución a la vista. Un Gobierno indiferente. Unos gobernadores y alcaldes que se quejan pero no pagan y no ayudan. Y una comunidad que ve cómo se deteriora el servicio.
Lo que falta es que volvamos al pasado y le entreguen esa empresa a la clase política costeña que se la robó cuando la manejó. Mejor, buscar empresas privadas serias y dividir la prestación del servicio en la Costa para que varias se hagan cargo del problema y las que vayan solucionando la calidad en el servicio y el pago puedan crecer frente a las que no.
Por ahora, la Costa tendrá que aguantar que este gobierno indolente asuma el manejo de la empresa y de la solución a este embrollo. Y solo podemos esperar más equivocaciones de un gobierno que va en su séptimo ministro del ramo y que deja a Colombia en la ruina energética y minera.