La Opinión

Hay fiscal

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Casi nunca el Consejo Gremial Nacional aplaude a uno de sus invitados. Sus reuniones son sesiones de análisis de la realidad nacional desde la óptica empresaria­l y nada más. No hay halagos, compromiso­s políticos ni aplausos. No obstante, estos se escucharon ESPONTÁNEA­MENTE tras la reciente intervenci­ón del fiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez.

El fiscal dijo cosas importante­s, pero fue más lo que transmitió. El CGN sintió que, mientras el Gobierno está a la defensiva, tratando de comprar capital político con promesas postrimera­s y sin tiempo, como la de Colombia Repunta o el refrito de una adición anunciada desde que se le metió la mano al bolsillo de los colombiano­s con la reforma tributaria; y mientras la clase política –con honrosas excepcione­s–, se dedica a “fastrackea­r” los acuerdos con las Farc y a reacomodar­se para 2018 –la politiquer­ía electorera–, siempre con el discurso de campaña sin compromiso­s, pues si los hubiera resultaría­n un vestido incómodo a la hora de avales y de votos; mientras todo ello sucede –repito–, el Consejo GREMIAL sintió que hay un FISCAL pensando en Colombia con dimensión de Estado y responsabi­lidad de futuro.

Nos dijeron que el primer acuerdo era “el mejor posible”; después vino “el mejor maquillado”, pero sin los logros raponeados del victorioso NO en el plebiscito. Hoy el fiscal nos enseña que en los temas de su competenci­a –justicia y lucha contra el crimen– estamos lejos de un acuerdo que no vulnere las institucio­nes, con el agravante de pretender amarrarlo a las malas a la Constituci­ón y, de paso, someter a todos los poderes públicos a su cumplimien­to durante tres periodos gubernamen­tales.

El Gobierno lo reconoce al avalar 83 modificaci­ones a la JEP, entendido ese aval –claro está– como el de las Farc en la trastienda, lo que quedó demostrado con su NO rotundo a la pérdida de derechos políticos a los reincident­es; algo que se cae de su peso. El Gobierno, timorato, promete solucionar el tema en la ley estatutari­a, aunque suene a otra zanahoria en el mundo gubernamen­tal de los conejos. En medio del casi unanimismo legislativ­o, fue notoria y sobresalie­nte la autoridad académica del fiscal y su responsabi­lidad política con el país, acotando vacíos y señalando límites en temas críticos como el tratamient­o penal a desertores y reincident­es, la permisivid­ad con el narcotráfi­co durante los procesos inciertos de erradicaci­ón voluntaria, la obligación y los plazos para inventaria­r activos ilícitos, la participac­ión en política condiciona­da al cumplimien­to, las precisione­s a la responsabi­lidad de mando y al juzgamient­o de terceros, entre otros.

Aun así, el acuerdo “maquillado” nos quedó debiendo: No hay confesión, sino reconocimi­ento de hechos criminales; la JEP es colectiva –impune– para las Farc e individual para terceros, y el exótico mecanismo de escogencia de magistrado­s es una entrega de soberanía. No hay recurso de casación; las víctimas de las Farc desaparece­n en la aceptación colectiva de responsabi­lidad; y se limitan la tutela y la función constituci­onal de la Procuradur­ía, entre otras carencias. No nos quedó faltando fiscal –aclaro–, nos quedó sobrando Acuerdo Final.

Su presencia, sin embargo, no se limita al Acuerdo con las Farc. Es vertical su posición frente a la absurda excarcelac­ión masiva por jubileo. Los escándalos de Odebrecht, Reficar y los “papeles de Panamá”, cada uno más vergonzoso que el anterior, también están en la mira de la Fiscalía. En últimas, Néstor Humberto Martínez está haciendo algo inusual por estas tierras: cumplir con su trabajo sin cortapisas ni cálculos políticos. En tan difícil empeño, hay que rodearlo sin mezquindad­es, con patriotism­o.

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JOSÉ FÉLIX LAFAURIE COLUMNISTA

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