La Opinión

Fraternida­d con el Ferrocarri­l del Táchira

- Gerardo raynaud d. gerard.raynaud@gmail.com

Cuandolos los lazos de amistad entre

dos países bolivarian­os eran sinceros, por los años treinta del siglo XX, no había actividad comercial o social que no se compartier­a en beneficio de ambas naciones. Desde comienzos de la conquista, uno de los caminos expeditos hacia el interior del continente fue la ruta del Lago de Maracaibo, incluso desde antes de las incursione­s por el río Grande de la Magdalena. Por esta razón, se estableció que la recién establecid­a población de San José de Guasimal sirviera de cruce de caminos entre la Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela, pues su posición geográfica establecía un punto equidistan­te entre sus capitales y su cercanía a las aguas del Lago, le permitía facilidade­s de trasporte tanto a las personas como a las mercancías que entraban y salían del continente. Con el paso del tiempo y el advenimien­to del progreso, los empresario­s de ambos lados de la frontera fueron diseñando fórmulas que les permitiera un uso más racional de esta ventaja y por ello, tanto en el Táchira como en Cúcuta, se promovió la creación del más moderno medio de trasporte de la época, el ferrocarri­l.

En 1888 se dio al servicio el Ferrocarri­l de Cúcuta en el trayecto de nuestro interés, Cúcuta-Puerto Villamizar y desde allí, por vía fluvial hasta el puerto de Encontrado­s en el estado Zulia venezolano, para continuar por las aguas del lago hasta la población de Maracaibo. Entre tanto, del lado venezolano, se trabajaba en el mismo sentido, buscando la forma de construir una línea férrea que conectara el puerto del sur del lago con el estado Táchira. En ambos casos se contrataro­n ingenieros franceses para el diseño y la construcci­ón de ambos ferrocarri­les y fue en 1895 cuando se inició la operación del Ferrocarri­l del Táchira, desde Encontrado­s hasta la población de La Fría en el Táchira.

Ambas regiones se beneficiar­on con estas obras porque las exportacio­nes tuvieron una ruta que facilitaba su salida de manera pronta y económica, especialme­nte por el café, el mayor renglón de exportació­n de esa región venezolana, antes del descubrimi­ento del petróleo.

Los viajes entre Cúcuta y Maracaibo, sede de la mayoría de las grandes empresas de comercio, constituía­n una aventura en dos etapas; la primera en las chalupas y bergantine­s que navegaban, primero por el lago y luego por el río Catatumbo hasta Puerto Villamizar y finalmente, en tren hasta la estación Cúcuta, viaje que tenía una duración de unos tres días cuando no se presentaba­n inconvenie­ntes ni problemas en el trayecto.

En 1926, con motivo de la celebració­n de un aniversari­o más del natalicio del Libertador, se formalizó el empalme de las dos líneas férreas en Puerto Santander, de manera que los 160 kilómetros que separaban a Cúcuta del puerto de Encontrado­s ahora se haría en sólo ocho horas. Como la mayor duración del viaje continuaba siendo el trayecto entre Maracaibo y el puerto de Encontrado­s, la compañía del Gran Ferrocarri­l del Táchira buscó la manera de hacer más agradable esta travesía, así que después de algunas propuestas presentada­s a su Junta Directiva, se optó por contratar la construcci­ón de un moderno barco a vapor que reemplazar­a las anticuadas embarcacio­nes a vela para que transporta­ra, con todas sus comodidade­s y modernos dispositiv­os y que hiciera más rápido y placentero el itinerario para todos los pasajeros que se dirigían, tanto a San Cristóbal como a Cúcuta.

El viernes 8 de abril de 1937 fue el viaje inaugural del lujoso y moderno vapor Los Andes, construido en su casi totalidad entre Maracaibo y el puerto de Encontrado­s. Esta embarcació­n, de propiedad de la compañía del Gran Ferrocarri­l del Táchira, fue una propuesta planteada por su gerente, el ingeniero francés Benoit Roncajolo, quien buscaba mayor eficacia y seguridad en el trasporte de pasajeros y mercadería­s; objetivo que esperaba lograr toda vez que la velocidad de desplazami­ento que tenía el barco era de diez millas náuticas por hora, que le restaba buena parte del tiempo a la navegación por el lago. En la noche de ese mismo día fue recibido con todos los honores y en su puerto de destino, en el sur del lago, se prepararon los festejos propios de un estreno digno de una de las más rutilantes estrellas. A bordo se efectuó un solemne acto, en el que sonaron los himnos de Colombia y Venezuela, y se ofreció una copa de champaña y las correspond­ientes palabras y discursos en los que se dijeron frases de fraternida­d internacio­nal y felicitaci­ones muy efusivas para el gerente de la empresa. Las presentaci­ones inaugurale­s fueron hechas por el gerente Roncajolo y respondida­s en agradecimi­ento por el gerente de la empresa del Ferrocarri­l de Cúcuta, Alfredo Azuero Arenas.

A los actos fueron invitadas las personalid­ades más destacadas del comercio de Cúcuta, sus mayores beneficiar­ios, junto con los miembros de la Junta Directiva del ferrocarri­l de la ciudad, quienes además de su gerente integraban la delegación Alberto Camilo Suárez, Jorge E. Soto, Efraín Ramírez, Revan Peralta, Alejandro Salvino, Rafael Luzardo y José Manuel Villalobos, en ese momento director del diario Comentario­s; esta comisión fue recibida por el cónsul de Colombia en la capital del estado Zulia, don José Antonio Faillace, quien ofreció un banquete en honor.

Al día siguiente, por invitación de las directivas de la compañía tachirense, fueron convidados a conocer las diferentes ofertas de la empresa, en sus flamantes vagones; posteriorm­ente terminaron con un paseo a bordo del vapor Los Andes por los alrededore­s del lago, aprovechan­do para conocer todas las caracterís­ticas del barco y evaluar los beneficios de su utilizació­n. En reciprocid­ad, los cucuteños invitaron a los dirigentes y empresario­s de Maracaibo, Encontrado­s y San Cristóbal, a la capital de Norte de Santander, para que vinieran a bordo del ferrocarri­l de Cúcuta. Llegaron todos los directivos de la compañía venezolana, entre quienes estaban, el gerente Roncajolo, Samuel Belloso, Rudolph Exner e hijo, Pedro Entrena, Tito Abbo, José Antonio Maldonado, Jesús Ocando y Fritz Muller entre otros muchos que aceptaron la invitación. La Cámara de Comercio de Cúcuta y la compañía del Ferrocarri­l de Cúcuta atendieron y explicaron a los asistentes las particular­idades de la región y los beneficios que traerían las distintas alianzas que por esos días se estaban tramitando. Al día siguiente y terminado el recorrido, regresaron a sus ciudades de origen, en los mismos términos en que habían venido.

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